miércoles, 28 de septiembre de 2011

La Economía: El gran enemigo del kirchnerismo

La Economía: El gran enemigo del kirchnerismo
Estaba escrito: la economía ya es el gran enemigo declarado del oficialismo y se convertirá en el centro de todos los ataques políticos, la víctima propiciatoria para achacarle las responsabilidades del fracaso y de las medidas antipáticas que deberán adoptarse en el futuro cercano. La economía, así a secas, será la causante de todo lo que ocurra, de todo lo que nos sucederá a los argentinos y por cierto quedarán lejos los momentos sonrientes, las frases altisonantes con que se impulsó el consumismo preelectoral, el gran buscador de votos para cumplir lo que siempre vaticinamos: el kirchnerismo no abandonará el poder aunque las circunstancias se muestren adversas e insuperables. Cabe entonces observar el escenario que se dibuja lentamente en el campo social y esperar para sopesar lo que sucederá cuando la inestabilidad se acentúe, cuando llegue el momento de vencer a este nuevo oponente inexorable, poderoso y extendido más allá de las fronteras. La economía, siempre invencible y ajustada a reglas precisas que, cuando se las ignora, permanecen a la espera de volver al escenario; ahora se prepara para reinar en la Argentina bajo nuevas instancias y concretamente, librar una carrera contra el reloj electoral del cristinismo.
En otras geografías, ya mostró los dientes cuando los errores diplomáticos determinaron que se movieran algunos resortes para negarle al país un pequeño crédito internacional. Cuando Cristina lo supo antes de su viaje a los Estados Unidos, se tiró de los pelos, gritó en la soledad de su despacho, mientras se cerraban puertas para evitar que se escucharan los alaridos de protesta; fue entonces cuando Amado Boudou sufrió un derrape en las duras palabras de la Presidente, pero de eso se enteró más tarde: en sus inquietudes, primero estaba su nueva guitarra para la gran música que lo espera a partir del 23 de octubre. La sombra de una segunda vuelta ni siquiera lo alcanzaba en sus pensamientos y, muy lejos en sus elucubraciones, la posibilidad de la despedida de De Vido en el futuro gobierno apenas si era una señal leve de inquietud. Tampoco lo alcanzaba -ni le alcanza- por el momento, la inestabilidad del ministro sin cartera Horacio Verbitsky o las peleas internas de Randazzo, que pueden modificar la tranquilidad de la victoria electoral que da por descontada. Tampoco le preocupa quién ocupará su sillón en el ministerio de Economía, que cambiará por el de la presidencia del Senado de la Nación. ¿Cuál será su verdadero derrotero político...? Por el momento sólo le interesa avanzar en las conversaciones con los organismos internacionales de crédito, donde las sonrisas tienden a apagarse, a volverse cada vez más heladas, en tanto no sabe cómo contestar las preguntas difíciles de funcionarios extranjeros a los que nada les interesa el rock, esa gran pasión juvenil que tanto le ha servido. Sólo sabe que su gestión en el nivel dirigente, del que no quiere bajarse, estará acompañado por otros jóvenes de La Cámpora que serán los nuevos funcionarios. ¡Ellos sí que entienden de música!
Mientras Cristina dejaba de gritar y Amado elegía guitarras, en el Banco Central de la Argentina cada vez más rápido sacaban cuentas de la catarata de dólares que buscaron nuevos destinos en otras latitudes. Setenta mil millones desde el 2007, cuando la era kirchnerista pasaba por su mejor momento. Ayer, después que la semana pasada celosos funcionarios de la AFIP fueron sacados con “cajas destempladas” de las sucursales de los principales bancos ubicados en las ciudades más importantes del interior, donde se negaron a señalarles aquellos clientes que compraban o vendían dólares, la institución rectora del sistema monetario nacional autorizó un nuevo drenaje de reservas. Millones y millones de dólares salen rumbo a los Estados Unidos, de la mano de algunos financistas simpáticos a la Casa Rosada. Aquí, la divisa es comprada a algo más de 4,20 pesos y revendida en Nueva York a casi 4,70 pesos. Allí se compran “papeles argentinos”, que son recomprados por el Central, y así se organiza y funciona una interesante cadena que drena cada vez más rápido las reservas que convierten a nuestros pesos en “papel pintado”. ¿Será por eso que quieren suprimir la figura de Julio Argentino Roca de los billetes de cien pesos? Todo un homenaje al padre de nuestra soberanía territorial, a quien en un programa radial se propuso reemplazar por Charlie García o Armando Maradona, es decir, toda una expresión de la Argentina que vivimos. Luego se tranzó por Hipólito Irigoyen para contentar a los radicales; pero no nos apartemos del tema central: ¿Qué es lo que determina que el Banco Central de la República autorice operaciones como la que dejamos descripta más arriba? Sería bueno tener una respuesta.
También para otros interrogantes, como los que se formulan los analistas más sensatos. Por ejemplo, qué es lo que sucederá cuando se acaben los subsidios y miles y miles de personas -jóvenes, no tan jóvenes, viejos, mujeres, madres y padres de familia o sus hijos también beneficiados- dejen de percibir los apreciados pesos que les regalan mensualmente. Algunos se imaginan el inicio de un caos más avanzado y manifiesto. Otros esperan violencia y se preguntan cómo será ese escenario lleno de piqueteros en las calles y en las rutas, cargados de necesidades, de una incomodidad en la que no creyeron cuando se les avisó. Están los que todavía creen que una buena cosecha de soja volverá a poner al campo en condiciones de ser exprimido como siempre sucedió en esta clase de crisis. Los más realistas recuerdan las viejas amenazas que nunca se cumplieron como, por ejemplo, las incautaciones a las cajas de seguridad, la nacionalización de las exportaciones o la estatización financiera, que ya dejaron su experiencia. Entonces, están los que ven a los compradores de dólares en pequeñas cantidades pero que, sumados, convierten a la catarata que vacía al Central en una cifra cada vez más importante. Los imaginan a la espera de una suba del valor del billete, que ya es estimada en más de seis pesos, y otros se animan a elevarla a diez. Estos compradores -o especuladores hormiga- son los mismos que repiten el sonsonete de “Cristina ya ganó” y hasta arriesgan una simpatía en favor de ese voto, aunque reconozcan en voz baja que existe un fraude preelectoral que se complementará con el cibernético en la noche del 24.
En fin, la Argentina es así. Se sabe del fraude, del incendio de las urnas con las pruebas, de las voluntades compradas, de la incertidumbre permanente, de los políticos que cambian de partido para volver a cambiar otra vez o bien a prepararse para pasarse a otros bloques, de la guitarra de Boudou, de los gritos de Cristina, de la explosión misteriosa de Esteban Echeverría, de futuros jovencitos que serán ascendidos a ministros, secretarios o directores ¿Algunos embajadores, tal vez? También se conoce el drama de la inseguridad, del narcotráfico, del casi doble millar de pistas clandestinas, de las amenazas cotidianas, de la indefensión, de la juventud financiada pero sucumbida por el delito, de la corrupción a gran escala, de la gigantesca estafa de las Madres de la Plaza de Mayo, del comportamiento de los parricidas Schoklender, de los papelones de Timerman, de las graves acusaciones contra Jaime -por citar ese ejemplo como al pasar- de los escándalos de Zaffaroni y Oyarbide, de otros jueces prevaricadores, del intento por reformar la Constitución Nacional para confirmar nuestro anticipo de que el kirchnerismo no abandonará el poder aunque pierda las elecciones. Pero nada importa. Ahora se instalará en la escena al gran enemigo y sus constructores, a la gran culpable llamada Economía, que será acusada en medio de la ignorancia de que ella, bien o mal, siempre gana.

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