jueves, 16 de febrero de 2012

El buen consejo de Maquiavelo

El buen consejo de Maquiavelo

En “El Príncipe”, Maquiavelo considera sumamente importante para mantenerse en el poder, tratar de ajustar los gastos a los ingresos.
Legítimamente señala, que el gobernante dispendioso acaba, por necesidad, gravando con impuestos altos a sus súbditos, apelando a todos los procedimientos fiscales y echando mano de cuantos recursos pueda valerse para recaudar dinero. Opina, que ésta conducta, termina por hacerlo odiar por todos aquellos a los que empobrece, es decir, toda la sociedad.
Maquiavelo muestra la inconveniencia del gasto desmedido.
En nuestro país no se asocia el ahorro con el desarrollo. No es el único, basta con observar los problemas que tienen los europeos para reparar que el gasto público se ha convertido en una conducta compulsiva. Las consecuencias están a la vista: endeudamiento, desempleo y disminución del nivel de vida.
La sociedad termina pagando la irresponsabilidad de los que gobiernan.
En Argentina la modernización estuvo ligada -como muchos otros países- al capital extranjero que permitió crear la infraestructura necesaria para aprovechar las condiciones favorables que proponía el comercio mundial.
Pudimos progresar aceleradamente gracias al ahorro de los empresarios ingleses, sobre todo. Aún hoy se lo desprecia y se sigue enseñando en las universidades la errónea teoría de la dependencia y la explotación.
Argentina necesita imperiosamente aumentar la producción y la productividad, contar con capitales extranjeros que se sientan seguros de poder invertir.
El capital autóctono escasea, las empresas, que podrían haber aprovechado las oportunidades que permite el comercio libre, se ven afectadas por regulaciones inconcebibles, limitaciones a la exportación e importación que no permiten mejorar la tecnología y aumentar la productividad, base del progreso económico.
El gobierno se está volviendo cada vez más rapaz porque no puede cumplir con las obligaciones populistas que se ha creado. Los problemas van haciéndose manifiestos. La energía es un ejemplo paradigmático.
Tenemos recursos como para no tener cortes de luz y poder acceder a combustibles más baratos, solo necesitamos abandonar políticas coercitivas para incentivar y atraer inversiones del mundo entero.
Lamentablemente, pocos se arriesgan a traer capitales, se eligen otros países, más seguros con políticas que permitan el cálculo económico. Debe restaurarse la confianza perdida por la nefasta intervención estatal en la economía.
Buena parte de los argentinos se dejaron llevar por discursos que apelaron a la emoción mucho más que a la realidad. Se creyó en el estado benefactor más que en la capacidad individual.
Durante el gobierno de Frondizi, con inestabilidad política, y asedio de la cúpula militar, se hizo un real esfuerzo por cambiar la política económica que se pareció durante años a la actual. Sería útil recordarlo.
Frondizi con valor dejó de lado ideas que defendió antes, y comenzó su gobierno con un discurso que convendría leer hoy. Es el apropiado para realizar un cambio de timón.
Dijo en el Congreso: “El establecimiento de un orden jurídico y de una justicia independiente que proteja al ciudadano contra los excesos del poder administrador, son condiciones indispensables para el progreso económico… deberá garantizarse la libre competencia como estímulo del progreso… y facilitarse la función creadora de la iniciativa privada…”
Como si fuera poco, llamó a colaborar en el área de Economía, Trabajo y Seguridad Social, a quien siempre defendió esas ideas: Álvaro C. Alsogaray. Tomó como punto de partida la decisión del Dr. Frondizi -expresada el 29 de diciembre de 1958- la devaluación de la moneda y la liberación de la economía.
Se inició una política diametralmente opuesta al estatismo, nacionalismo regresivo, controles e inflación reprimida, que había regido en el país desde 1946 y continuó con la Revolución Libertadora y gobiernos posteriores.
Para abril de 1961 se alcanzó una posición destacable. En menos de dos años las reservas monetarias netas habían aumentado notablemente y el peso argentino se mantenía estable. Se iniciaba la construcción del crédito interno y externo, existía adecuada liquidez, la bolsa estaba firme y facilitaba la capitalización de las empresas mientras se cumplía un acelerado proceso de reequipamiento industrial. La balanza de pagos era positiva, el déficit del presupuesto decreciente y financiado sin emisión.
Si se hubiera persistido en el esfuerzo, el éxito no estaba lejos, ya que una auténtica política de desarrollo caracterizada por la afluencia de capitales del exterior estaba en marcha. Lamentablemente, la forzada renuncia del Ministro y los problemas que llevaron al golpe militar y a la destitución del Presidente, marcaron un rumbo incierto.
Cuando “las papas queman” aparecen los que deben “ajustar” y se los tolera hasta que salvan la situación, después se prefiere a los que “regalan” y “distribuyen” con plata ajena. De esa forma volvemos al círculo vicioso que no nos permite levantar cabeza.
Sin embargo, otra vez la realidad se va a imponer en Argentina, como lo está haciendo en Europa y tantas veces en nuestro país. Veremos si ésta vez aprendemos y el próximo gobierno, o por milagro, el actual, siguiendo el buen consejo de Maquiavelo, bajan el gasto y también, como en el gobierno del Dr. Frondizi, realizan un cambio de ese tipo, esta vez perdurable, para que podamos gozar de los resultados.

Los nuevos secretos de Estado

Los nuevos secretos de Estado

Avanzado el año militar, ninguna de las fuerzas hizo pública la nómina de ascensos y destinos en las distintas unidades.
Avanzado el mes de febrero, ni el Ministerio de Defensa, ni las distintas fuerzas, dieron a conocer las nóminas de integrantes tanto de sus respectivas planas mayores como de sus jefaturas de unidades o dependencias, en el marco del inicio del nuevo año militar.
Tampoco se informó sobre el estado del jefe del Ejército, teniente general Luis Alberto Pozzi quien el mes pasado debió ser intervenido quirúrgicamente de una compleja lesión abdominal que insumió la necesidad de aplicar un ano contra natura.
Salvo el relevo del almirante Godoy en la Armada, como la nómina de ascensos de los nuevos generales, almirantes y brigadieres, dada en su momento por el sitio oficial de Presidencia, no hubo otra información ni tampoco dada a conocer a través de la difusión de los decretos respectivos en el Boletín Oficial.
En tanto trascendieron, en el ámbito del Ejército, distintas expresiones reservadas de contrariedad por los criterios utilizados en los últimos ascensos -que como se dijo no fueron públicamente dados a conocer- donde, se aseguró, se promovieron oficiales por encima de los escalafones de mérito en perjuicio de otros uniformados más calificados.
También hubo objeciones en el ámbito del Ministerio de Defensa con oficiales superiores (coroneles) que lograron acomodar su situación para permanecer en actividad, pese a que están incluso hasta dos años excedidos en esa condición. Esta sorda puja entre los mismos involucrados se da por el hecho de que un oficial en actividad pierde, al pasar a situación de retiro, las dos terceras partes de su sueldo. (Tiempo Militar)

Tras un manto de neblina…

Tras un manto de neblina…

Volver al teclado: una experiencia casi surrealista si se trata de analizar un escenario político donde abunda el grotesco y la “tomada de pelo”. Sin embargo, estamos como espectadores mansos en ese teatro. Frente nuestro, un solo protagónico y un exceso de actores de reparto que apenas se limitan a los aplausos.
Parece que hiciese años que reasumió la Presidente en su segundo mandato (otra falacia si consideramos que su primer periodo fue una suerte de continuación del de su marido) En ese sentido, puede decirse sin equívoco que llevamos 9 años sometidos a este reinado. La costumbre nos ha ganado.
De la noche a la mañana se esfumó la esperanza depositada en algunas voces opositoras que lograron ciertos cargos. Todos callaron y algunos cayeron en la trampa del espectáculo montado. Esperan “su momento” que, paradójicamente, no suele ser el momento de los ciudadanos. Hace tiempo que la democracia argentina dejó de ser representativa. Hoy es una seudo democracia delegativa, guste o no aceptarlo.
El año comenzó con un hecho político signado por la confusión: el “falso positivo” de un papelón. Desde entonces, lo que debiera ser una etapa de tregua o quizás de letargo, se vio sobresaltada por incoherencias y atropellos previsibles pero también desmesurados en el cómo y en el cuándo. La confusión y el papelón trashumaron a todos los campos.
La Primera Mandataria decidió adoptar un rol estrictamente comunicacional. No soluciona nada más allá de las palabras. Declama, recita, cree dar cátedra. El gobierno así divide sus quehaceres: por un lado, la comunicación monopolizada por el relato. Por otro, el submundo de los negocios o negociados. Ambos aspectos están en muy pocas manos. El resto atiende contingencias ante la ausencia de políticas a mediano o largo plazo.
La herramienta por excelencia de este nuevo período radica en la sistemática prohibición de todo acto y toda voz que puedan alterar el orden preestablecido de ante mano. Ausencia del clima democrático. Por ejemplo, la Presidente establece que el dólar debe mantenerse. Corolario: control absoluto de mercado. Medidas en apariencia populistas embebidas de falacias nacionalistas. En definitiva, otro engaño.
Quiénes compran dólares en cantidad poseen armas propias para eludir los candados. El único afectado es el ciudadano común a quién se le ata las manos. Pero los dólares, finalmente y a pesar de los sabuesos, siguen escapándose. Ampulosos anuncios con resultados únicamente mediáticos.
La realidad pasa por otro lado. El progreso, en boca de Cristina Kirchner, se palpa en récords tan falsos como el resto del relato. ¡País pujante porque cuatro o cinco días, y algún fin de semana largo, hay movimiento de autos hacia la costa atlántica!
El verdadero dato: cuando el progreso kirchnerista no existía, se veraneaba por lo general entre 15 y 30 días… Pero esas, según el oficialismo, eran épocas de despilfarro que llevaron a la crisis de comienzo de siglo. Entonces vino el abismo, y apareció “El” para salvarnos.
Nada bueno pasó antes de mayo de 2003: comienzo irrefutable de bonanza espectacularmente vendida, por especialistas en el arte de pintar escenografías. Es justo admitir que el público también se maneja en demasía con el doble discurso. Delezna la expansión indiscriminada del Estado pero, simultáneamente, requieren que éste los ampare y proteja para evitarle trabajo. De ese modo es muy difícil romper el círculo vicioso o viciado.
Después de una reelección, que encima superó expectativas, la crisis es o debería ser utopía. Los comicios arrojaron el ocaso de alternativas y sin embargo, hay apremio por tapar todo cuánto está pasando.
No hay enemigos poniendo obstáculos, la economía que aún no se ha desbordado funciona como modeladora de la ética y la moral del ciudadano. Todo es aceptado sin chistar si aún hay cierto respiro y métodos para disfrazar la realidad.
Ejemplo cabal es la tarjeta SUBE. Las filas eternas para permanecer subsidiado, amén de mostrar la necesidad reinante en amplias franjas sociales, pone de manifiesto de qué manera se maneja al rebaño. SUBE es un “regalo” del gobierno, toda otra especulación es solamente eso: especulación de la minoría que no los ha votado. Para muchos sirve como atenuante de un bolsillo aún no violado. ¿Hasta cuándo?
Si algo debe reconocérsele al oficialismo es su capacidad para manejar la distracción. Ante la falta de adversarios, hay que crearlos. La política como batalla perpetua: concepción kirchnerista por excelencia. Así se embistió contra el clero, el empresariado, los militares, los medios de comunicación, el campo… Hoy es el turno de lo foráneo.
Malvinas es una causa nacional que nadie puede cuestionar pues se impone lo políticamente correcto. Es probable que a una mayoría de los argentinos no le interese un ápice la soberanía de los isleños, pero de ahí a exponerlo públicamente hay un gran trecho. Hay miedo al pensamiento…
Malvinas opera como antes operaron los Derechos Humanos.
Con el “manto de neblina” que no hemos de olvidar se cubre al testaferro del vicepresidente, a la interna rabiosa dentro del seno mismo del gabinete, se cubre la improvisación y los déficits. Las Malvinas oscurecen los índices falsos del INDEC, los conflictos sociales en ciernes, el desabastecimiento de insumos, la mega minería que, mucho más allá del medio ambiente, contamina de corrupción a los dirigentes.
Las denuncias deben mantenerse en la latitud en que se han mantenido siempre. Skanska, Grecco, Antonini, Atucha, Yacyretá, Aerolíneas Argentinas, Meldorek…, son ejemplos concretos de cómo deben pasar a segundo o tercer plano todo aquello que salpique de corrupción a los funcionarios. Otro apéndice del Estado hará lo demás: los jueces alquilados.
Más preocupación que la soberanía, la democracia, los derechos humanos y cualquier otra causa, el desvelo del poder pasa por empezar urgente la campaña para asegurar una continuidad que hoy no está.
En ese trance, se vuelve a recordar que hay sólo un modo de alterar el escenario nacional: tocándole -sin eufemismos- el bolsillo a los ciudadanos. Eso no está lejos de pasar. Y será entonces cuando el gobierno necesite alguna estrategia más para mantener el status quo, sin el cual no puede continuar. ¿La tendrá?