domingo, 16 de octubre de 2011

Informe Argentina con Lupa

Informe Argentina con Lupa
La salud, el poder, las decisiones. Soledad y falencia internacional. Reforma de la Constitución: trampas y tramposos. El suspenso y los juicios

La salud
Una vez más, probablemente, en lo que va del año, la sexta o la séptima y no la tercera, como quiere el conformismo informativo oficioso y el cuasi oficial - la presidenta se vio afectada por un fuerte ataque de lo que los partes médicos oficiales identifican como una baja de presión pero otros diagnósticos pronostican como algún mal orgánico de mayor importancia.
El recato y silencio, observados en diversas oportunidades, acerca del estado de salud de la viuda de Kirchner abren las expectativas a versiones diversas, ninguna de ellas probadas ni admitidas o negadas oficialmente, que determinaron, en cierto momento, cuando se registraba la tercera o cuarta afección en el curso del presente año, evidenciada por la supresión de su viaje a Paraguay, que se ordenara la suspensión de los anuncios de la agenda diaria de la primera magistrado a fin de no tener que anunciar con excesiva frecuencia explicaciones referidas a los diagnósticos médicos pertinentes.
Este último detalle, que fue técnicamente oficial al insertarse como un dato de la rutina informativa de la presidencia de la Nación, no fue justificado de manera pública en momento alguno.
Cuando la presidenta suprimió un viaje a una escuela del sur del país, donde debía inaugurar un sistema de comunicaciones y un tendido de televisión, se aguardó su arribo durante cerca de una hora y media para concurrir a un almuerzo celebratorio.
No hubo explicaciones públicas pero el arribo nunca se concretó y jamás se explicaron las razones de esta ausencia a pesar de que en el mismo almuerzo estaban presentes un par de ministros nacionales.
Estos antecedentes abonan con severos temores el hecho de que la presidenta, dispuesta a insistir en un segundo mandato, haya experimentado una nueva afección de indudable gravedad ya que demandó 48 horas su recuperación, registrando, conforme con un informe oficial -que, sin embargo, no parece estrictamente un parte médico propiamente dicho ya que, según el propio texto, no incluye la firma de ninguno de los facultativos que la atienden- un registro de presión alarmante, de 5,5 de mínima, considerada excesivamente baja por algunos médicos consultados.
Como en otras oportunidades, el primer diagnóstico difundido, que consignaba la afección, daba por descontado el retorno a la actividad normal al día siguiente.
Un segundo parte, que aparentó ser o se confundió como la reiteración del primero, fijaba un lapso más prolongado de descanso, por 24 horas adiciónales, remitiendo la toma de actividad ordinaria recién para el jueves por la tarde.
Estas circunstancias pusieron en circulación el recordatorio de una suerte de diagnósticos y consejos efectuados a la ex primera Dama a comienzos del año, antes de aceptar su candidatura para la reelección, conforme con la cual debe limitar su actividad diaria -no en aquella oportunidad tan solo, sino de manera corriente y hasta “nuevo aviso”- a tan solo dos horas diarias, dedicando al descanso profundo-sueño entre 8 y 10 horas cada día.
Nadie controla, en realidad, en materia informativa, que se cumpla este cronograma de actividad, pero sí resulto notable, en cada oportunidad de sus viajes - y así se hizo notar para los suscriptores de Informe (2011) Argentina con Lupa, en este mismo espacio - que sus últimos viajes al exterior demandaron, en cada oportunidad, entre uno y dos días de descanso tras el vuelo y antes de iniciar la actividad oficial, así como un relaje posterior o bien el retorno inmediato al país, con un lapso de descanso, tras su arribo, de dos, tres o más días, lo que denotaba un cansancio o fatiga que no suelen ser corrientes para una mujer de su temperamento y edad.
La salud, el poder, las decisiones
Sobre todo en regímenes de alta concentración de poder personal como es el presidencialista, tan en boga para justificar las referencias a eventuales reformas de la Constitución, la salud de los mandatarios exceden los limites de un asunto privado y se convierten en algo de importancia pública que no puede ser sustraído al conocimiento de la sociedad.
Pasa de ser un asunto entre el médico y el paciente, a un tema que circula cómoda y ampliamente por los resquicios institucionales de control, para el caso, el Congreso.
No se sabe que, salvo una iniciativa aislada registrada en el pasado reciente, haya existido una acción mancomunada legislativa destinada a reclamar no solo un informe sino, necesariamente, una verificación que los “representantes del pueblo puedan controlar y verificar” respecto de la salud de la presidenta.
El hecho es que durante más de 48 horas -probablemente durante 60 horas- la presidencia de la Nación quedó, técnicamente, vacante, vacía.
En un país institucionalmente normal y equilibrado, en el que hubieran funcionado regularmente las instituciones constitucionales, el vicepresidente de la Nación debería haber asumido, tras el desfalleciente estado de presión presidencial, de manera inmediata.
¿Alguien imagina al ingeniero Julio Cesar Cleto Cobos corriendo para asumir junto al lecho de la ex primera Dama?
Más aún: ¿alguien imagina, por ejemplo al secretario General de la presidencia, doctor José Parrilli o a cualquiera de los altos funcionarios y legisladores oficialistas con mayor y más plena llegada a Olivos o a la Casa de Gobierno, urgiendo al ingeniero Cobos para llegar y asumir por el lapso que fuera: dos horas, medio día, dos días o el tiempo necesario?
¿Alguien imagina los sistemas del aparato estatal de salvaguarda de la institucionalidad -que los hay- funcionando plenamente y en condiciones de eficiencia y celeridad ante la marginación del primer Magistrado por razones de salud?
Porque, de hecho, durante esas 48 horas el país no fue gobernado -careció de gobierno-, no lo fue en detalle ni en plenitud, salvo que el descanso exigido por los médicos no haya sido respetado.
En reemplazo de la viuda, ¿quien atendió el despacho, estuvo al pie de las decisiones inmediatas e impostergables, de trámite o de alcances políticos e institucionales?
¿Quién fue responsable del poder en un lapso en el cual las exigencias médicas suponen la plena irresponsabilidad operativa de quien ocupa el gobierno?
De hecho, hay una sustitución operativa: hay un gobierno, sustituto del que indica la Constitución, que opera ad referéndum de las convalidaciones que verifique la viuda de Kirchner cuando recupere la salud.
No sólo no es un mecanismo previsto constitucionalmente, sino que parece, aparte de su clandestinidad, un aparato ejecutivo que escapa a su propio contralor básico legal como, es el Parlamento, ya que las decisiones que pueden haberse adoptado -o que el inclemente curso de la realidad pudo imponer como una exigencia impostergable- no reúnen las calidades elementales que fija la ley.
Y que la ley las fija no de manera abstracta ni, mucho menos, por terquedad, sino porque el estado y el país no se agotan en las decisiones personales y centralizadas, ni admite la delegación de funciones de manera marginal a los mecanismo instituidos por la “carta” básica que garantiza la convivencia entre todos: es decir, no es un asunto privativo de las decisiones de quien ejerce el poder sino que son normas a las que éste queda estrictamente sujeto.
Esta manifiesta violación de principios básicos, la inocultable marginación de un funcionario de la propia Constitución como el vicepresidente de la Nación, la puesta en funciones “de hecho” de funcionarios menores como responsables de algo más que el trámite ya que, eventualmente, podrían haberse suscitado reclamos de decisión política, parecen orientados a replantear el papel de contralor que la Constitución Nacional confiere al Parlamento.
El episodio reclama una lectura atenta y pormenorizada ya que la misma presidenta es candidata a sucederse en el sillón de Rivadavia y el planteo de fondo reside en establecer si está en condiciones físicas -y sus secuelas mentales ordinarias, si se verifica que la irrigación sanguínea, por ejemplo, afecta centros importantes del comportamiento- para un ejercicio por otros cuatro años, cuando el agotamiento registrado tras los dos primero de su gestión, pusieron al rojo vivo sus resistencias, como queda demostrado en forma pública.
Resulta inocultable que en los proyectos oficiales han figurado intentos -que se mantienen en silencio-, de convertir la figura del vicepresidente de la Nación, como candidato actualmente, elegido entre los más estrechos amigos de la presidente para integrar ahora la fórmula de la reelección, en una figura política con raigambre adicional y, por momentos cuasi extra constitucional.
Al respecto se ha mencionado al actual ministro de Economía y eventual vicepresidente de la Nación, si la fórmula de la ex primera Dama se impone en el comicio del 23 de Octubre o en una segunda vuelta, como un eventual ministro Jefe de Gabinete, habiendo saltado a esta “rectora” función -a la que la Constitución le otorga casi la calidad de una jefatura de gobierno (nunca asumida bajo los sucesivos gobiernos que la han matizado como un adorno o suerte de dispositivo de reaseguro público del presidente, de manera agudísima en la actual gestión del doctor Aníbal Fernández)- desde su insistente mención como un vicepresidente a cargo de la Economía del país, suerte de prolongación de su actual función al frente de esa misma cartera.
Toda la extra constitucionalidad que se puede reconocer en este juego de alternativas, ¿va, acaso, de la mano de la certidumbre de que la presidenta deberá ejercer, un eventual segundo mandato, sometida a un diapasón de cautela y suerte de “tiempo compartido”, a fin de poder hacer frente a los requerimientos reales de la función y a partir de los datos comprometedores de su salud?
La búsqueda del eventual sucesor, para mantener la ilusión de un kirchnerismo más allá del 2015, excluida la idea de que el hijo mayor de la pareja tenga posibilidad de una incursión exitosa en el tema, ni disponga de dotes especiales para permitirse ir más allá de la digitalización de un aparato como “La Cámpora” -y esto, siempre que alguien asuma la responsabilidad de la conducción formal y directa-, abre las expectativas a una sucesión en la que la fiabilidad cuenta más que los antecedentes o la capacidad efectiva.
Después de todo, se confía, el mismo método de funcionalidad a cargo de un equipo en las sombras, podrá imponerse si cualquiera asume en reemplazo de la presidenta… si no es posible la reforma constitucional, claro o, aun imponiendo la reforma, no se logra un parlamento suficientemente dócil o alineado.
La relación entre la salud y las líneas que se adopten para la funcionalidad del ejercicio de poder, no parecen orientadas a variar el esquema que sucedió a la muerte de Néstor Carlos Kirchner, del cual la presencia y encolumnamiento tras la figura de la ex primera Dama no permite imaginar que varíe en la profundidad y la estructura que, en los hechos, encabeza, hasta la fecha el secretario Legal y Técnico de la presidencia, doctor Carlos -erpiano- Zannini, por cuyas manos pasan, de manera inexorable, según las mejores versiones - aunque no sin la puja y compulsa casi permanente con los restantes sectores, en la lucha por espacios de poder -, los aspectos centrales del gobierno, tanto como los detalles de ejecución: la presidenta cumpliría el papel de algo así como una suerte de escribanía, que legitimaría las decisiones que se adoptan; una escribanía por cuanto expresa como sello legal de las medidas que implementan las decisiones, como suerte de mediadora final en esa misma lucha de poder antes mencionada.
De ahí la indiferencia con la que puede observarse el cumplimiento de las normas constitucionales del ejercicio del gobierno y de la sucesión “por razones de salud”… hasta ahora, tanto como la enorme dificultad que el kirchnerismo podría tener para encontrar alguien que comprenda y admita el rol para el cual se lo requiere.
Soledad y falencia internacional
Un par de horas antes de que en Washington se diera a conocer el plan terrorista pergeñado desde la estructura de poder iraní para cometer un atentado terrorista contra la embajada de Arabia Saudita en los Estados Unidos y la embajada del mismo país y la embajada de Israel en Buenos Aires, el ministro de Relaciones Exteriores argentino, señor Héctor Timerman, pronunciaba una conferencia, en plena cancillería y ante los funcionarios que allí se desempeñan -por lo tanto, un público calificado- para celebrar el Día del Diplomático.
Fue por lo tanto apenas dos horas antes del anuncio oficial norteamericano, que el canciller Timerman reiteró una suerte de lo que, con amplia generosidad, podría calificarse como una boutade: la exposición elogiosa de la política argentina seguida con Irán puesta en cuestión por el propio Irán a partir de sus proyectos terroristas.
“En Nueva York -le relató a su selecto auditorio el canciller- la Presidenta se refirió al reconocimiento del Estado de Palestina, anunciado desde el Palacio San Martín, con una fórmula luego recogida por otros gobiernos que se apoya en las fronteras de 1967 (¡sic!) más el resultado de las necesarias negociaciones entre palestinos e israelíes. Por historia y por ideología somos fruto de la autodeterminación de los pueblos. Extendemos así nuestra contribución tanto a israelíes como a palestinos. Serán sus pueblos, cuando terminen las interferencias extranjeras, quienes encuentren el camino de la paz.
“La Presidenta -continuó dentro del área del Medio Oriente y entrando de lleno en Irán- mencionó otro punto significativo por sus enormes implicancias. Me refiero a la actitud de apertura que escogimos ante el anuncio de cooperación de Irán (sic ¡!) respecto de la causa AMIA, precisamente motivados por nuestro compromiso en la búsqueda de justicia y que en forma alguna configura un retroceso, pues siguen firmes los pedidos de captura emitidos por Interpol en contra de los acusados del horrendo atentado. Argentina no busca el diálogo como un fin, el objetivo es justicia para las víctimas. Argentina no busca una falsa reconciliación, además de justicia, busca memoria y verdad. Y lo hace por caminos legales porque no creemos en la venganza ni tampoco en la utilización de las víctimas como instrumentos políticos”.
Mucho se ha trillado en torno de la denuncia norteamericana en ese mismo día, dos horas después.
Y la carga principal residió, en ese primer momento, en condenar a Washington por no haber advertido acerca de los contenidos del complot que comprometían tan severamente la seguridad en la Argentina.
Y -¡oh sorpresa!- esas mismas cargas y quejas contra Washington, escuchadas en oficinas tan próximas a las del canciller, parecieron palidecer cuando, desde Washington primero y desde la propia embajada local, en seguida, se precisó que varias horas -casi dos días-, antes de hacerse conocer en Estados Unido el asunto, la cancillería y el gobierno argentinos habían sido prevenidos, en forma sucesiva, desde la propia Unión y luego desde la Embajada local, acerca de todos los detalles que luego se hicieron públicos, primero por boca oficial y luego ampliados, en cuanto se refiere a la Argentina, por vía periodística a través de trascendidos y descripciones “off the record”.
La pifia del canciller reubica su gestión en niveles estratosféricos y plantea el grado de alta vulnerabilidad que ofrece el país en un planteo internacional donde parecen estar nuevamente en juego muchas vidas.
Pero, sin dudas, muestra la virtual desconexión con el mundo real donde ocurren los hechos fundamentalmente internacionales, dejando en dudas la honestidad de sus referencias públicas y planteando un asunto de fondo: ¿sabía o no, al momento de pronunciar su discurso en la Cancillería, que Estadios Unidos había interferido ese intento terrorista iraní?
Es poco o nada significativo, finalmente, tratándose del canciller que revistió las modalidades de un simple “vista-aduanas” para tratar de enfrentar a la principal potencia mundial con una frívola revisión de valijas en un avión protegido por convenios que él mismo había convalidado.
Una desprevención, tanto como la de elogiar la política respecto de Irán y la presunción posible de un diálogo para hacer imperar la ley nada menos que con un régimen que trama un brutal atentado en el propio país.
Y que, además, exhibe una notoria desprevención al ignorar las relaciones estrechas con lo más cercano y granado de los puntos de relaciones externas del país, desde el punto de vista histórico, cultural y continental, como la República Oriental del Uruguay.
Porque en el mismo discurso, despachó las relaciones con Montevideo con un párrafo de apenas cuatro líneas -en el original-: “Con nuestros vecinos rioplatenses -ultrasintetizó- fortalecimos el proceso de Integración binacional con una activa agenda de reuniones de ministros, de vicecancilleres, de cancilleres y de presidentes”, olvidando quizá el funcionamiento de ese tren interpaíses que solo ha tenido averías y frustrantes acortamientos de trayectos, pero que se reduce a la nada como carencia informativa cuando, casi en paralelo, el ex presidente uruguayo, doctor Tabaré Vásquez, formula las revelaciones más asombrosas que muestran a un cancillería ausente, inexistente, esfumada entre los incendios que lo rodean.
No parecería razonable que se dé por normalizada una relación que, repentinamente y cuando todavía no se habían acallado las palabras del canciller, se conocen las revelaciones de una cuasi guerra con Uruguay, retenida tan solo por el realismo que imponen los propios militares uruguayos al revelar que no disponen de recursos ni equipo para llevar adelante una guerra que responda a los ejercicios “de frontera” de un no menos empobrecido y minimizado Ejército Argentino, ordenados nada menos que por la pacifista ministro de Defensa de ese momento, la doctora Nilda -montonera- Garré, en abierto desafío a la política de los “diálogos” y la “política de buena vecindad”, interferida tan solo por vecinos de Gualeguaychú que intentaban ocupar o hacer volar las instalaciones de la fábrica Botnia, y que el gobierno argentino kirchnerista no se animaba a detener o hacerles cumplir la ley.
¿Conoció el gobierno argentino los riesgos que se corrían y el extremo hasta el que había llegado el presidente Tabaré Vázquez?
¿Supo el canciller Rafael Bielsa que la secretaria de Estado de la Unión, señora Condoleezza Rice, había recibido especialmente al presidente Tabaré Vázquez y le había dado una esperanza en cuanto a un apoyo frente a los eventuales actos agresivos del kirchnerismo?
Por la agresividad con la que se manejó el ex canciller Bielsa al insultar al presidente Vázquez, todo hace suponer que no lo supo y ha tenido ahora una desagradable sorpresa de falta de información o relegamiento y soledad, como, quizás, la que ha tenido su sucesor en el tiempo, el propio canciller Timerman al enterarse de que un socialista de indiscutible prosapia de izquierda como Vázquez, decidió buscar la protección, como lo hiciera en su momento el presidente José Figueres, de Costa Rica, de Washington, este ultimo firmando un convenio que, por el precio de un dólar, los Estadios Unidos garantizaban su seguridad territorial y nacional; en tanto el segundo debía limitarse simplemente a esperar los acontecimientos para superar el déficit de equipo con el que debía llevar adelante la defensa de sus intereses nacionales.
No parece extraño que ante tal cúmulo de falta de informaciones de aquí y de acullá, la Argentina haya manejado sus relaciones con el exterior suponiendo que, merced al Banco del Sur podrá sustituir los oficios del Fondo Monetario Internacional; o que mediante el UnaSur estará en condiciones de disponer de los recursos de defensa necesarios para asegurar sus aventuras allende las fronteras, como las que parecen haber sido frenadas desde Montevideo, según confesión de Tabaré Vázquez.
Ese equivoco sistema de sustituciones, imaginado por Hugo Chávez bajo la advocación de los técnicos iraníes y los ideólogos cubanos que lo asisten, no parece haber redituado otro beneficio que la decisión de los Estados Unidos de cortar toda anuencia para las solicitudes de apoyo argentino en las entidades crediticias internacionales, incluidas las continentales, habida cuenta del escaso nivel de garantías financieras pero registrando, de este modo, adicionalmente, que no existe un vinculo que justifique una línea de“amistad” para correr riesgos asociados con el país.
Es probable que un país corra riesgos por dificultades financieras o económicas resultantes de una situación adversa y, en este sentido, pueda admitir comprensión; pero es posible que esto ocurra por su propia actitud desdeñosa respecto de quienes podrán ser sus solidarios apoyos, en cuyo caso caben algunas recriminaciones hasta encontrar el punto de reencuentro; pero, lo que resulta a veces insalvable, es que, además, un país en esas condiciones, esté dispuesto a asociarse con los enemigos de quien puede ayudarlo, en cuyo caso no cosechará ni siquiera la buena voluntad para tratar de superar sus inconvenientes.
En el caso argentino, no solo se procede a tratar de tener amistosas relaciones con Irán, con el argumento de que se trata de un país fiable después de haber asesinado, en sendos actos terroristas, a más de 135 personas, sino que, a renglón seguido, procede a reconocer a quienes, en otro terreno, como los palestinos, pretenden una presencia legitimada a fin de contar con los recursos y soportes políticos necesarios para llevar adelante una guerra de exterminio.
Esta suma de hechos contrastantes son los que recorren ese discurso de “buena voluntad” del canciller y colocan a la Argentina en un extremado y sistemático plano de soledad y aislamiento, al menos respecto del mundo civilizado y democrático, con los pies hundidos en el fango de los absolutismo iraní, venezolano, palestino, ecuatoriano, nicaragüense o boliviano.
Reforma de la Constitución: trampas y tramposos
A pesar de las desmentidas, burlas, medias verdades y afirmaciones a medias, generadas por los anuncios del intento kirchnerista de una reforma de la Constitución a fin de encontrar la modalidad posible de asegurar un imperio “eterno” -como lo vaticinó y proclamó en su momento la diputada“stalinista” Diana Conti- del kirchnerismo, al comenzar esta semana habría quedado constituida, de la manera silente más intensa imaginable y “bajo juramento” de “trabajar sin bulla, por favor, con resultados más que palabras”(secretario de la presidencia dixit, antes de dejarlos en posesión de media docena de despachos y una cuenta abierta para “compra de material” y el pago de tres muy fiables secretarias).
Hasta ahora estarían comprometidas las colaboraciones de ocho -seis hombres, dos mujeres- especialistas en derecho constitucional, sociología, historia y derecho comparado, a fin de elaborar un plan de acción, cuya presentación no podría exceder del mes de Marzo próximo, a fin de lograr un desarrollo que irá interesando a sectores de diversa procedencia política y en similar recoleto silencio.
No se excluiría del trabajo el intento de realizar algunos sondeos en profundidad mediante mesas redondas, conferencias, etcétera, que desligadas del proyecto central pusieran a prueba y en discusión pública los diversos tópicos reformistas para “ir ajustando los tornillos y no ser tomados por sorpresa”.
En forma pública, el asunto ha tenido progresivos soportes que cabrá ir analizando de manera pormenorizada, el menor de los cuales no parece ser el cuasi oficial pronunciamiento y reconocimiento socialista de su proclividad a apoyar una reforma constitucional, claro que amparados en rótulos que impliquen limites a la reelección específicamente de la viuda de Kirchner, finalidades de fácil compromiso ya que “los pingos se ven en las canchas”, conforme con la observación gauchesca atinada de un veterano organizador de reformas (estuvo en la reforma de 1957 y en la de 1994 y sabe, según dice, con sabiduría escéptica, que “no importa lo que se reforme sino cómo se lo aplique y quién lo haga: después de todo, la del 57 tiene el artículo 14 Bis y la del 94 crea un jefe de gabinete que es jefe de gobierno; pero, en realidad ni por la primera jamás se llegó al techo propio más que como una definición innecesaria por ya existente desde antes (¿a quién se le negaría un techo por razone s de derecho?) y en la segunda el jefe de gabinete nunca pasó de ser un empleado más, a las órdenes del presidente”).
Pero el equipo funcionará después del 23 a pleno, comenzando sus contactos y sondeos, aparte de la acumulación pertinente de material, con el auspicio implícito tanto de radicales como de socialistas, en cuyas plataformas se puede leer con claridad la proclividad a una reforma de la Carta Magna.
Ya han comenzado a tomar distancias de cualquier tentativa de la oposición de resistir una reforma y los argumentos buscan ampararse, como se señala más arriba, en un límite para que no haya reelecciones.
No se sabe a qué recursos podrán contribuir si el crecimiento del “nuevo partido progresista” coincide con la reforma y, a través de su imperio hegemónico, logra imponer a una persona, la misma en cada oportunidad que se presente.
Cuando en mayo de 2010 Hugo Chávez dio su famosa clase de dos días al matrimonio presidencial acerca de cómo llegar a la “presencia eterna” - no estaba la diputada “stalinista” Diana Conti presente, pero no es imposible que algo haya llegado a saber de esto - hizo dos anotaciones centrales acerca del método electoral, para superar el default experimentado apenas un semestre antes, en el comicio de 2009 por el propio Néstor Carlos Kirchner.
La primera fue la necesidad de dominar a los medios de comunicación como un canal único de verter sobre la sociedad cualquier consigna o información que se crea útil, de donde habría surgido con nitidez la conformación final de la aplicación de la por entonces flamante ley mordaza de radiodifusión.
La otra fue la urgencia de una legitimación constitucional de su permanencia en el poder: “Nadie llega al gobierno si no es para quedarse, si es que quiere hacer la revolución” habría dicho en la reunión.
Los suscriptores de Informe (2011) Argentina con Lupa tuvieron, en esos mismos días, una versión más completa acerca de las “reflexiones y enseñanzas” que aportó como síntesis de su camino, tras su fracaso golpista en 2002, cuando decidió imponerse a “hierro y fuego, si es necesario” pero “nunca abandonar el poder” (sic, atribuido al corolario de sus clases).
En los esquemas que la nueva comisión reservada de reforma de la Constitución tendrá por delante, conforme con quien los convocó y técnicamente puso en funciones, figura la posibilidad de “trabajar con dos aliados potenciales inmediatos” que no demoró en identificar, como se señala más arriba, en los radicales y los socialistas de Binner.
El suspenso y los juicios
Como si el tiempo y el inexistente fragor de una campaña electoral fueran los justificativos indispensables, la multitud de juicios que esperan al ministro Julio de Vido, parecen sujetos a algunas negociaciones que no son indiferentes a la conformación de un eventual gabinete -o, en realidad, dos gabinetes: uno que correría desde ahora hasta el comienzo lectivo del año 2012, es decir Marzo o Abril del año próximo; y un segundo gabinete, definitivo, destinado a acompañar a la ex primera Dama o quien ocupe la presidencia en su eventual nuevo gobierno, con posterioridad.
No resulta claro tampoco qué ocurrirá en lo inmediato -mucho menos en lo mediato- con los procesos seguidos contra el ingeniero Ricardo Jaime, del que se ha tocado a silencio en todos los ámbitos judiciales desde hace no menos de cuatro meses.
Tampoco se sabe qué ocurrirá con las denuncias y demás sortilegios jurídicos contra el parricida Sergio Schoklender, que desafío va y desafío viene, no ha cruzado todavía el umbral de celda alguna y, mucho menos, ha recibido carta documento que le notifique acerca de la iniciación de un proceso en su contra.
Mucho menos todavía se sabe qué ocurrirá con las denuncias que pesan sobre la jefa nacional y madre adoptiva del parricida Sergio Schoklender, la reputada madre de la Plaza de Mayo, señora Hebe de Bonafini, cuyas denuncias ante estrados judiciales se encuentran en estado de hibernación sino de extinción concertada (con la esfera oficial pertinente).
Resulta muy curioso observar cómo se han ido silenciando los más truculentos de los episodios de corrupción y hasta qué punto comienzan a extinguirse algunas acciones que, en su momento, restallaron como episodios descomunales.
Si se cumplen los pronósticos (¿o propósitos?) atribuidos a Gabriel Mariotto, en el caso de imponerse la ex primera Dama en los comicios del 23, hacia fines de año difícilmente habrá medio alguno en condiciones de abordar estos temas ni siquiera preguntarse qué ocurrirá con esos juicios, ya que para entonces habrá habido un “sinceramiento en los medios de comunicación, televisión y radios, que hará imposible que continúen las campañas difamatorias contra el gobierno, la sociedad y los más altos funcionarios”.
Para entonces se piensa que habrá terminado la “faz I” de la aplicación de la ley mordaza de radiodifusión, consistente en la entrega de un total de 450 frecuencias a nuevos permisionarios, la imposición de desarticulación de no menos de 15 grupos informativos en todo el país y el comienzo de la aplicación de las normas de “contenidos” que comenzarán a incluir obligatoriamente en todas las programaciones, aspectos centrales informativos.
El miércoles por la noche en el programa “A dos voces”que se emite por el Canal 11 TN, se emitió un documentado micro destinado a historiar el procesos seguido en Venezuela por el chavismo contra los medios y la libertad de información y de expresión, sus metodologías y acusaciones, sus diatribas de tribuna contra los propietarios de medios y periodistas independientes.
En un debate posterior, el filósofo Tomás Abraham equiparó lo ocurrido en Venezuela con lo que ocurre en la Argentina, denunció la existencia de una censura permanente y calificó como “fascistas” a los que integran, dirigen y definen las políticas de medios del estado en el país.

PANORAMA POLÍTICO NACIONAL DE LOS ÚLTIMOS SIETE DÍAS

Paradojas: se vota lo mismo pero se espera un cambio

Aunque la elección presidencial del 23 de octubre carece ya de mayores misterios, la política argentina sigue preñada de incógnitas. Se sabe que Cristina de Kirchner se sucederá a sí mismo, para iniciar el tercer período consecutivo en el poder de la misma familia. Pero se ignora si esta vez, sin la presencia dominante de su desaparecido cónyuge, la señora pondrá en marcha algo de lo que prometía en su campaña de 2007, cuando si lema era: “el cambio recién empieza”.
Una encuesta de Poliarquía que se conoció esta semana indica, al menos, que la abrumadora mayoría de la población espera cambios en el gabinete. Esa expectativa puede leerse como una crítica oblicua al gobierno: se vota la continuidad de la Presidente, pero se la notifica de que no está bien rodeada. Se esperan modificaciones de personas. ¿Del “modelo”? El tema reside, más bien (por ahora), en algunos rumbos. Sobre todo en lo que hace a seguridad e inflación.
Por otra parte, los actores sociales aguardan los nombres de los futuros ministros para descifrar señales sobre el camino que seguirá la Presidente. El silencio convierte la curiosidad en sospecha y la sospecha se traduce en fuga de capitales.
Desde la coalición oficialista llegan mensajes contradictorios: algunos redactan proyectos en la línea “radicalización del populismo”, otros se ilusionan con rumbos más sensatos y siguen soñando con arreglar las cuentas con El Club de París para virar suavemente hacia la normalidad económica. Del otro lado del espejo, la realidad ofrece sus propias proyecciones: la canasta familiar sube, los salarios alcanzan menos y, sin embargo, parecen pesar demasiado sobre la competitividad de las empresas. El ministro de Economía de Brasil sugiere a sus compatriotas que recen para que la economía china no se retraiga; Argentina, en todo caso, debe rezar por China y también por Brasil, esos son sus dos mercados fundamentales. Aunque de Brasil, ya se sabe que sus perspectivas de crecimiento para 2012 cayeron a la mitad, al 2,8 por ciento. Varias grandes firmas industriales instaladas en Argentina ya amagaron (o iniciaron) un encogimiento laboral: menos horas por semana, suspensiones, licencias adelantadas.
Si bien el hecho está disimulado o compensado por algunas ventajas comparativas y competitivas con que cuenta, Argentina está mal parada en la realidad mundial, particularmente por una tendencia (que el oficialismo ha practicado sistemáticamente) a caminar por los bordes y alejarse de las corrientes centrales y del equilibrio.
En virtud de ese comportamiento, enfrenta ahora dificultades para, por caso, tramitar créditos ante organismos internacionales, en los que Estados Unidos ha prometido ponerle la proa. Argentina es señalada por incumplimiento de sus compromisos internacionales (se apura en estos días por sacar normas adecuadas sobre lavado de dinero que se había obligado a sancionar hace años; sigue sin avanzar en el tema de la radarización del territorio, un paso ineludible para dar batalla al narcotráfico seriamente; está en veremos el sinceramiento de su sistema estadístico; mantiene su condición de país moroso) y zigzaguea de modo desconcertante en temas de alta exposición mundial.
La denuncia que esta semana hizo pública el gobierno de Barack Obama a través de su ministro de Justicia sobre preparativos de atentados de agentes iraníes contra diplomáticos en varias capitales, una de ellas Buenos Aires, encontró a la Casa Rosada y al Palacio San Martín en medio de un viraje. Cuatro años atrás, antes de la asunción presidencial de su esposa, Néstor Kirchner había reclamado a la República Islámica de Irán ante la ONU que accediera a la extradición de funcionarios y ciudadanos de aquel país, acusados por la justicia argentina participación en el atentado contra la sede de la AMIA. La actual Presidente reiteró en dos oportunidades ese gesto, que procuraba simultáneamente dar satisfacción a los reclamos de la colectividad judía y converger -nada menos que con una fuerte denuncia sobre terrorismo- con la política de Washington de aislar al régimen de Teherán, que ya desplegaba su amenazante política de desarrollo nuclear.
Desde entonces, la política de Buenos Aires hacia el gobierno iraní varió. Algunos atribuyen ese cambio al peso de las exportaciones argentinas (la balanza comercial con Irán es netamente favorable para Argentina); otros, a la influencia del venezolano Chávez, a quien atribuyen haber intercedido ante el gobierno de la señora de Kirchner para que Argentina facilite apoyo tecnológico al desarrollo atómico de Irán. Algunos notorios mosqueteros del gobierno, como Luis D’Elía, pivotean constantemente entre Caracas y Teherán.
Por hache o por be, lo cierto es que la denuncia de Washington colocó en una situación de incomodidad al gobierno, que ya cuatro meses antes había sido informado de las investigaciones por el embajador de Arabia Saudita en Buenos Aires, uno de los posibles blancos del ataque terrorista. El diplomático aclaró que transmitía los datos por consejo (y con autorización) del gobierno de Estados Unidos, que era el que estaba desarrollando secretamente las pesquisas.
El gobierno de la señora de Kirchner ya tenía estos datos en su poder cuando visitó la Asamblea de la ONU, tres semanas atrás, y su embajador ante el Organismo, Jorge Argüello, recibió la orden de mantenerse en su asiento mientras el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, pronunciaba un discurso negador del Holocausto y numerosas delegaciones abandonaban la sala en señal de protesta.
Hay que admitir que el gobierno argentino no es el único de la región que ha virado de tono en relación con el gobierno de Irán. La presidente de Brasil, Dilma Rousseff también cambió la sintonía, aunque lo hizo en sentido, si se quiere, opuesto al de la señora de Kirchner. Diferenciándose de su antecesor, Lula Da Silva, Rousseff empezó por tomar distancia de Teherán por temas de derechos humanos (a raíz de las amenazas de lapidación de una mujer iraní condenada en 2007 por adulterio) para luego aclarar, a través de su canciller, Antonio Patriota (ex embajador en Washington), que la política nuclear de Irán le “genera desconfianza”.
Rousseff prefiere navegar por el hondo canal central, en Buenos Aires se inclinan por las fangosas orillas.
Diez días atrás, la Presidente había escuchado en Olivos al experimentado Felipe González. Aunque está retirado de la vida oficial, González sigue de cerca la política mundial, conoce el pensamiento de los principales líderes y también el de muchos de los mayores actores económicos. El sabe que, si Argentina tiene un asiento en el G20, se espera del país que actúe con jerarquía y responsabilidad, que sea previsible, que cumpla con sus obligaciones. En estos tiempos de crisis, predica el sevillano, el mundo necesita “gobernanza”,gobernabilidad, y eso implica imposición de normas, y un sistema de castigos y premios.
¿Qué le tocará a la Argentina en esa tómbola?
La previsibilidad de los Estados es la que facilita la convivencia y las buenas relaciones. Durante esta semana, uruguayos y argentinos se enteraron de que, en medio de la crisis por la papelera Botnia, el ex presidente oriental Tabaré Vásquez había evaluado una hipótesis bélica. Se puede hacer consideraciones sobre la extemporaneidad o la indiscreción de las inopinadas declaraciones del político frenteamplista: muchos se encarnizaron ya con él enarbolando esos argumentos. Quizás conviene también reflexionar sobre las razones que habrán empujado a este oncólogo pacifista y de izquierdas a imaginar la posibilidad de una dramática ruptura de la hermandad rioplatense, de una guerra con su gran vecino argentino. Seguro que el desencadenante no fueron las protestas vecinales de Gualeguaychú: Uruguay estaba preparado para entender esas quejas y para soportarlas. Sucede, sin embargo, que en un momento dado las asambleas locales de protesta fueron espoleadas desde la jefatura del Estado vecino y su presidente agitó la bandera patriótica para enfervorizar a esa asamblea. Como en otras ocasiones, la pequeña política doméstica fue puesta por encima de las cuestiones permanentes, fueran estas los vínculos con Uruguay o la defensa del medio ambiente: el hecho es que desde entonces en los sectores más iracundos de la protesta se empezó a fantasear con el uso de medios violentos para “erradicar” la planta instalada al otro lado del río. “Pensaban en dinamita”, explicó Vásquez. No hacía falta tener espías en Gualeguaychú para saber que también se imaginaron otros métodos, otros instrumentos. Los preocupados uruguayos fueron contaminados por un delirio que, comprobaban, estaba lejos de encontrar contención razonable y adecuada en la autoridad argentina.
Los comportamientos serpenteantes, imprevisibles (desde maltratar a huéspedes oficiales hasta incautar sorpresivamente bienes de un Estado al que se le ha pedido colaboración, proponer diálogos cordiales con gobiernos a los que se ha acusado de ejercer el terrorismo o ignorar advertencias sobre la eventual reincidencia) generan desconfianza, suspicacia, reticencia o rechazo. Constituyen mala política.
Estos asuntos pueden no ser centrales en la atención pública. Pero sus consecuencias, cuando se desencadenan, suelen llegar a todos los niveles de la sociedad.
Seguramente intuyendo eso, una sociedad que sabe quién será su presidente desde el próximo 10 de diciembre, ya le reclama señales. Y señales de cambio.