lunes, 2 de enero de 2012

Instituto Nacional de Revisionismo Histórico versión oficial

Instituto Nacional de Revisionismo Histórico versión oficial

Tergiversación de la metodología de reconstrucción histórica. Eliminación de la memoria global como herramienta apta en la metodología de reconstrucción de sucesos históricos. El caudillismo como fenómeno emergente. Convicción confederada de José Gervasio Artigas.

a) De Dorrego al Uruguay de hoy. Remisión a la formidable editorial del Dr. Julio. M. Sanguinetti. La Nación 7/12/2011.
1. Se encargó de señalar el doctor Sanguinetti que una bienvenida ola de protestas ha despertado la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico. Simplemente es un abuso de poder que desde el gobierno -cualquier gobierno- se consagre de modo oficial una corriente historiográfica particular y se imponga un derrotero académico de específica reivindicación de ciertas figuras históricas, en obvio desmedro de otras.
2. Agregó el eximio pensador e historiador que un acto de esta naturaleza se inscribe en esa patología tan difundida de usar el pasado con fines políticos presentes, mediante una visión en blanco y negro entre buenos buenísimos y malos malísimos.
3. Con cita a Paul Ricoeur el doctor Sanguinetti recordó que éste reconoce que “debemos a los que nos precedieron una parte de lo que somos”, previniéndonos, sin embargo, sobre el abuso de la memoria, cuando se impone “una dirección de conciencia que se proclama a sí misma portavoz de la demanda de justicia de las víctimas. Es esa captación de la palabra muda de las víctimas la que hace cambiar el uso en abuso”. Esto se ha visto reiterado hasta el hartazgo en los últimos años, con respecto a una historia reciente que tanto en la Argentina como en Uruguay ha sido usada subrayando los inexcusables horrores de los crímenes de las dictaduras militares, pero al mismo tiempo soslayando los no menos inexcusables de las guerrillas marxistas o estructuras paramilitares.
4. Añadió que en este caso, al remontarse a los orígenes mismos de nuestras repúblicas se incurre en un segundo exceso: ignorar lo que ha avanzado la historiografía rioplatense en los últimos años para no seguir repitiendo la visión maniquea que nos legó el pasado político, unitarios y federales en la Argentina, colorados y blancos en Uruguay.
5. Textualmente dijo el doctor Sanguinetti que en esa óptica, la historiografía uruguaya, aun de filosofía liberal, no ha sido condenatoria del fenómeno caudillista, expresión social inevitable de tiempos inorgánicos en que el desplome de la administración española había dejado estas tierras sin una estructura capaz de gobernarse. Esa visión proviene de que la nacionalidad uruguaya se funda en un Artigas caudillo rural, pero de una profunda convicción institucionalista, que legó a sus más importantes continuadores.
6. El hecho histórico es que la independencia uruguaya fue el resultado de un proceso progresivo de autonomía, que comenzó en tiempos coloniales en una rivalidad portuaria de Montevideo con Buenos Aires y luego se fue configurando, a partir de 1810, en las visiones contradictorias que de la Revolución de Mayo emergieron.
7. Artigas fue claramente independentista de España, inequívocamente republicano, fervoroso demócrata y defensor de una idea confederativa, que, inspirada en los Estados Unidos, uniera provincias respetando “la soberanía particular de los pueblos”. De sus desencuentros con los gobiernos de Buenos Aires, y de los que le sucedieron después, ya con él desaparecido de la escena desde 1820, cuajará en 1828 la independencia de nuestra República Oriental del Uruguay.
8. Y bien: para el “revisionismo” argentino y sus seguidores uruguayos, que los hay, esta República nuestra, con casi dos siglos de historia, es un invento de la diplomacia británica y no el resultado de una lucha patriótica de 17 años, incomprendida -desgraciadamente- por gobiernos de Buenos Aires que hicieron inevitable su independencia política.
9. Por eso nos preocupa -agregó el mismo doctor Sanguinetti- cuando se ubica al general Dorrego como emblema, respetabilísima figura sin dudas, pero el comandante de la fuerza militar que en 1815 pretendió someter al artiguismo y fue en buena hora derrotada por Artigas, Rivera y Lavalleja en la histórica acción de Guayabos. El mismo general, incluso, que cae acusado de debilidad frente al Imperio de Brasil en ocasión de la independencia uruguaya.
10. Del mismo modo, preocupa -evocó el doctor Sanguinetti- cuando la señora presidenta de la Argentina dice: “Nosotros perdimos en Caseros. Ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo”. ¿Está queriendo decir que la Argentina perdió su guerra de “secesión”, en recuerdo de que Rosas nunca reconoció la independencia paraguaya y pretendió ejercer su hegemonía sobre el Uruguay, aprovechando las diferencias de los caudillos uruguayos?
11. Aun sin agitar ningún fantasma de una Argentina intervencionista, no deja de ser preocupante traer a nuestra situación de hoy estos conflictos del pasado en una clave que, mirada desde la otra orilla del Río, suena a “Uruguay provincia”.
12. Por cierto nuestra formación republicana pudo ser otra. Para unos y para otros. Pero fue lo que fue. Y dos siglos después, tan irreversible es la Argentina como Uruguay, o Paraguay, o ese Brasil que logró mantener unidos todos los segmentos de su estructura colonial como no pudo ser entre nosotros. Todo ello es definitivo y el Uruguay no sólo demostró su viabilidad preservando su independencia, sino que, además, fue un reconocido éxito, hasta no hace mucho considerado pionero en desarrollo político y social.
13. La historia debe hoy ser respetada para comprender mejor nuestros procesos, para reconocer por qué somos como somos y no para reinstalar esquemas que nos enfrentan. Mucho ha avanzado la historiografía. San Martín no precisa reivindicación. Artigas tampoco, ni aun en la Argentina, desde que Félix Luna lo ubicó como caudillo fundacional del federalismo. Los imperios de entonces no son las potencias de hoy. El estudio de nuestras sociedades ha enriquecido notablemente en los últimos años la mirada del pasado. Dejemos, entonces, a la historia en su ámbito. Dejémosla en la academia y en el debate abierto, en la investigación y en nuestra búsqueda constante de explicaciones e inspiraciones. Pero no la usemos desde el Estado para dividir y dividirnos.
14. Hasta aquí no se hubo ensayado otra cosa más que un reproducción textual de la impecable editorial elaborada por el prestigioso estadista, periodista, historiador y pensado nacido en la banda oriental, editorial del 7 de diciembre de 2011 que reprodujo el Diario La Nación, ello en clara actitud de firme respeto y apego a una incuestionable objetividad en la metodología empleada a propósito de los acontecimientos históricos recorridos por el Dr. Sanguinetti. Tal como habitualmente se observa en sus múltiples y nutridos ensayos.
15. Y en este punto cabe añadir a Teztvan Todorov, cuando éste se encargó de señalar que una de las características más salientes de los regímenes totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, que emergieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX consistió en la supresión lisa y llana de la memoria como herramienta apta de reconstrucción de los procesos históricos, tal como tampoco se le escapó al propio doctor Sanguinetti en otra no menos formidable de sus tantísimas producciones.( “La agonía de una democracia” , Ed. Taurus, 2.008).
b) Evidencia científica fehacientemente comprobada. Corroboración de la incontrovertible veracidad de la editorial del Dr. Julio M. Sanguinetti. Magnífica producción historiográfica del doctor Omar López Mato. “ARTIGAS”. Un héroe de las dos orillas. Editorial El Ateneo. Genuina y científica visión revisionista en la perspectiva del doctor Omar López Mato.
1. En línea con el relato efectuado por el doctor Sanguinetti, cabrá por comenzar diciendo que el transcurso del mes de febrero de 1811, una partida de Blandengues orientales ingresaba sigilosamente a la ciudad de Buenos Aries, acompañando al por entonces capitán José Gervasio Artigas, dispuesto a ponerse al servicio de la Revolución de Mayo.
2. Con escasos doscientos pesos concedidos por la Junta de Buenos Aires, Artigas rebeló al campo uruguayo y extendió la revolución hasta las puertas de la ciudad de Montevideo, logrando victorias que merecieron ser recordadas en el Himno Nacional Argentino.
3. Las desinteligencias con las zigzagueantes políticas de los porteños, que no se atrevían a cortar los lazos con la España intrusiva, le acarrearon al prócer más de un problema.
4. Sin embargo se erigió como el Jefe de los Orientales encabezando la gesta del éxodo, la Redota. Sus glorias fueron cantadas por su leal seguidor, el negro Ansina.
5. La exquisita publicación del doctor Omar López Mato (en línea con la visión genuina y honestamente revisionista propuesta por el doctor Sanguinetti) nace del bien ganado prestigio que ha generado la figura de Artigas.
6. Por esos avatares del manejo de la historia (como certeramente lo expuso el doctor Sanguinetti), el jefe caudillo oriental ha quedado delegado una deslucido segundo plano del otro lado del Río de la Plata.
7. Para colmo de estos males, la historia argentina, escrita desde la perspectiva porteñista, ha maltratado, gratuitamente, la figura de quien, a su vez, fue el primer caudillo conocido en estas tierras.
8. Analizar los primeros años de la vida patria argentina desde la perspectiva del país hermano, como lo hace la biografía fundamental ensayada por el doctor López Mato, tan rigurosa en su investigación como amena en su narración, nos ayuda a comprender los intereses en juego en el período fundacional de las identidades nacionales.
9. Artigas se erige, a pesar de los libelos difamatorios porteñistas y de la “historia oficial” que se propuso desde la Argentina, en un ser de enorme estatura moral, que -a no dudarlo- alumbra las dos orillas del Plata.
c) Acerca del aporte artiguista a la declaración de independencia de la República Argentina en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816. Pronunciamiento de Arroyo de la China. Visión integradora y federalista del caudillo oriental. Falsas denuncias de Sarratea. Propuesta separatista ofertada por Álvarez Thomas.
1. La visión auténticamente revisionista que propone el doctor López Mato en su enjundiosa publicación muestra al prócer y caudillo oriental José Gervasio Artigas, convencido de sus principios demócratas, federales y republicanos, y relata que éste enfrentó cada adversidad que le tocó vivir con una estatura moral que lo convirtió en el referente de una nación en ciernes.
2. Artigas combatió a españoles, lusitanos y porteños con un firme propósito integrador de su propia provincia al sistema federal soñado. Fue precisamente el mismo Artigas quien convocó a la declaración de independencia del 29 de junio de 1815, cuando Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Misiones -que juntas constituían la mitad del territorio de la “Argentina” en ese momento- y la Banda Oriental se pronunciaron en Arroyo de la China, Entre Ríos, por la separación del yugo español.
3. Sin embargo, este hito fundacional fue olvidado por la historia oficial de los argentinos. Derrotado por las abrumadoras fuerzas lusitanas que invadieron la provincia ubicada del lado oriental del Plata en clara connivencia con la dirigencia porteña, Artigas buscó refugio en las tierras de Pancho Ramírez.
4. La tragedia y la traición persiguieron al Protector, quien retrocedió peleando hasta buscar su último refugio en el Paraguay. Allí vivió hasta su muerte junto a su más fiel compañera, la digna pobreza.
5. El Jefe de los Orientales tenía muy claro cuál era el esquema político que creía más adecuado para estas tierras. No sólo captó las ventajas del sistema republicano federal propuesto por las ex colonias norteamericanas, sino que, además, percibió claramente que el modelo sólo serviría de inspiración.
6. Hasta el último momento, Artigas promovió la autonomía de las provincias, siguiendo el modelo confederado de las ex colonias norteamericanas; además perseveró en sus convicciones con una constancia digan de admiración y clarividencia que, a no dudarlo, estuvo ausente en otros próceres. No abandonó nunca su deseo de formar una patria grande, una gran confederación a pesar de las traiciones, de las falsas denuncias de Sarratea, de los ofrecimientos arteros de los realistas, a pesar de la franca posibilidad de escisión que lo proponía Álvarez Thomas, a pesar de las perfidias de Pueyrredón y Posadas.
7. La traición de Ramírez llegó cuando todo estaba perdido, aunque él siguiese enviando cartas afiebradamente a todo el mundo para pactar una ilusión; muy a pesar de ello en 1832, Fructuoso Rivera, entonces presidente del Uruguay, invitó a Artigas a regresar, pero éste se rehusó. Quizás no pudo olvidar la traición o no era su deseo abrir las heridas del pasado. Las cartas de repitieron en 1840, pero el viejo caudillo oriental ni abrió los pliegos. Expresó entonces su firme deseo de morir en el ostracismo.
8. Artigas no fue un separatista, como verdadero demócrata que fue, su esencia genuina es la de un confederado, convencido de las bondades del sistema republicano.
9. A modo de conclusión, la reedición propuesta desde esta columna para la consideración y evaluación del estimado lector acerca de las respectivas, pero convergentes, visiones, en este caso, dadas de dos historiadores, uno de ellos uruguayo (Sanguinetti) y el otro argentino (López Mato) sobre un mismo segmento histórico podrá resultar de cierta utilidad para advertir como la señora Presidente de la República Argentina hubo bastardeado la metodología de reconstrucción histórica utilizando el pasado para clara satisfacción de sus específicos y circunstanciales intereses políticos.
10. Bien se encargó de desenmascarar, con exquisita sutileza, el prestigioso historiador uruguayo; igual de bien lo corroboró su colega argentino; ambos, de modo convergente, desde cada orilla del Plata. Tanto el fenómeno caudillista emergente en su tiempo, como asimismo la enorme figura de José Gervasio Artigas lo merecían.
11. Lo dicho demuestra, cabalmente, que resulta perfectamente posible que la verdadera historia puede ser objeto de prístina narración despojada de todo tipo de apasionamientos y con estricta sujeción a una honesta metodología de reconstrucción del pasado. Tal el caso, no se dude, de los historiadores Julio M. Sanguinetti y Omar López Mato.

¡Pobre Santa!

¡Pobre Santa!

Esto sí que se pone complejo. Y oscuro. Prácticamente ya no quedan caretas puestas. Se han caído todas. Cristina Kirchner picó en punta cuando, entre los festejos por su triunfo en las elecciones de octubre de 2011, nos revoleó la quita de los subsidios con los que consiguió su reelección. La lista de pendientes que acumulaba en su Vuitton obtuvo trámite rápido y las medidas salieron una tras otra como trompada.
Su careta y la de su flamante vicepresidente que, con sonrisa indeleble dejó el camino arado al sucesor, se apilan con las de los empresarios que, uno a uno, formaron fila para succionarles las medias y apretarles la mano, en ese orden.
Del Congreso cuesta hablar. El mero hecho de describir la conducta o inconducta de los esbirros rentados que mantenemos allí adentro por centenas carcome la dignidad. Es un espectáculo vergonzoso, una galería y rejunte de farsantes, oportunistas, arrastrados e ignorantes salvo honrosas excepciones que, por aisladas, no modifican la estadística sino que confirman la regla. El Congreso Nacional es un espejo que nos devuelve el exacto contorno de nuestra sociedad. Que nadie se haga el distraído y balbucee con cara de sorprendido: “¿Yo, señor?”. Pues Sí, señor: ese amontonamiento de diputados, senadores, asesores, secretarias, beneficiados y ñoquis que aceptan conformar una suerte de asociación ilícita para despilfarrar anualmente casi tres millones de pesos por legislador, no son más que una muestra en escala de aquello en lo que nos hemos convertido. Ellos, elegidos por nosotros, no son peores que nosotros en conjunto. Parvas de caretas legislativas se hicieron trizas contra la realidad en los últimos años y eso los ha dejado expuestos con su hipocresía y sus miserias a la intemperie. La de Carlos Menem al caer fue una de las más ruidosas. Durante su primer mandato, el “Turco querido” de muchos antiperonistas se encargó, entre otras cosas, de convertir los medios de comunicación en un bruto oligopolio privado repulsivo para cualquier individuo que respete la libertad. Pero con su voto a favor del reciente proyecto oficial de controlar el insumo básico de los medios escritos, perdió algo más que la careta.
Justo es reconocer que el “rush” legislativo del último día no es invento K; lo practicaron todos las cámaras adictas porque no son adictas a una administración sino a sus privilegios de casta, de modo que votar lo que le viene bien al gobierno de turno es afianzar el sistema en el que todos ellos se benefician. Hoy es otra vez la emergencia económica, paradójica necesidad para el país de ensueño que describe la presidente, pero de esa delegación gozaron casi todos los anteriores, cada uno con su excusa.
La maratón de las leyes, una de las pocas tradiciones que conserva la Argentina, se corre los últimos días de diciembre y la canasta navideña de este año viene completita: una ley de tierras antediluviana, delegación inconstitucional de funciones al Ejecutivo, zarpazo a la caja de peones rurales, nacionalización/expropiación del insumo papel para diarios, un “pito catalán” masivo a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales a los que adherimos y alguna que otra nadería.
Es lógico que mientras esas cosas pasaban la gente estuviera por millones viendo llorar a los empleados de Tinelli. Aquella manga de crápulas que durante el año se rascaron a cuatro manos y prácticamente no sesionaron, son los mismos que votaron una ley de primarias que sella este círculo vicioso y viciado. Esa norma le pone un candado a la política y asegura que ningún independiente sueñe siquiera con llegar a ocupar espacios desde los cuales sea posible cambiar el sistema. Bravo por ellos, porque entre todos y haciendo la parodia de que se pelean, si con la lista sábana nos tenían empaquetados, ahora con la ley de primarias nos pusieron el moño. Ya tenemos garantizada la reelección indefinida de los mismos de siempre y/o sus secuaces.
También tenemos garantizada la monocromía de ideas. No se entiende la devoción del gobierno por controlarlo todo pues estos años quedó demostrado que ni la oposición se juega por sus convicciones, si las tuviere, ni el público se lo reclama. No logro decidir quién fue más apático de los dos.
Lo cierto es que, ante la eventualidad de que alguien se despertase y pusiera reparos al autoritarismo reinante, se sancionaron leyes de enorme riesgo institucional que garantizan problemas a quien se atreva a expresar disidencias. No es que los argentinos tuviéramos en la prensa nacional un semillero de cuestionadores implacables pero ahora no va a haberlos por imperio de la ley. Acallar el pensamiento crítico es un mandato genético de todas las dictaduras y ésta no quiso escapar a la tradición.
Cuando Perón atropelló a “La Prensa” la batalla fue campal. En el país, medio siglo después de consumir peronismo, todo es más berreta, más tibio y más parcial. Por eso hoy, el kirchnerismo y sus aliados (recordemos siempre que no lo hicieron solos) tienen enfrente sólo un puñado de camaleones.
Cada vez que el titular lo requería, el “gran diario argentino” no hesitó en tergiversar, omitir y reinterpretar la historia. Debe ser por eso que ahora, que la arbitrariedad les toca de cerca, hay tantos espectadores satisfechos con el mal momento que atraviesan.
No es q esté bien que los persigan pero es humano no lamentar los conflictos de quienes no pocas veces se apartaron de su misión primaria. Fueron muchos los q padecieron arbitrariedades varias y que no lograron conmover a Clarín ni a La Nación. Fueron muchos los silencios y las posturas capciosas. En lo personal, ¡qué suerte haber sido coherente! Qué suerte haber seguido la tradición familiar y tener un pasado periodístico orgullosamente ligado a “La Prensa”, el referente indiscutido de la defensa de la libertad. Qué suerte no haber sucumbido a la tentación en la que cayeron Clarín y La Nación de pactar con el poder de turno para obtener privilegios. Qué suerte no haber pertenecido a medios involucrados con pactos espurios, sea por insumos como el papel para diario o de dinero en efectivo por publicidad oficial. ¡Qué suerte!
Es probable que el vendaval autoritario se lleve puestos a antiguos socios. La tradición política está plagada de esos ejemplos. “Donde la justicia no existe, es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría” dijo Quevedo y huelgan agregados.
¿Quién podrá defenderlos ahora que nos hemos transformado en una sociedad en la que no importa tener razón sino tener amigos con poder y donde el poder vigente es esencialmente maniqueo y crematísticamente corrupto?
La justicia es un capitulito aparte. ¡Qué poco duró la alegría de los cambios que creímos haber introducido en los ámbitos de control! Alejandro Fargosi hizo campaña denunciando los atropellos K al deber ser y en la primera oportunidad, votó con ellos para ampliar la planta permanente de jueces adictos. Eso sí, contó con el inestimable apoyo de Federico Pinedo que, como su antiguo compañero de colegio, sabía bien a quién estaba defendiendo.
Tras este somero racconto se hace difícil desearles una Navidad feliz y casi peor, un 2012 con expectativas. No me salió un saludo navideño clásico pero, qué quiere que le diga, para lavarle el cerebro, están las autoridades.