domingo, 18 de diciembre de 2011

EL IMPACTO DE LA CRISIS ES LA OBSESIÓN OFICIAL

Después de la ofensiva K: ¿Qué sigue?

La ofensiva del gobierno tiene varios componentes: la maratón de leyes aprobadas prácticamente sin debate en las sesiones extraordinarias, la oficialización de una gobernación paralela de Buenos Aires en cabeza de Gabriel Mariotto y la concentración de superpoderes en manos de Guillermo Moreno. A esto, obviamente, hay que sumarle la decisión presidencial de acorralar a Hugo Moyano, obligándolo en cierto modo a colocarse en el rol de jefe de la oposición. Con excepción de las explosivas declaraciones de Sergio Schoklender sobre las vinculaciones entre las Madres de Plaza de Mayo y el terrorismo, todos los conflictos que se desataron a partir del 23 de octubre fueron impulsados directamente o indirectamente por la Casa Rosada. En este sentido, la reforma del estatuto del peón rural y la regulación de la fabricación y comercialización de papel de diario son dos ejemplos. El apuro del cristinismo para concentrar más poder en el menor tiempo posible podría confundirse con una actitud irracional y desenfrenada. Sin embargo, hay una explicación más lógica. Con las facturas de enero, empezará a impactar en los bolsillos de un amplio sector de la clase media el retiro de los subsidios a los servicios públicos y en febrero empezará la ronda de las paritarias en un contexto de confrontación con la CGT. Todo esto mientras el mercado cambiario sigue intervenido por Moreno, el retraso del dólar aumenta, las importaciones están semiparalizadas, la soja esta bajó a U$S 400 la tonelada y el gobierno no aclara como financiará el pago de los compromisos de la deuda pública del 2012.
En síntesis, los pronósticos convergen en un cambio de clima, signado por una mayor conflictividad gremial, la pérdida de consenso en la clase media y la probable aparición de focos de conflicto sociales, todo enmarcado por la posibilidad de una estanflación. Estos conflictos podrían tomar distintas formas, que irían desde una nueva ola de ocupaciones hasta episodios de tensión en provincias que tienen sus cuentas en rojo. El nuevo contexto empeoraría entonces las condiciones de gobernabilidad, que hoy son favorables al kirchnerismo, y también podrían hacer bajar peligrosamente la imagen positiva de Cristina. Si la actual embestida oficial se evalúa entonces en función de la crisis que está por empezar, en realidad esta ofensiva tendría fines más bien fines defensivos. O sea, tratar de estar en las mejores condiciones posibles para soportar la inminencia de tiempos difíciles.
Que harán cuando empiece la crisis
Un interrogante fundamental es que hará efectivamente el gobierno cuando los tiempos difíciles lleguen. ¿Intervendrá la CGT y los sindicatos que no le responden, empezando por camioneros? ¿Intentará procesar por terroristas a los operadores del mercado cambiario? ¿Tratará de impedir la circulación de los diarios opositores? ¿Encarcelará a dirigentes de la oposición con cualquier excusa, como hizo Chávez? De seguir por este rumbo se deslegitimaría peligrosamente. Pero el problema es que el otro camino implicaría llamar al diálogo político, intentar un pacto social y reconocer el problema inflacionario y el atraso cambiario. O sea, una rectificación mayúscula de las posturas que, hoy por hoy, son irrenunciables para CFK. Desde la muerte de Néstor Kirchner en adelante, las condiciones políticas y económicas favorecieron el crecimiento superlativo del poder presidencial. Si se instalan próximamente condiciones adversas, hay razones para dudar de que este presidencialismo imperial pueda mantenerse sin hacer concesiones muy significativas, o sea, atenuando su poder. Con su inflexibilidad, la presidente se fabricó su propia trampa. Sólo puede triunfar, porque negociar significaría su derrota.