miércoles, 8 de febrero de 2012

La malvinización para tapar el ajuste, cerca de agotarse

La malvinización para tapar el ajuste, cerca de agotarse

Hoy, la presidente conseguirá que un hecho habitual en cualquier democracia normal se convierta en un acontecimiento especial. Es que invitó a gobernadores y legisladores de distintos partidos al acto en el que se darían a conocer modificaciones a los permisos para los vuelos que comunican a las Malvinas con Chile. La última vez que CFK compartió un auditorio con dirigentes de la oposición -Mauricio Macri, Hermes Binner y Ricardo Alfonsín, entre otros- fue el 10 de diciembre del 2010 en un salón de YPF, cuando anunció el hallazgo de grandes yacimientos de gas y petróleo en Neuquén que nos permitirían llegar al autoabastecimiento. Aquella saga energética terminó días atrás con la misma presidente denunciando públicamente a Repsol-YPF por no invertir en nuevas explotaciones. La comparación viene a cuento por el hecho de que, a partir del 10 de diciembre pasado, el cristinismo está librando una batalla a brazo partido para instalar una agenda política que no pase por el ajuste -o la sintonía fina- que es, en definitiva, el verdadero eje de la acción de gobierno durante este año. El primer esfuerzo giró en torno a la escenificación mediática de la operación de tiroides, que se derrumbó en un clima de sospechas cuando trascendieron las incoherencias de los diagnósticos y se hizo obvia la manipulación oficial de la información. Inmediatamente el gobierno inició una serie de escaramuzas resonantes para tapar el impacto inicial de los tarifazos, los aumentos de tasas municipales, la baja del consumo en los centros de veraneo y el malhumor de la clase media ante los aumentos en las prepagas, los colegios privados, etc. La reforma constitucional, la ofensiva contra las petroleras y, sobre todo, la malvinización del discurso oficial fueron los tres instrumentos elegidos para tratar de distraer a la opinión pública.
Como seguirá
Que la malvinización está dirigida a un objetivo doméstico y no a conseguir resultados concretos en el plano internacional lo prueba el hecho de que la Casa Rosada no consiguió avanzar ni siquiera en el plano regional. La clave es que en Itamaratí están molestos por el freno que Guillermo Moreno les impuso a las importaciones y para nada predispuestos a enfatizar su solidaridad por Malvinas. Por otra parte, Brasil avanza en un convenio para la adquisición de material bélico británico que supera los U$S 2000 millones. Similar malhumor por la política de Moreno se hace sentir en Uruguay y Chile. Los más receptivos a la malvinización son, como viene ocurriendo invariablemente, los halcones del conservadurismo inglés, que encontraron una excusa para plantear el refuerzo de las defensas del archipiélago, como si las Fuerzas Armadas nacionales representaran una amenaza real.
El riesgo político que hoy enfrenta el cristinismo es que se le agoten los recursos mediáticos para mantener en primera plana la malvinización distractiva. No sólo se trata de bajarle el perfil al ajuste en marcha sino también a la crisis CGT-gobierno. Es evidente que el cristinismo no se siente cómodo en el contrapunto verbal con Hugo Moyano, porque éste apela a golpear en las zonas más sensibles del oficialismo. En tren de especular, el inminente agotamiento de la malvinización podría abrir paso a un nuevo escenario fabricado para tapar el tembladeral económico. Pero no sería la reforma constitucional, un tema que, si se planteara en el Congreso, llevaría a una casi segura derrota del oficialismo, ya que hacen falta los dos tercios de los votos, que por ahora están muy lejanos.