lunes, 31 de octubre de 2011

EL DÓLAR, ¡QUÉ DOLOR!

EL DÓLAR, ¡QUÉ DOLOR!

El domingo 23/10/11, el 54% de los votos consagró a Cristina como presidente de la nación. Un montonazo de votos que le permitirán reasumir la presidencia el 10/12/11. ¡Glorioso! A pesar de la tristeza del día 27, primer aniversario de la muerte de Néstor. Una semana complicada.
Una semana emocionalmente complicada, de la euforia, a la pena por la ausencia irremediable. Y por si fuera poco, como en los anuncios de los viejos vendedores de baratijas en los colectivos, “para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero”, irrumpió con violencia incontenible, ¡el dólar!
El dólar ya venía causando molestias económicas desde hacía un tiempo. Pero después de las elecciones, la compra de dólares se extendió como una enfermedad contagiosa y muy peligrosa. Para el gobierno.
Para el gobierno, en un país con la historia argentina, que la gente salga a comprar dólares contra viento y marea, a pesar de los controles, es un síntoma que preanuncia males mayores. Y en eso, los argentinos nos hemos doctorado.
Porque que una empresa saque del país US$20 millones en un día, es un problema; pero que 20 millones de argentinos salgan a comprar aunque sea US$50 en un día, es un problemón. Cuando Doña Rosa y don José dejan de creer en el $(peso), la economía real se tambalea.
Es una historia repetida a lo largo de los años, que tiene siempre el mismo final desagradable. Desde Perón en el mítico balcón de la Rosada, diciendo: “¿alguno de Ustedes vio alguna vez un dólar?”, pasando por Lorenzo Sigaut, ministro de economía (1981): “el que le apueste al dólar pierde”,hasta Duhalde (2002): “el que depositó dólares, recibirá dólares”.
Los argentinos piensan en dólares, hacen cuentas en dólares, tasan casas, hectáreas, autos, en dólares. Aunque el dólar esté quieto y el peso esté fuerte. Forma parte de la cultura argentina. “Dólar nuestro que estás en las casas de cambio, no nos abandones, ven a nosotros…”
Cuando el argentino medio, el ciudadano de a pie, decide que el dólar es su refugio para ahorrar o tener medianamente seguro su dinero, el gobierno de turno está en serios problemas. ¿Qué pasó? ¿Y el 54%?
Difícil de explicar, salvo que los compulsivos compradores de dólares formen parte del 46% que no votó a la presidente. De todos modos, la inflación, la verdadera, no la del INDEC, hace que la memoria colectiva se vuelque al dólar. Y más controles pone el gobierno, más dólares compra la gente. Primero porque los controles activan la desconfianza, y segundo porque las prohibiciones lo hacen mucho más atractivo.
Adán y Eva habían sido privilegiados por Dios con el paraíso terrenal. Nada les faltaba, tenían comida, bebida, animales pacíficos, belleza en los paisajes, eran atérmicos, y se tenían el uno al otro. Sólo había una condición que cumplir, no comer de un determinado árbol, el resto era todo de, y para ellos. La prohibición los empujó a probar la fruta que no debían probar.
El resultado es conocido. Fuera del paraíso, ganando el pan con el sudor de la frente y pariendo los hijos con dolor, los argentinos recorren casas de cambio, cuevas y arbolitos, para comprar dólares. Y la AFIP, la UIF, el BCRA, gendarmería nacional, prefectura naval, perros, decretos, planillas, explicaciones imposibles de dar, nada va a parar la compra de dólares, si la gente decidió comprar. Más controles es igual a mayor incentivo.
Los controles están bien para cumplir con lo que exige el GAFI y evitar el lavado de dinero, pero preguntarle a un empleado de ferretería o a una ama de casa que justifique porqué compra US$100, es demencial.
Puede que los compre porque está ahorrando para la fiesta de 15 de su hija o para las vacaciones en San Bernardo, porque no le tiene confianza al peso y la inflación (insisto, la verdadera), se come sus ahorros. ¿Y si el que compra US$300, lo hace porque se le da la gana, porque le gusta la cara del señor Franklin? ¿No es este un país libre, donde si los $pesos con que se compran los dólares están en blanco y han sido declarados y justificados, hay que explicar para qué se los necesita? Y porque si. Porque los ciudadanos libres, de una nación libre, que no cometen un delito, deben poder comprar la moneda extranjera que se les dé la gana y para lo que se les dé la gana.
Esta sumatoria de resoluciones, salidas de un mal libro de historia repetido hasta el cansancio, desde mediados del siglo pasado, siempre ha dado el mismo inevitable resultado, han fracasado. Quieren evitar un mercado de dólares paralelo: están pariendo a velocidades impensadas el mercado paralelo.
¿Cómo no se dan cuenta? Han sido tan exitosos durante la campaña electoral (muy ayudados por la ausente y dispersa oposición), han obtenido un espectacular 54% de votos en elecciones limpias e incuestionables, ¿por qué en materia económica usan estrategias que no sirven? Es más, no sólo no sirven sino que actúan en la dirección contraria a la deseada.
¿Cómo no se dan cuenta? Los controles no sirven. Más controles, sirven menos. Lo que tienen que cambiar es la política económica. Transparentar el INDEC, seguir la reglas del GAFI (y darles la ley antiterrorismo que piden, la que decreta que alguien con la cara cubierta y un palo en la mano es un terrorista, aunque los movimientos sociales argentinos se enojen y tengan que salir a la calle como todos los demás: a cara descubierta y sin palos), empezar a reducir subsidios y otorgarlos a quienes realmente los necesiten y desarmar de a poco la bomba de las tarifas de los servicios públicos.
Mientras sigan aumentando los controles para adquirir dólares y no cambien las políticas de fondo en materia económica, ¡bienvenidos al mercado paralelo!, el mismo que quieren evitar, pero ayudan a establecer.
P.D. El 19/7/11, en la Cámara de Comercio, la presidente dijo que no había que apostarle al dólar (como Sigaut), pero en su declaración jurada no hay acciones de empresas argentinas, no hay bonos soberanos argentinos, si hay ladrillos (casas), y una empresa y un plazo fijo por US$2.906.261. ¿Haz lo que digo, más no lo que hago?

SE ACUERDAN ???

¡CORRALITO!
¡Tome su dinero y corra!

Con las nuevas medidas fiscales tomadas de apuro el gobierno ha metido los dedos en las grietas del dique cambiario por donde salen los chorros de dólares que están vaciando las ya menguadas reservas del BCRA pero difícilmente podrá evitar por mucho tiempo que la fuerza de la desconfianza pública termine por hacer volar por los aires el muro de la represa porque cuando cunde la alarma el margen de maniobra de las autoridades se reduce sustancialmente dado que el nerviosismo social no necesita muchos incentivos para convertirse en una estampida que arrase con todos los dispositivos de control e instale el estado de anarquía que terminó abruptamente con varios gobiernos en la Argentina.
Desde esta columna hemos insistido en varios artículos acerca de la ineptitud manifiesta de la viuda y su equipo para hacer frente a contingencias realmente graves como las que ha generado la inoperancia del famoso “modelo” en los ocho años de gobierno kirchnerista, período en el que toda la política económica post Lavagna se redujo a la constante transferencia de recursos de un sector a otro dado que era lo único para lo que alcanzaban los escasos conocimientos de economía política que poseía el ahora venerado ex presidente Kirchner virtual ministro del ramo desde 2006 a 2010.
En principio, las disposiciones de la KGB fiscal que se dieron a conocer el viernes sobre la compra de dólares constituyen un corralito inverso, es decir que no se permite a aquellos a quienes la situación ha pillado con los pantalones bajos que accedan a la única manera de proteger el poder adquisitivo de sus módicos ahorros frente a la perspectiva de una inevitable devaluación del peso so pena de una persecución implacable.
Además de ser una señal que se viene a agregar a las varias que ya emitió el gobierno acerca de su intención de recortar las libertades públicas e instaurar el sistema estalinista basado en el terror que se oportunamente anunciara en esta columna ante el escepticismo generalizado de dirigentes políticos y empresarios, los movimientos espasmódicos del poder administrador están indicando que se viene otro corralito más severo ya que se encuentra en un desfiladero sin salida provocado por su irresponsable carrera en pos de la continuidad del esquema de saqueo inaugurado por el extinto líder de este conglomerado de intereses que nada tienen que ver con el bien común.
Gracias a una estrategia electoral basada en la aptitud histriónica de la viuda para embaucar a grandes masas de habitantes y a la inopia e ignorancia de una oposición especuladora el tema económico quedó sepultado en los discursos pero amenazante en los hechos y ahora el gobierno es un bombero loco intentando acotar el incendio que dejó crecer mientras la responsable política del desaguisado juega a la esfinge para ocultar un hecho que resulta cada vez más evidente: no hay plan y el “modelo” es sólo un catálogo de piezas amontonadas en un desordenado cambalache.
Prueba irrefutable de ello es el giro copernicano de la dueña de la sonrisa sobradora que gestiona el BCRA -sindicada como una“brillante economista” por algunos grandes medios- que de gran transgresora heterodoxa que desparramó pesos a mansalva en el circuito monetario paradójicamente pasó a convertirse por la fuerza de las circunstancias en la más férrea defensora del valor de la moneda nacional tal como lo ordena la carta orgánica del BCRA que ella había calificado de “obsoleta”.
A esta altura de los acontecimientos en que el 10 de diciembre es hoy sólo una gran incógnita debe inquietar a los argentinos: ¿Se le terminó la suerte al clan Kirchner y sus adláteres? Si es así, la mejor recomendación que les pueden hacer las consultoras a sus clientes es que compren kirchneristas. Y usted por las dudas hágale caso al consejo del experto en bombas: “si me ves corriendo trata de alcanzarme”.

“CON INCONSISTENCIAS”

“CON INCONSISTENCIAS”

“Con inconsistencias: Indica que no se han superado los mencionados controles, detallando el/los motivo/s correspondiente/s.” Resolución 3210 de la AFIP. Art. 6
Apenas una semana de los comicios presidenciales, y sin embargo, parece que hubieran pasado meses o años ya… Pese a ello, la contundente victoria de Cristina Fernández de Kirchner conlleva, como todo, su debilidad.
En primer lugar, no posee aquellos mentados 100 días de gracia que, según muchos, debe dársele a un gobierno en su faz inicial. En segundo término, la Presidente no puede apelar más a denunciar gestiones anteriores, herencias recibidas y/o conspiraciones destituyentes, si se tiene en cuenta el magro caudal electoral de los opositores, amén de los “aplausos y ovaciones” que confesó poseer de todos los sectores durante la campaña, así como la venia que le hiciera la dirigencia empresaria.
En definitiva, entre el viento de cola, los precios de los comodities, la madre soja y la indiscutible habilidad política del kirchnerismo, el gobierno ha llegado a las elecciones sin más obstáculos que si mismo. Todo debería marchar sobre ruedas pero de pronto, el triunfo apabullante, la conquista de los sectores díscolos y las encuestas que sonríen a la jefe de Estado comienzan a tambalear sin que se haya alterado el escenario, ni se sepan a ciencia cierta los cambios que se producirán en ciertos despachos.
¿Razones? ¿Causas? Poco aportan los análisis macroeconómicos ahora. Hay, por encima de toda lógica matemática y dato de mercado, una idiosincrasia nacional que no puede traicionar su naturaleza. Si algo caracteriza al argentino medio ha sido y es su afán por el regateo en todos los órdenes, sin excepciones. Si la oferta es tentadora, allí estará haciendo cola.
Aunque parezca que no tiene sentido el recuerdo, en estos días, rememoraba una imagen que no pude dejar de relacionar con aquello. Venían a mi mente esas largas filas de autos que se producían en plena ruta 2, con el sólo fin de conseguir -de manera gratuita-, una botellita de agua o un yogur de determinada marca. Eran épocas en que todavía se veraneaba sin grandes sobresaltos, la economía no yacía como espada de Damocles sobre los ciudadanos. Aun así, podían pasarse minutos interminables detenidos como si el obsequio fuese un gran premio.
Pues bien, este afán por la compra de dólares, más allá de responder (como ciertamente responde) a la lógica del mercado tiene mucho que ver también con aquella manera de ser de los ciudadanos. Por circunstancias similares hemos vivido como si fuese eterna la etapa del “déme dos”, de los viajes a Miami, y la aparente fiesta interminable…
Aquellos que, por ese entonces, vaticinaban un final de festejo complejo eran tildados de agoreros, “tira bombas”, mala onda. Es justo admitir que los pronósticos de los analistas van más allá del corto plazo que se ha elegido para situar las expectativas, pero simultáneamente hay que sincerarse y asumir que, en los últimos años, se ha hablado de Apocalipsis y catástrofes sin demasiado argumento del que agarrarse.
Ahora bien, se supone que -hoy por hoy-, no hay amenaza latente para que se mancomune la idea de prevención. Sin embargo, prima la incoherencia. Basta con observar las diferencias entre la siembra y la cosecha de la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, para darse cuenta hasta qué punto en Argentina, se vive en la contradicción.
Mientras la clase media aducía sentirse identificada con las declaraciones televisivas que hacía la mencionada dirigente política, en el cuarto oscuro se ensobraba una oratoria sustancialmente distinta. ¿Cómo es posible que quienes aplaudían la vehemencia de Carrió, hayan terminado avalando, precisamente, lo que aquella denunció? La respuesta no es muy científica que digamos.
Tampoco es científica la causa por la cual, aparentemente de la noche a la mañana, los argentinos bregan por el papel verde en detrimento del peso local. Convengamos que hablar de una conducta subrepticia es un tanto falaz. No es nueva la desconfianza hacia la moneda nacional. A fuerza de desventuras, se ha agudizado la falta de credibilidad en general, y en lo económico y político en particular.
Si ahora hay una mayor demanda del billete americano las razones hay que buscarlas tanto en el juego de oferta-demanda del mercado, así como también en nuestra peculiar forma de ser: contradictorios sin igual. Dejar alguna de estas variables de lado es una suerte de auto-engaño.
Asimismo, ello explica que a horas de haberse ratificado el modelo de “matriz diversificada y doble flujo” que, en verdad, no dice nada claro, los mismos votantes se hayan volcado a los bancos y casas de cambio. El escorpión está de uno y otro lado. Es decir, el mismo “bicho” habita en Olivos, trabaja en Balcarce 50, y se refleja y halla en todos los demás barrios y periferias, a lo largo y a lo ancho. Cristina Kirchner es tan argentina como todos los demás.
Aunque suene a chicana, tampoco se puede descartar el hecho de haber sido Néstor Kirchner -a quién, recientemente, se idolatrara-, quién desoyera las advertencias del poder central para aumentar su declaración patrimonial. Mi abuelita hubiera dicho que “se predica con el ejemplo”. A juzgar por los bienes acumulados por los Kirchner, el “negocio” no fue tan malo. Y es más, ¿los fondos de Santa Cruz se depositaron con la cara de Roca, San Martín, y Belgrano? Somos ingenuos pero no tanto.
En este orden de cosas, el asombro frente a los acontecimientos sobra. Las medidas lanzadas a las apuradas por el Ejecutivo Nacional responden, a su vez, a la concepción política intrínseca de quienes están en el poder: coerción, persecución, caza de brujas, y el viejo recurso de sembrar el temor. ¿Podía esperarse una acción coherente y acorde a un mercado que se auto-equilibra satisfactoriamente si no media el Estado, por parte del kirchnerismo? A juzgar por los últimos ocho años, era impensado.
Lo que debería preocupar con tanto énfasis o más, en la sociedad, es la capacidad de reaccionar que tiene la ciudadanía cuando se trata de la economía, frente a la total incapacidad para advertir que la suerte que corre el dólar es exactamente igual a la que corre la libertad. Claro, la libertad no se palpa, y aparenta ser abstracta, inmaterial…
Limitados por esa realidad, hastiados de pronósticos de tsunami que no llegaron a producirse con la misma intensidad que en otras ocasiones de nuestra historia nacional, y frente a un gobierno que promete seguir en una especie de letargo anunciando planes, inaugurando obras, y festejando efemérides populares, no puede esperarse conductas más racionales.
Puede ser que el típico ciclo económico de las crisis regulares se haya alterado pero eso no amerita creer que se ha acabado. Esta certeza repica en el inconsciente ciudadano.
La vasta papelería decorativa que supimos acumular a lo largo de diferentes períodos políticos explican, de alguna manera, que se haya llegado como se llegó hasta acá. A su vez, hay conciencia acerca de esta continuidad aunque el rumbo de imprevisibilidad que fuera bendecido por una mayoría electoral, no implica una entrega de cheque en blanco sino más bien pone en evidencia: 1) la falta de alternativa; 2) la seguridad de tener que adoptar, tras los comicios, otras medidas en lo personal pues, el gobierno, no garantiza tener más herramientas que la suerte y la habilidad comunicacional para asentar las bases de la aparente prosperidad.
Más que una declaración de amor hacia el poder hegemónico de los K, lo que ha habido el pasado domingo ha sido una confirmación de paciencia y aceptación ciega de lo que se da, como cuando nos deteníamos a esperar el agua y el yogur por su carácter gratuito primero y principal, y muy posiblemente sin tener siquiera sed ni hambre como para consumirlos ya.
El dólar, en ese sentido, y además de tener un color esperanza que el peso no tiene, posee una estabilidad que justamente la da aquello que tanto se desdeña acá: la institucionalidad, la libertad.