martes, 20 de septiembre de 2011

SE CIERNE LA TORMENTA CAMBIARIA

El dólar de equilibrio estaría en los $6
La frase acuñada por Winston Churchill poco tiempo antes de comenzar la segunda guerra mundial se puede aplicar en estos días al mercado cambiario argentino. Ayer fue un día sombrío, porque el real se siguió devaluando a razón de casi 1,80 por dólar. La soja, a su vez, bajó por sexta jornada consecutiva, quedando a 491 dólares la tonelada en Chicago contra los 530 dólares de hace 15 días y el Central y el Nación vendieron 270 millones de dólares, y en lo que va del mes superan cómodamente los 1200 millones de dólares. Es falso, por otra parte, lo que afirman no pocos economistas en el sentido de que el BCRA tiene espaldas anchas porque atesora reservas por 49.000 millones de dólares. No aclaran que esas reservas son brutas y que, si se les restan los pasivos, las reservas netas están por debajo de los U$S 15.000 millones. Ciertamente poco para hacer frente a una base monetaria de 191.000 millones de pesos.
Sin salida
Además, en el período 2007-2011, hubo una inflación acumulada del 120% cuando el dólar estaba a 3 pesos, y en este período se devaluó un 35%, para llegar la divisa a los 4,24 pesos de hoy. Es decir que, para alcanzar a la inflación, el dólar debe cotizarse aproximadamente a 6 pesos y todo lo que falta es simplemente atraso cambiario.
Cabe recordar que en enero de 1998, Brasil devaluó su moneda el 200% y generó entonces la decadencia del menemismo, con la recesión que duró hasta el segundo trimestre del 2002, después que el peso se devaluara el 250%. Las nuevas señales de alarma en relación a Brasil están a la vista: el real en un mes se depreció un 15% y su crecimiento, que en el 2010 fue del 7,5%, este año no superará el 3%, por lo cual va a costar mucho exportar a nuestro vecino mayor. Éste, a su vez, nos va a llenar de sus productos y Guillermo Moreno tendrá mucho trabajo para impedirlo.
Así las cosas, al atraso cambiario que explicamos más arriba se agrega el atraso tarifario con un dólar de 4,24. Habría que imaginarse lo que sería el atraso tarifario con un dólar de 6 pesos. Ésta es, en síntesis, la famosa caja de Pandora económica que el cristinismo tiene que abrir, o bien se abrirá sola, explotándole en la cara. Hoy por hoy, la crisis del modelo parece que se producirá mucho antes de lo que se creía. Lo que está claro es que el gobierno no debería equivocarse al punto de ofertar en liquidación una mercadería como son las reservas del Central, de las cuales quedan apenas 15.000 millones de dólares.

Miedo político y pánico económico

Miedo político y pánico económico
Ya no se trata sólo de una descontrolada danza de miles y miles de millones, sino de una competencia ideológica, política y empeñada, nada menos, que en alcanzar el poder en el mundo interrelacionado que vivimos. En esa lucha, la Argentina -y esto dicho como al pasar- nada tiene que hacer ni decir y únicamente debe prepararse, como simple espectadora, para soportar esta verdadera pulseada que tiene en vilo a los analistas y a los protagonistas que, por lo general, eluden llamar a las cosas por su nombre. Aquí, quienes deberían interiorizarse de esta situación viven en el mejor de los mundos; ni Cristina Fernández, ni sus asesores más cercanos -con la excepción de algún funcionario incapacitado para actuar- y mucho menos quien ejerce el papel formal de ministro de Economía, están interiorizados del complejo mapa de la globalización y vencidos por el ideologismo, apenas sí atinan a formular enunciados optimistas, esforzándose por llegar a las elecciones sin alterar los planes sociales que muy posiblemente se derrumbarán a comienzos del año que viene. En pocas palabras, esto es lo que se avecina en el orden interno entre los nerviosos apoyos de sectores proteccionistas de la actividad industrial y la ignorancia de los políticos más entretenidos por satisfacer minoritarios reclamos de cambios sexuales que por conocer la realidad que se nos viene encima.
Lo que dejamos dicho es nada más que una síntesis, una apretada sinopsis derivada del fracaso de los pocos gobiernos socialistas que todavía sobreviven -España, Portugal, Grecia- la responsabilidad que tiene confundidas a las dos principales potencias de la Unión Europea, como son Alemania y Francia, la caída vertical de la popularidad de Barack Obama en los Estados Unidos y, finalmente, por la paciente independencia de Gran Bretaña, que trata de tomar distancia de la debacle que tanto preocupa. Junto con Suiza, es uno de los dos países europeos que desean mantenerse al margen del difícil conflicto que soporta el euro.
China Continental, donde el comunismo sirve para mantener el orden interno mientras crece su poderoso capitalismo llamado con otro nombre, juega un papel adicional que puede sintetizarse, por ahora, en el hecho de ser la dueña de un impresionante paquete de bonos de la deuda externa de los Estados Unidos, dato nada despreciable, por ser un factor condicionante de la situación. Ésta se define también por la importante crisis interna que viven los norteamericanos, que no se resignan a perder su papel predominante en el mundo, papel afectado notoriamente por las fallas administrativas del gobierno demócrata de Barack Obama, cuyo prestigio está en picada y corre paralelo a la pérdida del control legislativo. En el centro de las tensiones laten las diferencias ideológicas, el déficit fiscal y la resistencia popular a las innovaciones que desea aplicar un presidente que, a esta altura de las circunstancias, ya vislumbra que no será reelecto cuando se produzcan las elecciones de aquí a un año. Parece poco, pero para la realidad norteamericana es un plazo que puede convertirse en abismal.
Cronológicamente, las primeras señales para el vulgo comenzaron con el armado escandalete que volteó al francés Strauss-Kahn de su poderoso cargo en el Fondo Monetario Internacional, sus aspiraciones a reemplazar electoralmente a Sarkozy como presidente de Francia pero, sobre todo, a sus ideas respecto del rol del dólar estadunidense como moneda referencial en el ámbito financiero y económico internacional. Apretadamente, éstos son los componentes esenciales del escenario que hoy alimenta las inquietudes y confunde a los analistas. Y ya que estamos, como para hacer un paréntesis en esta brevísima descripción, como argentinos debemos preguntarnos si por casualidad Cristina o Boudou tienen alguna idea acerca de esta realidad. Con fondo rockero y enjuagues electorales, ambos pasan por la crisis entretenidos en otras cosas menores y acordes con la descendente perspectiva que el kirchnerismo se encargó de construir para nuestra ex República.
Mientras todos estos factores se mueven dentro de los arriesgados parámetros que alteran más aún la intranquilidad de otras partes del mundo -por ejemplo, los países árabes productores de petróleo y la irrupción cada vez más peligrosa del islamismo combativo-, las miradas se detienen en la interna política norteamericana, cargada de interrogantes pero, sobre todo, por el desborde ideológico que encarna Obama, la reacción política que por ahora se canaliza en el movimiento que sacude al Partido Republicano bajo el nombre del “Tea Party” y la crisis social que amenaza seriamente la vida de los norteamericanos. Allí crece la pobreza y la desocupación, los principios ortodoxos que engendraron la potencialidad norteamericana se sienten agredidos por el gobierno de Obama y tal como siempre ha sucedido en momentos críticos, esta clase de tensiones afectan seriamente el devenir político. En un país donde la política externa en buena medida es determinante de sus manejos institucionales, lo que comentamos no es un dato menor y por eso es explicable la incorporación de Sudáfrica al grupo de pocas naciones poderosas que realmente inciden en la marcha del mundo. Sudáfrica es el productor de oro más importante; China, un competidor manufacturero de envergadura por sus menores costos de producción y por ser, junto con la India, uno de los mercados más importantes para vender alimentos. Al cerrar por hoy este corto panorama descriptivo, diremos que esto último es un mensaje alentador para países como el nuestro, excepto que políticamente sobreviva un personaje como Guillermo Moreno o que se convierta en realidad la aspiración de Cristina de designar un futuro plantel de ministros, secretarios y asesores, cuya edad oscile entre los veintiséis y treinta y cuatro años. Bajo el disfraz de La Cámpora, estos párvulos fuertemente remunerados cargarían con el peso de decidir sobre nuestro futuro.

EL VOTO VERDE ARGENTINO

EL VOTO VERDE ARGENTINO

“Hay un tiempo en que es necesario dejar las ropas usadas
que adoptaron la forma de nuestro cuerpo,
y en el que debemos olvidar los caminos
que nos han llevado a los mismos lugares.
Es ahora el tiempo de la travesía, y si no nos animamos,
habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos.”
Fernando Pessoa

Imaginemos un remoto país donde un club de fútbol con un pasado glorioso pierde la categoría como culminación de una prolongada acumulación de desatinos institucionales y deportivos, conmoción que hace estallar de ira a sus simpatizantes, que canalizan su frustración protagonizando bochornosos actos de vandalismo. Imaginemos ahora que, cuando las sombras del desencanto amenazan con sepultarlo todo, un mecenas chino, consternado por la conmovedora tristeza de su pequeño hijo, quien -globalización mediante- ha adquirido una tan inexplicable como entrañable adoración por los colores del equipo en desgracia, decide alquilar el plantel completo del Barça -cuerpo técnico incluido- y ponerlo a disposición de las flamantes autoridades del sufriente club -surgidas a consecuencia de la crisis- a fin de contribuir a revertir el colapso deportivo. Como era de prever, los resultados no se hacen esperar, y rápidamente encaminan al equipo a una fulminante consagración. La natural euforia de sus simpatizantes acompaña incondicionalmente la gestión de la nueva conducción, que al amparo del ciego fervor deportivo, se entrega a una bacanal de negociados, fraudes y tropelías varias, que comprometen severamente el futuro patrimonial e institucional de la entidad. No resulta difícil imaginar el demoledor respaldo electoral que obtendría una apelación a la continuidad de la deportivamente exitosa gestión, con independencia de lo circunstanciales o aleatorios que hayan sido los resultados deportivos, así como de la previsible devastación institucional sobreviniente.
Este módico ejercicio de realismo mágico alcanza para iluminar la sobredosis de republicanismo ingenuo con que el voluntarismo de muchos fantaseó embellecer el previsible comportamiento electoral de la ciudadanía, el pasado 14 de agosto; en mi caso particular, renegando aún de mis propios dichos de apenas sesenta días antes.
La innegable contribución de la oposición se materializó a través de su incapacidad de construir un vector con aptitud de concentrar el rechazo al régimen. Sobre la decisiva importancia del vehículo, permítaseme intentar un conjetural ejercicio contrafáctico: Un Carlos Menem ganador de la interna que le negó Eduardo Duhalde en 2003 hubiera estado en capacidad de sortear la masiva impugnación que lo llevó a desertar de la segunda vuelta, y el kirchnerismo, en ese caso, seguiría confinado a los límites de su feudo patagónico.
La prematura definición de la contienda electoral parece haber instalado un microclima que guarda cierta lejana similitud -salvando evidentes diferencias de escala- con el prevaleciente luego de la implosión de la URSS. Esta versión minimalista de un “fin de la historia” vernáculo, anticipa una pretendida unipolaridad política a partir de la abrumadora hegemonía del canon oficialista. Los primeros movimientos confirman esa presunción. La proyectada contundencia del resultado excita los reflejos borocotizantes latentes en una oposición de baja intensidad, y la avidez del empresariado cortesano empuja la cotización de los reclinatorios de Olivos. Ese primitivismo implícito en un futuro monocolor no hace sino prever una aún mayor laxitud de las reglas que limitan el ejercicio del poder. Sólo un irreductible optimismo permite fantasear con la emergencia de un potencial clivaje federalismo-centralismo, como respuesta de transición al agotamiento del esquema oficialismo-oposición, clásico eje ordenador del debate político.
Este populismo posmoderno, que ha sabido conectar tan hábilmente con el entramado ideológico del “sistema de los objetos”, a través de la exaltación del consumo y la gratificación inmediata, no está exento, sin embargo, del riesgo de ser devorado por su propio espejismo. La profecía de Fukuyama no sobrevivió a la realidad. En términos asimilables, nuestra propia historia registra paradójicos respaldos electorales inapelables -que parecieron fundacionales en su momento- a modelos cuya caducidad estaba anunciada. La verificación de su previsible colapso resintió luego el apoyo ciudadano, o lo mutó directamente en súbito repudio.
Así como suele aceptarse que los mercados descuentan en sus decisiones presentes los escenarios proyectados, por el contrario, las razones profundas del voto ciudadano suelen estar vinculadas fuertemente con la percepción del presente, y si alguna asociación temporal reconocen, ésta tiene que ver con el pasado inmediato. En ese sentido, cabe apreciar el acierto del discurso oficial, que con la consolidada letanía del “infierno” de 2001/2002, ha sabido mantener vivo en la conciencia popular, el parangón con la peor circunstancia de nuestros últimos cien años.
Vale recordar que a sólo tres meses de su plebiscitaria reelección de 1951, el General Perón asumió con realismo el fin de la fiesta consumista, momento que se reconoce como un quiebre que alumbró un tiempo de creciente desencanto de su base electoral menos ideologizada. De referencia inevitable, y a pesar de las consecuencias sideralmente distintas, la caída de Fernando de la Rúa comparte, sin embargo, una misma matriz histórica que muestra reiteradamente que a menudo, paradójicamente, lo que aparece como inesperado sólo torna manifiesto lo obvio.
El paralelo con 1999 resulta insoslayable; la convertibilidad acusaba inocultables señales de agotamiento, pero la insípida apelación del discurso de la Alianza contaba con el inestimable refuerzo de la imagen del drama de la hiperinflación, aún vigente en la memoria colectiva. Esa fuerte identificación empezó a mostrar su precariedad apenas diez meses después, cuando entre octubre y noviembre de 2000 se fugaron más del 2,5% de los depósitos del sistema bancario, iniciando la lenta agonía de aquel gobierno. El resto es historia.
Asistimos por estos días a un nuevo episodio de la saga que documenta nuestro reiterado vínculo fetichista con el dólar. Si bien ya constituye un clásico, la empinada vocación compradora preelectoral presenta en este caso la curiosa singularidad de haberse excitado, paradójicamente, con la desaparición de la incertidumbre acerca de quién será el inquilino de Balcarce 50 por los próximos cuatro años. Esa suerte de “voto verde” podría encubrir algún parentesco con el oxímoron que expresa una sociedad declaradamente pro-estatista, pero cuyos sectores más humildes reniegan crecientemente de la enseñanza estatal gratuita, o prescinden del transporte ferroviario subsidiado, a favor de alternativas privadas más onerosas. La soberbia oficial podría estar confundiendo una regla de validez con el criterio de verdad. Algo así como imaginar que el apoyo electoral convierte mágicamente en verdadero al IPC del INDEC.
En otras latitudes, el “voto verde” remite a los “globalofóbicos”,una suerte de luditas del Siglo XXI. La peculiaridad argentina, una vez más en las antípodas, revela que en estas playas, en cambio, constituye un intento de procurarse un salvoconducto que habilite la conexión con el mundo, a resguardo de la declarada intención depredadora del modelo confiscatorio centralista de matriz parasitaria.
Al ritmo actual de fuga de capitales de u$s 3.000 M mensuales, nos encaminamos a terminar el año con una caída de reservas de u$s 10.000 M. En estas condiciones, mantener el nivel de actividad haciendo Política Monetaria expansiva, importa el riesgo de activar el peligroso ciclo emisión-fuga-emisión. El escenario relativiza la trascendencia del 23.10 como episodio terminal. La economía no es borocotizable y tiene su propia dinámica, que no siempre sincroniza con los calendarios de la política.

LA CAVERNA DEL RÉGIMEN

LA CAVERNA DEL RÉGIMEN
¿Existe o no la realidad? Un psicólogo nos diría que “vivimos en un mundo construido por nuestro cerebro que unas veces nos muestra cosas que no están y otras nos esconde cosas que sí están”.
El poeta inglés William Blake decía: “Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, la realidad aparecería como es: infinita.
La percepción es una creación virtual de nuestro cerebro para dar sentido a la realidad que estamos contemplando.
Por eso, muchas veces lo que damos por cierto puede no ser real: “Para nuestro cerebro es más importante contarnos una historia consistente que contarnos una historia verdadera. El mundo real es menos importante que el mundo que necesitamos”.
Interpretamos la realidad según nuestros paradigmas, muchos de los cuales pueden ser falsos.
Quizás una de las obras más conocidas para poner en paralelo el mundo percibido y el mundo real es “La República” de Platón, donde se recoge “El mito de la caverna”, que cuenta el caso de unos hombres que habían sido encadenados en el interior de una cueva mirando hacia dentro.
Había un fuego en el exterior de la caverna y las personas que pasaban entre el fuego y la cueva proyectaban una sombra sobre la pared interior de la misma.
Los que se encontraban dentro sólo veían las sombras y con el tiempo llegaron a creer que las sombras eran la realidad.
“Compara” le pide Sócrates a Glaucón, “con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza”
Y prosigue proponiéndole que imagine: “una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia delante; detrás de ellos la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en lo alto, a lo cual suponte que ha sido construido un tabiquillo.”
Sócrates ante el asombro de Glaucón por la descripción de aquellos prisioneros, le pregunta: “¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombres proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?”
Esos prisioneros al decir de Sócrates, viviendo como han vivido en esa forma: “no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos...”
Como esos prisioneros vive el pueblo argentino, viendo solamente las ficciones que el régimen le proyecta en la pared que tiene enfrente.
Evidentemente se ha acostumbrado a las mentiras del régimen, al falso discurso cotidiano que la presidente le proyecta a través de la televisión “en cadena”.
Encadenados sería mejor decir, a la sarta de mentiras dichas con toda solemnidad, y a veces con el adobo sollozante de alguna referencia al difunto déspota, intercalada en una muestra de chabacana sensiblería para los alcahuetes que la aplauden.
A nuestra “parlanchina” presidente le cabe la definición dada por Sócrates en el diálogo mencionado: “aquellos que andan engañados y se creen que son en realidad políticos, porque se ven celebrados por la multitud”.