domingo, 7 de agosto de 2011

EL FRACASO DEL “MODELO”

Ha llegado el momento para afirmarlo con mayor contundencia: el “modelo” ha fracasado. Si bien son numerosas las señales indicativas de esta afirmación, elegiremos las más expresivas y, sobre todo, aquellas que dibujan un mal presagio para el escenario político, presagio peligroso y alarmante por lo que vamos a decir enseguida. Como uno de los males de la época consiste en privilegiar las definiciones materiales y entre ellas las económicas, iniciaremos nuestras reflexiones con una síntesis de éstas últimas. Lo haremos con la prevención de que, gane quien gane las elecciones, las correspondientes medidas que tendrán que adoptarse inevitablemente contendrán, inexorables, una carga de notable incidencia social. A ese peligro nos referimos.
¿Lo sabrá Ricardo Alfonsín, que aceptó a un economista para que lo acompañe en la lista como candidato a vicepresidente? Es posible, pero no lo dice con precisión. Entre quienes tienen posibilidades ciertas de resultar electo, sí lo hace Eduardo Alberto Duhalde y, para que no quede lugar a dudas, añade a sus mensajes las inquietudes concurrentes por la inseguridad que se extiende, el avance de la artificial y cada vez más corta “cultura del no trabajo” o el rechazo a la amenaza por los proyectos latentes para liberar el consumo de la droga.
En realidad son tres las candidaturas con posibilidades. Las ya mencionadas y, todavía, la de Cristina Fernández de Kirchner. Pero vayamos por partes. En coincidencia con los plazos electorales, el kirchnerismo se encuentra abocado a agotarse en una carrera para ganarle a la explosión que ya tiene la mecha encendida y que se ha anticipado con estallidos todavía menores, si los comparamos con lo que se avecina. Primero Jujuy, luego Tucumán y ahora con amenazas en el conurbano, la sociedad argentina debe prepararse a recibir los estruendosos resultados del famoso “modelo” que se agota. Los subsidios por más de 15 mil millones de dólares hacen imposible a cualquier economía que debe quitarles a los jubilados los recursos que les pertenecen para concretarlos en el tiempo y cautivar votos que, pese a todo, se muestran esquivos. Con las reservas genuinas del Banco Central -que no son las que se informan y apenas superan los 10 mil millones de dólares-, con las variables del costo de vida alteradas para llegar a los comicios, con una política basada en el consumismo para engañar a la tranquilidad pública, con las exportaciones agropecuarias limitadas por razones carentes de lógica, el futuro ofrece una certidumbre: el agotamiento y las consecuentes medidas para recomenzar de nuevo. Todo esto dentro de un marco externo severamente alterado, con ajustes en las principales economías y medidas que son las inversas a las que hasta hoy, sigue el gobierno kirchnerista.
Esto deberá cambiar y podemos decir que no son pocos quienes evalúan los ajustes que dejará el kirchnerismo como herencia o que deberá adoptar Cristina si se produce el milagro de un triunfo ajustado, por pequeño que sea. Ese ajuste se dará en todos los órdenes: impositivamente, con una reducción drástica del gasto todavía desatado e incluso -léase con detenimiento- una posible devaluación y una baja compulsiva de los salarios. Por decirlo brevemente, un enfriamiento de la economía con una paralela e inevitable convulsión social. ¿Esto ha sido buscado expresamente? ¿Forma parte del pensamiento íntimo del dominante maoísta Carlos Zannini? ¿Integra las recomendaciones de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, los sociólogos preferidos de Cristina?
Es difícil contestarlo, pero lo cierto es que ése es el camino buscado.
Ahora los hechos de Jujuy demuestran que fueron planificados hace bastante tiempo atrás. Registran la presencia de elementos bolivianos y desconocidos que intervienen con su activismo armado. Contenida la información mediática, la realidad es tan grave que la invasión del aeropuerto provincial y los cortes de ruta tienen alteradas las comunicaciones internas en Jujuy, a lo que debe agregarse la limitación impuesta a las informaciones. Para colmo, la Casa Rosada le pidió ayuda a Milagro Sala para superar la situación. Algo así como si en los setenta, se hubiera recurrido a Santucho, Firmenich, Kunkel o Verbitsky. Otro dato expresa con elocuencia lo que sucede. El gobierno local dispuso la expropiación de tierras para levantar viviendas, pero el caso es que el ingenio Ledesma ya había donado años atrás una superficie apta para levantar barrios que nunca se iniciaron o quedaron congelados o a medio hacer. ¿Esperaban un acuerdo para extender también allí a la estafa del proyecto de las Madres de la Plaza de Mayo? Es posible, pero las familias del personal policial jujeño que figuraban como adjudicatarias de las viviendas aún sin techo y apenas con paredes, decidieron ocuparlas. En consecuencia, el gobernador Barrionuevo no controla la situación, no puede dar órdenes y el gobierno central, paralizado, no atina a intervenir la Provincia. La primera y más directa consecuencia es la extensión artificial del conflicto a Tucumán, donde se repite una idéntica argumentación para avanzar en el descalabro social. Alperovich reprime con violencia pero hay grupos que resisten armados. Hace tiempo hablamos aquí de anarquía pero, objetivamente, aún falta para que se pronuncie con amplitud.
Muchas veces se habló de esta posibilidad, que no se dio en los setenta, cuando la población reclamaba y apoyaba la intervención militar. Lo primero que hizo el alfonsinismo primero y el kirchnerismo después fue destruir a las Fuerzas Armadas, suprimir la autoridad policial, eliminar los aparatos de inteligencia internos y alterar los Códigos Penales -un viejo sueño del ministro Zaffaroni- para, simultáneamente, no dar solución a los problemas básicos de los sectores más necesitados, alimentar las divergencias, mentir sobre el pasado revolucionario y alentar a las organizaciones que lo defienden. ¿Casualidad, intencionalidad o simple ineptitud?
Por cierto hay respuestas que hoy dejamos a cargo de nuestros lectores, aunque hay más elementos para alimentarlas. Hace un par de días -tal vez tres-, desde los sectores piqueteros creados y pagados por el kirchnerismo se iniciaron presiones sobre el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, con algunos nombres y apellidos: D’Elía y Pérsico, entre otros, para que disponga la “inmediata expropiación de un millón de lotes en el Gran Buenos Aires para viviendas”. ¿Expropiación o incautación? ¿Tierras fiscales o privadas? ¿Una simple alteración de la tranquilidad pública o un instrumento para incorporar contenido doctrinario a la contienda electoral? ¿O tal vez otra extensión de los planes de Hebe Bonafini y Sergio Schoklender, amparados oficialmente para utilizar una estructura que no ha sido desmantelada?
Todo es demasiado serio para continuar sólo con preguntas que requieren una contestación inmediata y contundente. Hasta ahora, los primeros resultados electorales descalabraron las expectativas del oficialismo, que insiste con la cantinela de que “Cristina ya ganó”, pese a que hasta ahora Cristina perdió. Las miradas están puestas entre los principales candidatos. Hay conversaciones reservadas que se desarrollan mientras la mayoría de los políticos callan. De todos modos, dejamos pendientes unas inquietudes adicionales. ¿Se reformará el sistema político...? ¿Habrá decisión y firmeza para reconocer la realidad y enfrentarla...? ¿Se presentará finalmente Cristina a las elecciones...?

No es conspiración, es ignorancia

A veces, me despierto sobresaltado, convencido de que existe una conspiración inmensa, llena de actores poderosísimos, para desarticular las Fuerzas Armadas de la Argentina (FF.AA.). Como el bolsillo es un órgano de pensamiento importante, eso me sucede las primeras noches después de cobrar mis haberes como general de división retirado.
La razón es a veces ingenua y tiende a inventar libretos donde sólo hay falta de letra y a ver patrones de conducta donde sólo reina el desconcierto. Por eso, algunas mañanas me digo que es necesaria no menos que una conjura de magnates y mandamases para que el gobierno nacional pueda incumplir (y sin consecuencias) la sentencia S. 301. XLIV, del 15/03/2011, de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que dictamina que a los militares se nos pague todo en blanco, en lugar de casi todo en negro (verbigracia, una sumatoria de "haberes no remunerativos"). La misma sentencia indica que a los RE (verbigracia "militares retirados") se nos abone algo parecido a nuestro último y poco glorioso sueldo como activos, en lugar de menos de la tercera parte.
Este tipo de ideación me dura unos días, casi tanto como los haberes cobrados. El resto del mes, como lector aficionado de pensadores e historiadores, me veo obligado a admitir que muchos dirigentes y medios en la Argentina, lejos de ser antimilitaristas diabólicos, son simples a-militaristas (perdón por el neologismo) y, probablemente, más ingenuos que yo.
Me explico: son a-militaristas los cuadros sociales que suponen que las FF. AA. no tienen razón de existencia, salvo para desfiles patrióticos y las tratan como a un tema incómodo, parientes pobres con un pasado discutible a los que no se quiere en la casa, pero nadie se atreve explícitamente a echar. En suma, me digo, los dirigentes que toman decisiones y quien firma no leemos los mismos autores y, seguramente, por ello, jamás tropezaron con aquel viejo adagio romano: Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra).
Pero basta leer los diarios para saber que Sudamérica, la parte más pacífica de la Tierra, se rearma a escape: Chile invierte 3.700 millones de dólares por año en su defensa; Colombia, arriba de 4.100, y Brasil ronda los 6.000. Mientras, aquí, los pilotos de la Fuerza Aérea, el tipo de militar más caro y difícil de formar, abandonan la carrera porque no tienen acceso a horas de vuelo, ya que desde los Hércules de transporte a los Mirage de intercepción, el material está no sólo obsoleto, sino canibalizado. La Armada ha reconocido que, de la flota de 60 barcos, sólo 16 están en condiciones de navegar. Y el Ejército tiene munición y logística como para un (1) día de combate.
Como parte de la misma historia, principalmente desde 2005, hay 100.000 militares activos cobrando cada vez más en negro. Y los despojados de sus retiros con la historia del "haber no remunerativo" ya son 80.000. Demasiada gente como para afrentarla tan duramente, si no se trata de un complot, dice la razón ingenua.
Pero cuando mi parte más racional, lectora, historiográfica, ingenieril y pensante retoma el control de mi cabeza, descubro, con asombro, que no existe ninguna conjura en contra de las FF. AA., salvo la de los necios. Defino como tales a quienes creen que una nación-Estado puede durar en el tiempo sin ese mal menor que somos los militares. Y vuelvo a definir "mal menor" en oposición a "mayor", que es perder, como ciudadano, lo que uno tiene, sea mucho o poco, al caer bajo dominio o protectorado extranjero, y por no poder defenderlo, y así volverse un extranjero en suelo propio.
Y me debo repetir que no, no hay conspiración, pero sobra necedad. Los militares caemos en la misma bolsa que los casi 5 millones de habitantes que viven en la cuenca del Matanza-Riachuelo, sistema hídrico que la Corte Suprema intimó a sanear a la autoridad correspondiente (el ACUMAR, organismo federal), con resultados a la vista. Y, ¿cómo se puede tratar tan mal y obligar a vivir tan contaminados a ciudadanos que construyen una gran parte del producto bruto interno nacional y, además, votan? Y, sin embargo, se lo hace.
A los maestros y profesores no parece irles mejor que a nosotros, aunque son los únicos que podrían devolverle, a largo plazo, a la Argentina sus viejos quilates de sociedad relativamente culta, técnicamente avanzada e industrialmente competitiva. Pero, en cambio, se los maltrata y se les paga en negro, aunque también votan. Y al personal de salud del Estado, garante último del pacto social que nos vuelve nación y que implica que la Argentina es responsable de la salud de los argentinos, tampoco les va bien.
Por lo tanto, si hay una conspiración, es demasiado abarcativa: demasiados conspiran contra demasiados. La parte racional, lectora, historiográfica, ingenieril y pensante de mi cabeza, entonces, prefiere suponer que a los militares se nos trata como el tránsito urbano trata a los peatones o como los conductores se tratan entre sí, y eso en un país donde el trasporte genera muchas más víctimas anuales (17.000) que todas nuestras luchas civiles e, incluso, nuestra única guerra entre Estados (la de Malvinas).
En suma: no es una conspiración. Es, simplemente, un todos contra todos, el caos de los autitos chocadores en el parque de diversiones, Estado amorfo, falta de ideas como sociedad acerca de cómo mejorar las cosas. Y, sobre todo, no querer asumir los costos económicos y políticos de implementarlas.
Un ejemplo de todo esto es que nuestras FF. AA. ya no tienen, oficialmente, hipótesis de conflicto, salvo dos o tres vaguedades sobre defensa de acuíferos. Hasta los años 85, las hipótesis de conflicto que teníamos, a nivel interestatal, eran una fuerte agenda de temas limítrofes (con Chile e Inglaterra).
En los 90, y tras la derrota de Malvinas, reinó, en cambio, el concepto de la pax americana, con unos Estados Unidos todopoderosos que impedirían para siempre toda trifulca de vecinos.
Aunque no lo dice, la dirigencia argentina se quedó en los 90 y su mundo monopolar. Todavía no se enteró del mundo multipolar de hoy, donde la otrora pacífica Sudamérica se rearma masivamente y el planeta está brotado de guerras regionales de extraordinaria crueldad, por asuntos de petróleo, minería, ríos, religión o límites.
Y en un mundo donde los precios de la comida subirán en flecha, tenemos uno de los tres mejores ecosistemas agrícolo-ganaderos del planeta, la pampa húmeda. Y que, en una economía global, en la que se acabó para siempre la energía barata, nos volvimos, de la noche a la mañana, el tercer país del mundo según sus existencias de shale-gas, el gas natural atrapado en formaciones poco porosas, hoy accesible con pozos horizontales y fracturación (fracking) de la roca. Y que, tras 20 años de exploración geológica a fondo, nos hemos vuelto la sexta reserva metalífera, y el precio de los metales sube a escape.
Y eso, simplemente, porque somos 7.000 millones de personas en un planeta de recursos finitos y competimos muy desigualmente por ellos.
Estos activos, ¿se cuidarán solos? Como dueños de casa, podemos hacerlos muy accesibles a empresas extranjeras en el grado y proporción que queramos, o explotarlos únicamente nosotros, con o sin participación estatal alguna. Hay muchos modos de ser dueños de casa y tampoco voy a aburrir con mis posiciones al respecto. Pero subrayo esto: el que fija el acceso es el dueño. Pero, ¿qué pasa si le ocupan o embargan la casa?
Bien: Irak ya no se hace esa pregunta. Libia, dentro de poco, habrá perdido toda posibilidad de hacérsela durante décadas. Pero Brasil hace medio siglo que sabe la respuesta: tiene unas FF. AA. modernas, bien entrenadas, bien pagas y mayormente autoequipadas. De yapa, ya es el cuarto constructor aeronáutico mundial y no bien descubrió que tenía entre 50 y 150 millones de barriles de crudo liviano off shore, anunció al mundo (de un modo sumamente civilizado) que desarrollaría su propia flota de submarinos nucleares, por si alguien, en el futuro, tuviera dudas acerca de a quién pertenecen.
Esas dudas de a quién pertenece qué cosa aparecen toda vez que un gobierno nacional con activos apetecibles se debilita. Y eso sucede con frecuencia, ya se trate de tiranías a las que sus ciudadanos empiezan a exigirles cuentas (como sucede hoy en parte del mundo árabe) o de gobiernos legítimos jaqueados por su propia mala administración o aquejados por deudas heredadas, o, simplemente, embestidos por esas tormentas perfectas que generan las finanzas globalizadas, con su secuela mundial de bancarrotas.
También, rara vez, hayan existido tantos Estados que colapsan, devorados por amenazas internas, separatistas, sediciosas, mafias del narcotráfico o, simplemente, criminales, sectores mejor armados que sus propios ejércitos.
¿Quién dijo que se acabaron las hipótesis de conflicto o que hay que inventarlas? Sólo les faltan a los Estados fracasados, a quienes ya han perdido o están a punto de perder todo.
La soberanía, compatriotas míos, no es gratis. Y no hablo de devolver a las FF. AA. atribuciones de gobierno, que nunca debieron tener. Hablo de darles la dignidad (entre ellas, la de cobrar en blanco), la educación, el entrenamiento y el equipamiento necesarios para cumplir su función primaria: la disuasión frente a otros Estados-nación. Hablo de ponerlas no en el poder, pero sí en la agenda.
Finalizo con una cita del todavía vigente Ortega y Gasset: "... Comprendo las ideas de los antimilitaristas, aunque no las comparto. Enemigos de la guerra piden la supresión de los ejércitos. Tal actitud, errónea en su punto de partida, es lógica en sus consecuencias. Pero tener un ejército y no admitir la posibilidad de que actúe es una contradicción gravísima...".

UN JUEZ QUE COMBATÍA A LA SUBVERSIÓN

Zaffaroni y su apología del proceso militar
Hay quienes no saben, o no recuerdan, qué ocurría en los años setenta. Hemos asistido a una catarata de mensajes del gobierno y de los llamados “organismos de derechos humanos”que nos dicen, por años, que se persiguió y mató a una “juventud maravillosa”.
Pero hay gente que da la sensación que piensa distinto: Uno es el actual juez de la Corte Suprema, el doctor Eugenio Zaffaroni.
En 1977, el Dr. Zaffaroni era juez federal en la ciudad de Buenos Aires. Durante la sustanciación de un recurso de habeas corpus a favor de una persona desaparecida, el 9 de septiembre de 1977, el Dr. Zaffaroni redactó, firmó y dio curso a un pedido de informes a diferentes destinatarios (Ministerio del Interior, Policía Federal y Comandante del Ejército Argentino) que se adjunta a continuación.
Vale la pena resaltar que en ese escrito, el Dr. Zaffaroni dice:
“…y considerando que el país vive una etapa de convulsión motivada en la cobarde agresión de que es víctima, lo que lógicamente conlleva un estado de sobrecarga en la labor de las fuerzas de seguridad, que son el principal blanco de esta agresión…”
Teniendo en cuenta lo que ha hecho en la Corte Suprema, hay algo que no cierra, ¿no?
Por otra parte, si dice que no tuvo más remedio que escribir eso, dadas “las circunstancias opresivas de la dictadura” o cualquier justificación que se le ocurra, ¿no me cubre a mí también? ¿Por qué él sí y yo no? Las circunstancias ¿no eran las mismas para todos?
Además, ¿esto no es “apología de la dictadura”? Creo que hasta hicieron una ley que lo prohíbe. A lo mejor, hasta es delito de “lesa humanidad”