domingo, 25 de septiembre de 2011

EL CRISTINISMO ESTUDIA APURAR LOS TIEMPOS

Ajuste y reforma constitucional
La crisis financiera global, la devaluación del real, las medidas de emergencia en Brasil y la distorsión del tipo de cambio, así como de las tarifas de los servicios públicos locales, son parte de un coctel que va marcando una tendencia para el 2012. Las probabilidades de que CFK deba iniciar su segundo mandato firmando medidas de ajuste son entonces cada vez más altas. Éste es justamente el escenario que el kirchnerismo siempre negó, partiendo de la premisa de que el alto consumo, los aumentos salariales por encima de la inflación y el festival de los subsidios serían poco menos que eternos. Por otra parte, el nuevo cruce entre Amado Boudou y Nicolás Eysaguirre, jefe del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, sirvió para demostrar que el acuerdo con el Club de París y el acceso a los mercados voluntarios de crédito está lejos. Paradójicamente, los nubarrones sobre la economía se muestran justamente cuando el cristinismo está a punto de aplastar en las urnas a sus dos principales rivales, la UCR y el peronismo disidente. Una economía con complicaciones generaría, a su vez, un escenario político nuevo, probablemente con un mayor desgaste para la presidente.
En el seno del poder se estaría preparando la reacción política para enfrentar ese escenario. El plan en estudio pasaría por instalar inmediatamente luego de octubre el debate sobre la reforma constitucional, que incluiría la reelección indefinida. La instalación del tema le daría al cristinismo dos beneficios inmediatos: mantener la iniciativa política intacta y disimular los inminentes problemas de la economía. Como es obvio, un debate de esta magnitud podría también paralizar durante mucho tiempo cualquier intento de Daniel Scioli, Juan Manuel Urtubey u otro presidenciable, de levantar el perfil con vistas al 2015.
No sería casual que el máximo ideólogo de la reforma, Eugenio Zaffaroni, haya reaparecido esta semana para decir, por ejemplo:
“Todo el Ejecutivo está pendiente de la salud física y mental de una persona” y “un accidente en un sistema presidencialista es una crisis del sistema”.
Zaffaroni agregó que “2001 no fue una mera crisis política sino que puso al sistema al borde del abismo”, y señaló que “en todas las crisis del presidencialismo se salió con el sistema del parlamento”, tras lo cual indicó: “(Eduardo) Duhalde fue un presidente parlamentario”.
“La irracionalidad del sistema presidencialista es clara. Llegó el momento en que tenemos que empezar a pensar en una institucionalización en serio”. Arrojándole un anzuelo a la oposición, el ministro de la Corte remató: “Sería un grave inconveniente que exista un sistema de partido único por una coyuntura en la Argentina” y “Cuando no hay oposición afuera, pronto la oposición se genera adentro y puede haber problemas de gobernabilidad”. En otras palabras, que la oposición, que el 23-o perdería la mayoría en la Cámara de Diputados, podría ser tentada por este canje: un gobierno parlamentario a cambio de la reelección indefinida. En el ‘94, el acuerdo Alfonsín-Menem que posibilitó la reforma constitucional tuvo un núcleo similar: la reelección a cambio de la supuesta atenuación del presidencialismo, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, el tercer senador para la minoría y el Consejo de la Magistratura, entre otras innovaciones.
Cambio de planes
Según una versión, Zaffaroni ya habría conversado de este tema con su amigo Francisco de Narváez y otros intermediarios habrían sondeado a Ricardo Alfonsín, que simpatiza con la idea del parlamentarismo. En el campo del desperdigado peronismo disidente, el proyecto reformista tendría un punto a favor: Eduardo Duhalde fue hasta ahora el principal defensor público del giro hacia el parlamentarismo. El retorno de Felipe Solá al planeta K también querría decir algo en este tema. Y Mario Das Neves seguiría pronto los pasos de aquél.
El gobierno está muy lejos de contar con las dos terceras partes de los miembros de las dos cámaras que el artículo 30 de la Constitución exige para la declaración de la necesidad de la reforma. Esta importante valla hizo que, en principio, en la mesa chica de Olivos se pensara que lo mejor sería esperar hasta el 2013. Entonces, en un cálculo optimista, el oficialismo podría estar más cerca de obtener los dos tercios en la nueva renovación de las cámaras.
Sin embargo, en la balanza ahora pesan dos hechos nuevos: el 50,7 por ciento obtenido por CFK en las primarias el 14 de agosto abrumó a la oposición, creando un clima tal vez único para que los vencidos acepten una propuesta de reforma constitucional que les daría protagonismo y les serviría para recomponer sus espacios de poder.
En segundo lugar, las dificultades económicas que se avecinan estarían señalándole al cristinismo que tal vez no convenga esperar hasta el 2013, porque el humor social entonces podría ser menos favorable que el actual.

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