miércoles, 28 de septiembre de 2011

La política del avestruz y la destrucción del autoabastecimiento petrolero y gasífero

La política del avestruz y la destrucción del autoabastecimiento petrolero y gasífero
Estimaciones oficiales prevén que crecerá muy fuerte la importación de combustibles, que alcanzarían hasta el 61% del requerimiento de gas oil y un 13% de la demanda de naftas. Si a esto sumamos las constantes y continuas importaciones de gas nos encontramos frente a un panorama realmente grave respecto del problema energético y de los combustibles fósiles argentinos
La economía argentina sufre un constante retroceso respecto de un área sumamente importante para el desarrollo nacional como es el de la energía, y dentro de éste rubro el del abastecimiento petrolero; olas de pánico e histeria colectiva deberían amenazar a la industria nacional y a los consumidores de los derivados de ese combustible. Argentina pasó en los últimos 8 años de ser exportador neto de combustibles -gas, naftas y gasoil- a ser un significativo importador de los mismos, con los consiguientes desfasajes económicos que esto le produce al pueblo y a los empresarios nacionales.
El problema central de la economía argentina es que está despilfarrando el superávit de la balanza comercial -cada vez más notoriamente escaso- para en muy corto plazo, crisis económica global de por medio, y achicamiento de los mercados donde argentina exporta (Brasil, China y EEUU) principalmente, así como el descenso de los precios internacionales de los commodities -la soja redujo su precio internacional casi un 15% en apenas un mes-, pasar a ser deficitaria, y por lo tanto ingresar en el endeudamiento tal como lo hiciéramos anteriormente durante las décadas del 70, 80 y 90 del siglo XX.
No existen salidas rápidas, milagrosas o indoloras para la situación actual, por lo menos en el rubro de la energía, y reparar el daño infligido a la estructura prospectiva, productiva y extractiva de combustibles llevara años y muy fuertes inversiones en prospección y su posterior extracción; en el caso del gas el descubrimiento de yacimientos de ese combustible requerirá de costos más altos a los actuales y de una tecnología extractiva también más cara. Para el caso del petróleo la permisividad gubernamental para la falta de inversiones en prospección a las empresas radicadas y adjudicatarias de áreas petrolíferas, raya con la corrupción más abyecta y la inoperancia cuasi total, pudiendo iniciarse el camino de las correspondientes denuncias por incumplimiento de los deberes de funcionario público a las actuales autoridades del Ministerio de Planificación Federal.
Será imprescindible transferir ingresos y riquezas del pueblo, a la inversión y a la importación de bienes que debieran producirse en la Argentina, sólo el paso del tiempo, la inflación, la represión financiera, la renegociación de los contratos o la renacionalización lisa y llana de las privatizaciones serán capaces de resolver los problemas y las dificultades con que nos enfrentamos en el futuro inmediato. El paso del tiempo, porque revertir el actual proceso de desinversión llevará años y adoptar una política de Estado de cambio de matriz energética argentina; la inflación, porque ese verdadero cáncer de la economía, es el único paliativo que tendrá el gobierno para esconder la gigantesca transferencia de riqueza del pueblo hacia las empresas proveedoras de combustibles.
La represión financiera, porque deberá el Estado asumir el rol de policía para que los dividendos fugados y extraídos por las empresas a costa de la no inversión en prospección y extracción que permitiese revertir la pérdida de reservas petrolíferas y gasíferas, sean devueltos o de no lograrlo, iniciar el Gobierno la inversión que los privados por su incapacidad o connivencia no han realizado, llegando en esta situación al último de los puntos enunciados, que es el de la renegociación y/o renacionalización de los contratos y las empresas privatizadas e incumplidoras.
La recuperación económica de 2009 y 2010 flaquea y las previsiones de crecimiento para 2011 y 2012 son seriamente revisadas a la baja; con menor crecimiento, la gestión de los subsidios indiscriminados se vuelve, como mínimo, más complicado que lo que fuera durante la crisis de 2008, y cuando la balanza comercial y el superávit fiscal acolchonaron los efectos contractivos de las crisis convergentes nacional con la internacional producto de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la posterior quiebra de Lehman Brothers que pusiera al sistema bancario mundial al borde del colapso.
Ahora, como un boomerang, los niveles excesivos de dichos subsidios -$78 mil millones en 2011, o sea US$18.440 millones- amenazan la solvencia del Tesoro y genera un círculo vicioso que retrae el crédito al sector productivo y debilita los niveles de actividad económica, pues de no sostener aquellos se disparará el ya grave problema inflacionario por la incidencia que tienen sobre las tarifas eléctricas, gasíferas y de AySA, así como sobre el transporte de personas -en el área del AMBA- y de cargas a nivel nacional dichos subsidios. Sabiendo que, además, la retracción del crédito bancario está iniciándose como consecuencia de la permanente y sostenida fuga de capitales, lo que impide que el sector bancario siga fondeando el crédito al consumo como hasta ahora.
Aquella señal de alerta planteada hace casi un quinquenio que reflejaba la posible crisis que afrontaría el sector energético, y por la política del avestruz instrumentada por el Gobierno de Néstor inicialmente, y luego por el de CFK nos llevó irremediablemente a la realidad que hoy estamos viviendo los argentinos; ha sido el propio Gobierno el que dejó al descubierto una de las más impresionantes grietas que afecta al mercado interno de los combustibles líquidos. El próximo año -2012-, la administración cristinista deberá cubrir con importaciones netas hasta el 61% del consumo doméstico de gasoil -que cuenta con una importante parte subsidiada además por el mismo Estado- y casi un 13% de la demanda total de naftas.
En el Presupuesto Nacional 2012, recientemente elaborado y enviado a la Cámara de Diputados, el Gobierno solicita una “exención”impositiva para poder importar hasta 8,4 millones de metros cúbicos de gasoil; un volumen que representa un 60% de lo que se prevé traer durante ese año del exterior para atender la demanda de las centrales térmicas, las industrias, el campo, las empresas de transporte de carga y pasajeros y los automóviles particulares. En tanto, que por el lado de las naftas -súper y Premium (ya no se importa ni comercializa la nafta común)-, las proyecciones de los propios técnicos del Ministerio de Planificación Federal indican que será necesario importar hasta 800.000 metros cúbicos.
Si el Presupuesto fuera cierto -y no estuviera distorsionado como lo ha estado haciendo esta administración desde el mismo 2004 hasta el no aprobado del 2010-, el Gobierno estaría obligado a pedir, por primera vez durante este siglo XXI y desde antes de la década del 90 del siglo XX, una exención fiscal para facilitar el suministro externo de naftas con el fin de morigerar los picos de consumo, y su consecuente desabastecimiento -tal como ya viviéramos reiteradas veces durante 2011- de los períodos de vacaciones y fines de semana largos.
Las previsiones de importación mostradas por el PN 2012 ponen en evidencia incontrastable la pérdida definitiva del autoabastecimiento en los combustibles líquidos y gaseosos, producto en una ínfima parte por el crecimiento de la actividad económica y el consumo, pero fundamentalmente por la falta de inversiones en prospección, descubrimiento y extracción que acompañara la ampliación de la demanda con mayor explotación petrolera y de capacidad de producción de las refinerías. El camino fue el mismo que el que debimos recorrer en el caso del gas, que se exportó a tarifas inferiores a las internacionales mientras no se realizaban inversiones en prospección, descubrimiento y extracción de ese, nuestro fundamental elemento energético.
Son las propias estadísticas del sector quienes muestran que, entre 2003 y 2010, el consumo de naftas creció un 82%, al pasar de 3,4 millones de m3 a 6,2 millones de m3 anuales; mientras por el lado del gasoil, el salto de la demanda interna fue de casi un 30%, pasando de 10,6 millones de m3 a 13,7 millones de m3 anuales, siendo en ese período que la capacidad del sector refinador se mantuvo sin cambios, con caídas del 18% en la producción de crudo y del 8% en la de extracción de gas natural. “Las importaciones de gasoil y naftas que aparecen en el Presupuesto son el reconocimiento de la decadencia productiva a que nos condujo la gestión de los últimos años del Ministro de Planificación, Julio De Vido. La primera caída de la oferta local de combustibles provocada por la falta de inversiones y el desfasaje de los precios locales e internacionales se dio en el gas natural. Luego tocó el turno al gasoil porque la oferta local se tornó insuficiente. Y ahora, aparece el desequilibrio con las naftas, que llegó para quedarse”. (Jorge Lapegna, ex Secretario de Energía)
Según los últimos datos del INDEC -organismo poco confiable si lo hay-, en los primeros 8 meses de 2011 el sector energético ya acumula un déficit comercial de US$2.852 millones luego de haber registrado en igual período del año 2010 un superávit de casi US$1.000 millones. “Pese al discurso contrario del Gobierno, la situación se torna insostenible para las cuentas públicas. Mientras las importaciones totales de combustibles crecen a una tasa que supera el 50% anual, las exportaciones, que son básicamente de distintos tipos de crudo, caen a un ritmo del 25% anual agravando cada vez más el déficit comercial energético”, termina destacando el ex secretario.
De esta manera y tras 25 años de autoabastecimiento y números positivos, el actual Gobierno -que continuó la política energética del ex Presidente Kirchner- se encamina a cerrar 2011 con un déficit comercial energético cercano a los US$4 mil millones y con vistas a incrementar en forma considerable dicho déficit comercial energético para el año próximo. El “modelo K” económico y financiero, basado en la expansión del consumo a través del uso intensivo del crédito y la exportación de soja -y las consiguientes retenciones gubernamentales-, alta inflación que obra como un tributo impositivo más, el subestimar las cifras para no permitir trasladar la inflación al sistema tributario y recaudatorio del Estado y la continua emisión monetaria con un dólar planchado o la apreciación del peso por efecto de la inflación no acompañada con la consiguiente devaluación monetaria, que generara esta sensación ilusoria de progreso, prosperidad y bienestar dejó de funcionar.
El problema aún no se percibe -como no lo hiciera durante el año 2000- pero llegará inexorablemente quizás no en el 2012, pero si en el 2013 cuando a estos movimientos desordenados internos, se le hayan sumado los problemas económicos financieros y de mercado internacional y comience a primar también la desconfianza respecto de la capacidad de las autoridades de lidiar con la conmoción que se irá generando como consecuencia de mantener perversamente este modelo de política del avestruz, no sólo en el campo energético sino en otros tantos campos aún hoy no aflorados.

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