miércoles, 5 de octubre de 2011

Mil maneras de perder una elección

Mil maneras de perder una elección
Además de su notable desinformación en temas ríspidos para el gobierno cuya difusión y crítica podrían haber mejorado su pálida performance la mayoría de los dirigentes opositores parecen estar ocupados en otros menesteres autoconvencidos de su irremisible derrota mientras el proceso electoral sigue su rauda marcha hacia los idus de octubre que según todos los pronósticos marcarán el inicio de otra dictadura populista más en el continente sudamericano.
Entre otras cuestiones, por lo visto la dirigencia no oficialista o bien le asigna poca importancia o bien tiene asegurado el financiamiento de las campañas con fondos propios dado que poca o ninguna preocupación demuestra por asegurar que los aportes del Ministerio del Interior lleguen en tiempo y forma a las cuentas partidarias y que no se repita lo ocurrido en las primarias cuando en el mejor de los casos arribaron en la última semana previa la elección.
Como se sabe, la ley de “democratización” 26.571 incorporó en su art. 58 la prohibición de aportes de personas de existencia ideal, llámense fundaciones, asociaciones civiles o sociedades comerciales y además creó una carrera de obstáculos para acceder a aportes de personas físicas o recursos públicos, como bien lo saben los apoderados y directivos de las alianzas no kirchneristas que debieron pasar por esas verdaderas horcas caudinas de los bancos y la AFIP. La apodíctica sentencia de Hipólito Yrigoyen “sin plata no hay política” ha quedado en el desván de los recuerdos radicales.
La reciente acordada admonitoria de la Cámara Nacional Electoral que sigue la línea marcada por los 16 puntos reclamados por la oposición en ninguno de sus párrafos hace mención a este tema entreteniéndose en formular a funcionarios que responden al caballo del comisario directivas formales supuestamente destinadas a asegurar la “transparencia” de los comicios.
Entre ellas abre una enorme puerta a la discrecionalidad oficialista al calificar al escrutinio provisorio como “un elemento secundario o publicitario, carente de relevancia jurídica e inhábil para poner en tela de juicio la validez de los comicios” cuando el más marmota de los apoderados sabe que todas las trapisondas ( que la jueza Servini de Cubría denominó “picardías”y Lorenzetti “desprolijidades”) que se hacen en el escrutinio provisorio son prácticamente imposibles de modificar en el definitivo como quedó demostrado en la elección primaria “por falta de tiempo material” ya que lo único que se hace es controlar medianamente los números de las actas de escrutinio expedidas por el presidente. Además, para que gastar tiempo si “Cristina ya ganó” y por amplio margen.
Mención aparte merece la hilarante observación de la CNE sobre el software a ser utilizado remitiéndose a una acordada del año 2005 -a la que demás está decirlo Randazzo no le dio ni cinco de bola- sobre que el Ministerio debe dar “un informe exhaustivo para ponerlo a disposición de las agrupaciones de la metodología prevista para la recolección de los datos del escrutinio de las mesas, la transmisión de dicha información de y a los centros de cómputo, el procesamiento informático de los resultados, indicando el orden de carga previsto, y la exposición y difusión de los cómputos que arroje el conteo, en particular el porcentaje de votos computados que se tomará como base para la divulgación de los primeros resultados”.
Cualquiera que tenga mínimos conocimientos de computación sabe que controlar que la suma de los 20 millones de datos computados sea fidedigna es directamente misión imposible así los “fiscales informáticos” sean soldados de Bill Gates y acampen en el centro de cómputos dado que deben competir contra un software que ha sido diseñado y perfeccionado durante años por programadores desconocidos. Y mucho más delirante es pretender el cotejo de los resultados con los telegramas como algún iluso tuvo la osadía de proponer. Por favor, basta de discursos pour la galérie, no hay forma de asegurar la transparencia cuando hay tahúres a cargo de la banca y menos aún cuando los “puntos” son tan puntos

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