miércoles, 20 de julio de 2011

ESOTERISMO MILITANTE

Dejamos al lector el trabajo de establecer todas las relaciones útiles, de coordinar las versiones, de aislar la verdad positiva que aparece mezclada a la alegoría legendaria en estos fragmentos enigmáticos.”
Fulcanelli (seudónimo de un autor desconocido de libros de alquimia del siglo XX) “El misterio de las catedrales y la interpretación esotérica de los símbolos herméticos”.

La política parece empeñarse en hacerme pagar de la peor manera la osadía de haber conjeturado erróneamente que CFK no intentaría su reelección. El montaje nos muestra, por estos días, una repotenciada imagen presidencial -viuda + abuela- arreando como a medrosos púberes, a hombres supuestamente curtidos en los entreveros de la política. A partir de esa extravagancia, resulta intrincado, sin duda, cualquier intento de entender esta suerte de galimatías en que se ha convertido el proceso político. No creo exagerado admitir que, de Bacon a Descartes, las herramientas de análisis disponibles parecen insuficientes para abordar la matizada complejidad del fenómeno. Apenas con la módica pretensión de un cartógrafo que sólo procura establecer las coordenadas de un territorio, tal vez resulte útil desplegar las múltiples disonancias, inconsistencias y contradicciones, que jalonan el proceso que nace en 2003.
° Cristina fue nominada por Néstor para sucederlo en la Casa Rosada, no por sus dotes de estadista ni por su condición de eximia estratega. Simplemente, detentaba la exclusiva condición de ser su cónyuge, llave maestra para consumar su ingeniosa estratagema para burlar las limitaciones constitucionales que se oponían a su pretensión de continuidad indefinida. La reconocida plasticidad del peronismo para organizarse a partir de quien tiene los fierros, facilitó el alineamiento de las diversas tribus que lo componen detrás de su estrategia de poder.
° El proyecto de Néstor supo capitalizar las ventajas de la natural recuperación que sucede a toda depresión económica, fuertemente potenciada en este caso por la histórica reversión de los términos de intercambio, lo que le permitió construir una extendida base social de consenso. Esa envidiable posición de fuerza, más allá de algunos devaneos -Transversalidad, Concertación plural- que con suerte diversa intentó para diversificar su base de sustentabilidad política, no lo tentó, sin embargo, a desairar al peronismo territorial ni al movimiento obrero organizado, sobre cuyo seguro respaldo se replegó para librar las batallas decisivas (campo, Clarín). Su inescrupulosa cooptación de los movimientos sociales y de las organizaciones de derechos humanos, estuvo exclusivamente orientada a la construcción de capital simbólico que le sirviera de coartada para alimentar el relato.
° Desgastado por siete años de gestión, y a pesar de inocultables señales que preanunciaban el inevitable ocaso de su plan maestro, malherido desde el 28J, Néstor se empeñaba tozudamente en sostenerlo, cuando lo sorprendió la muerte. El episodio dio lugar a una suerte de extraña transmutación, que revitalizó el declinante proyecto, cuya versión 2.0 pasó a encarnar Cristina Fernández. La desaparición de Néstor pareció empoderarla, como un virtual vicepresidente que toma la posta para completar el mandato. Si se concede la conjetura, la situación le habilitó el natural crédito de expectativas que beneficia a una naciente gestión, potenciado, en este caso, por la singular corriente de empatía que despierta una viuda doliente, para una sociedad tan atravesada por la necrofilia.
° El fenómeno nos enfrenta al insondable misterio de una fallida epopeya transformadora que resucita, paradójicamente, a partir de la muerte de su inspirador e irremplazable artífice. Los cultores del esoterismo, tal vez puedan encuadrar el sortilegio en los pliegues de la alquimia espiritual que asocia la transmutación con el onceavo chakra, capaz de convertir la energía que nos rodea en poder.
° El llamativo encantamiento de una apreciable porción de la opinión pública con la gestión del gobierno, nos entrega, a su vez, otra paradoja. Asumiendo que la economía constituye el principal activo electoral del proyecto nacido en 2003, más allá de su mérito efectivo, resulta curioso que esa buena ponderación sustente la pretensión de continuidad de quien conduce, precisamente, la etapa crepuscular del ponderado “modelo”. En efecto, la gestión económica reconoce dos tramos bien diferenciados, con un punto de inflexión en 2007. Desde entonces, consumidos los frutos del rebote post crisis, el esquema viene dando inequívocas señales de agotamiento, que pueden sintetizarse en el creciente proceso inflacionario, la muy módica creación de empleo, y la consolidación de un núcleo duro de pobreza estructural.
° Inaugurando el último año de su mandato, exactamente el pasado 10 de diciembre, con el encumbramiento de Nilda Garré al flamante Ministerio de Seguridad, Cristina Fernández, desafiando el frágil equilibrio interno del peronismo -que su cónyuge había cultivado celosamente como la viga maestra de su estrategia de construcción de poder- comenzó a insinuar un ensayo de ruptura con ese legado. En aquel momento me anticipé a señalar: “El arrebato presidencial ha desafiado el balance de poder interno del peronismo. La historia enseña que su estructura cuenta con un sensible sistema de alerta temprana, destinado a desplegar poderosos anticuerpos cuando siente amenazada su esencia por la presencia de algún cuerpo extraño. Esos sensores se han activado.”
° El armado político que concibió Néstor se montaba en el compromiso de los aparatos territoriales y su capacidad de traccionar votos, como afirman contundentemente, tanto el mamarracho de las candidaturas testimoniales, como la estrategia de unificación del calendario electoral.
° La novedad que introduce el cristinismo, es su intención de imponer una renovada hegemonía mediante un criterio superestructural de acumulación política, sustentado exclusivamente en una pretendidamente incomparable supremacía electoral de su jefa, subestimando tanto los dispositivos territoriales como el control de la calle.
° La definición estética del patrón ideológico que pretende encarnar, no parece corresponderse con el mapa de preferencias electorales que revela el distrito donde apuesta a hacer la diferencia. En efecto, el perfil de los dirigentes que mejor miden en la Provincia de Buenos Aires, desde el gobernador hasta De Narváez y Massa, poco tiene que ver con la épica del relato setentista. En rigor, la continuidad del proyecto se juega en la habilidad de contrabandear cristinismo en los votos de Daniel Scioli, a quien su fortuna electoral probablemente lo vuelva a enfrentar a la incomodidad de superar la performance de la propia presidente. El espejo de 2007 ilumina la maniobra. Mientras aquella fórmula provincial la completaba un tan emblemático como respetado representante del poder territorial, la necesidad de consumar el ilícito, hace hoy inevitable apelar a la tutela de un comisario político del bureau central.
° En la campaña de 2007, el cuerpo lo puso Néstor. Cristina sólo tuvo que sobrevolar algunos eventos en ambientes estrictamente controlados. Con eso le alcanzó. Se ignora cuál será el alcance de su protagonismo en esta ocasión, pero sostener una estrategia electoral que descansa exclusivamente en una adhesión personal intransferible, plantea un compromiso físico que luce tan alejado de su vocación como de las vulnerabilidades que su salud exhibe.
° El Movimiento Obrero Organizado protagonizó, de modo excluyente, las últimas efemérides emblemáticas de la liturgia peronista. Tanto el 17 de octubre -aun en presencia de Néstor- como el 1° de Mayo -con todo el gabinete nacional inequívocamente comisionado para la ocasión- Hugo Moyano desplegó sin eufemismos, el compromiso de su respaldo a cambio de la explicitada vocación de los trabajadores por ver ensanchada su participación en las estructuras del poder formal.
° En una riesgosa acrobacia sin red, sólo legitimada por la ilusoria presunción de tener los votos escriturados a su favor, Cristina Fernández nos sorprende intentando prescindir de sindicalistas, dirigentes territoriales y referentes sociales, desafiando al manual con una jugada tan extravagante, como aquéllas que a veces nos fuerzan a pensar con humildad si no estamos frente a un fenómeno sobrenatural, cuya comprensión está más allá del alcance de nuestras mortales capacidades.
Esta incompleta recopilación de algunas imágenes del proceso en curso, bien podría asimilarse a un puzzle que nos desafía con la incertidumbre de no poder asegurar si efectivamente disponemos de la totalidad de sus piezas. Mientras la compleja dinámica de la realidad sigue tejiendo su trama, empiezan a tomar forma algunas inquietudes.
Una reingeniería de los espacios de poder al interior del peronismo sin poner en riesgo la propia sustentabilidad del proyecto, constituye un reto mayúsculo. No se advierte que quienes se proponen arbitrar ese conflicto de identidades erráticas que configura reconducir la sucesión de poder en el peronismo, sin capacidad ni vocación de acordar previamente que tipo de régimen, teoría política y tipo de sociedad evoca su acción, estén a la altura del desafío. Mucho menos si se intenta hacerlo desde un pseudo maximalismo revolucionario. La pretensión parece fuera de escala para el voluntarismo de una estudiantina, sin capacidad de mediación en el conflicto social, particularmente en una fase en que la hegemonía empieza a ser crecientemente interpelada por la contienda distributiva.
El vértigo del bien montado discurso de la invencibilidad, parece haberse apoderado de sus creadores. El régimen ha sido efectivo en su intento de normalizar las percepciones. La instalación de estrategias discursivas en esta suerte de higiene pedagógica del pensamiento, le ha permitido constituir evidencias que se instituyen como “la realidad”. Ese mecanismo ha coronado exitosamente, imponiendo, por el momento, la creencia de la continuidad de CFK, producto de una presuntamente extendida identificación de la sociedad con el “modelo” que ella encarna. Pero cuanto mayor es la afirmación de esa construcción como un dato de la realidad, (que tiene el peso de lo dado y no admite prueba en contrario), más notorio se hace que ese pensamiento mágico no tiene una consistencia verificable. “Todos los votos son de Cristina”, predica Mariotto, casi como una cuestión de fe, como si se tratara de un iluminado.
Esta ontologización de la omnipotencia de Cristina, más explicable desde la parapsicología que desde la demoscopía, legitima su estrategia de acumulación por arriba, y le ha permitido desplegar un poder casi imperial en la conformación de su tropa electoral. En rigor, haciendo abstracción de la realidad, apela a la circularidad de un autoritarismo de segundo grado. ¿Acaso Néstor no la impuso a ella, apelando a una lógica similar?
Cabe advertir que el desencanto suele revertir con furia contra sus propios mentores, cuando esas convicciones fanáticas sucumben frente a la realidad. La recurrencia de esa matriz de comportamiento se verifica en situaciones tan incomparables como la tragedia de Malvinas o el descenso de River.
Una acumulación de eventos con fuerte impacto político parecen estar preanunciando que “l’air du temps” ha comenzado a mutar. Será la excusa para próximas reflexiones.

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