jueves, 11 de agosto de 2011

LA DESORGANIZACIÓN NACIONAL

(Un problema de larga data)

Dicho en un idioma doméstico, ORGANIZACIÓN sería algo como poner cada cosa en su lugar y cada cual en la función en que sea más apto en orden al Derecho Natural. Este último viene indeleblemente establecido desde la misma creación del Universo de manera que procrear, educar a la prole, alimentarse, crecer, educarse y formarse en el seno de una familia como célula básica de la sociedad humana, son derechos inseparables de nuestra especie.
Luego que el hombre troglodita descubre al fuego, más tarde la rueda y sale de las cavernas se encuentra con el universo a su disposición capaz de ser modificado y explotado para una mejor vida para el grupo, entiende también que en el clan o tribu a la que pertenece, para una mejor convivencia, debe establecerse un orden elemental donde con la renuncia o cesión de parte de los derechos individuales de sus miembros hacia el grupo pueda obtenerse beneficios y ventajas para toda la comunidad como son la Defensa y la Supervivencia, la asistencia y solidaridad social para la salud y la educación, etc.
Es obvio que a continuación se imponía el mando o autoridad para establecer una vida comunitaria armónica y capaz de mantener todos los derechos y obligaciones nombradas poniendo a cada individuo en el nivel y ubicación más pertinente y en condiciones de una evolución hacia una vida mejor para todo el conjunto colocando al bien común por sobre las exigencias individuales. Probado que el hombre aisladamente no podría sobrevivir, naturalmente se imponía la existencia de las familias agrupadas solidariamente en clanes y tribus pero organizadas respetando el orden natural.
El orden natural no es más que el respeto por las leyes y valores que son elementos intrínsecos de la Creación y sus realidades. Comprende el Orden Natural al hecho que el hombre nace, se desarrolla, declina y muere en un proceso totalmente inexorable, así como nacemos de una mujer, por medio de la cual se perpetúa la vida. Este orden mantiene la armonía y supervivencia de la sociedad humana y es como es, y no como, a veces, la voluntad del hombre quiere que sea. Por lo mismo toda organización debe estar acorde con la realidad. No hay más verdad que la realidad expresa el pensamiento clásico griego. Ahora, consecuentemente podríamos afirmar que todo proyecto orgánico y organizativo tiene forzosamente, para que no fracase, que respetar esa realidad.
No haber respetado el principio descrito en el párrafo anterior, explica todos los errores políticos argentinos a lo largo de su corta pero alborotada historia.
Cornelio Saavedra, intuyendo todo eso, luego de muchas dificultades puede reunir a la Junta Grande, que incluía a los delegados de las provincias, y apoyando sus palmas en la mesa, me imagino que mirando patéticamente a los presentes debe haberles dicho: “Muchachos, ¡tenemos que organizarnos! De ahí en más, pasados los 200 años, y luego de haber probado un sinnúmero de fallidas orgánicas como las Primeras Juntas, la Asamblea Soberana del año XIII, el Directorio, el Triunvirato, la Dictadura y el sistema presidencialista actual, pasando por períodos de anarquía, guerras civiles y ausencia de gobierno, aún no estamos debidamente organizados y seguimos a los tumbos sin encontrar una posición estable y duradera para la Nación.
Tan es así que aún hoy se sigue planteando el “problema federal” cuando a veces escuchamos decir erróneamente a ciertos legisladores que “si a la Nación le va bien, también les irá bien a las provincias” sin reparar que las autonomías provinciales son preexistentes a la Nación, y son ellas las que después de Caseros deciden libremente en 1853 constituirse en una Nación Federal con una Constitución Federal.
Desde el 25 de Mayo de 1810 se desarrollan seis claros períodos: La liberación de España y las guerras de la Independencia, la Anarquía, la Dictadura rosista y el estatus federal, y la Reorganización Nacional hasta la Ley Sáenz Peña, y de ahí hasta nuestros días con el régimen democrático, constitucional y presidencialista.
GRANDES ERRORES DE ORGANIZACIÓN Y SUS CAUSAS
Ya en los albores de nuestra vida independiente se destacan nítidamente dos opuestas posiciones filosóficas, políticas y culturales que han impreso una divisoria constante en toda la existencia de la Patria:
l- El espíritu jacobino, extranjerizante, pro francés en lo ideológico, y pro inglés en lo económico, protestante o agnóstico en lo religioso. Los que optaron por esta posición nunca supieron o quisieron ver y ubicarse en la realidad, elemento inicial a considerarse antes de cualquier tarea organizativa.
2- El espíritu nacionalista apegado a la tierra y la tradición, integrador del acerbo precolombino y los aportes positivos de España, autonomista, católico y humanista. Los de esta concepción captaron mejor los componentes del medio (mundo físico) con relación al posibilismo humano.
El único punto en común entre ambas posiciones fue siempre el anhelo de libertad e independencia, y el mayor desencuentro residió siempre en el sistema y organización política. Los primeros con tendencia a la centralización del poder y el control; los segundos federales o regionalistas, a una balanceada delegación del poder político. Ambos tenían conciencia que para liberarse del yugo español debieron aceptar el apoyo inglés pero pensaban diferente en la forma de pagar el favor. Lo más desgraciado fue que el grupo que en adelante llamaremos “unitarios” no se quedaron solo con el libre comercio favoreciendo a Inglaterra en las relaciones económicas sino que permitieron desde el primer momento la injerencia del nuevo imperio en la organización político-económicas y en las relaciones exteriores de la nueva nación.
Los federales siempre desconfiaron de la hipócrita amistad inglesa y toleraron algunos avances sobre nuestra soberanía pero los unitarios entregaron su alma y el timón en todas las coyunturas importantes de nuestra historia. Las repudiables súplicas a la Corona Británica para que nos incorporara como una colonia más del imperio pirata por parte de ciertos seudo próceres como Moreno, Rivadavia, García, Alvear, y muchos otros, son bien conocidas por los que leen nuestra verdadera historia sin anestesia.
Nos explicamos ahora por qué el reino Unido apoyó siempre a los unitarios. Éstos, con su posición política centralista, coincidían con los planes ingleses en la construcción de una infraestructura económica radial concentrada en el puerto que facilitaría las operaciones comerciales de nuestros nuevos preceptores.
La oposición a este esquema neocolonial representada por los líderes del interior que llamaremos “federales”, nunca transó con el sentimiento extranjerizante, servil y lacayuno de los intereses del puerto originándose así el permanente desencuentro argentino entre los dueños de la tierra y los ciudadanos del mundo.
Estas profundas diferencias se manifiestan muy claramente en los diferentes sistemas organizativos. Consecuentemente, la guerra civil y la anarquía surgen casi naturalmente dadas tan manifiestas incompatibilidades.
Los cambios y variantes constantes de organización política no se deben a ineptitud del argentino para organizarse; lo que agrava el problema es la permanente injerencia británica que no sólo se apoya en la mentalidad entreguista de los unitarios sino también en la solapada actividad quintacolumnista de la rama de la masonería cuyo Gran Maestre es el Rey de Inglaterra.
Por el contrario los federales siempre estuvieron más cerca de una organización ligada a la realidad. Esto significa, por ejemplo, que en un país tan extenso, con elementales y lentos sistemas de comunicación y transporte, con un gran ecúmeno vacío y grandes espacios todavía en poder de los pueblos originarios, (Las regiones patagónicas, chaqueñas y parte de la pampeana), pueblos que debían ser integrados para construir en forma conjunta una nación para todos., no podían por fuerza aceptar una organización centralizada en el puerto por donde se perdía y regalaba el esfuerzo nacional. Así fue como la promisoria y creciente industria textil y artesanal del N.O. argentino se extingue gracias a la muselina y otras telas con que los barcos mercantes ingleses inundaban el puerto de Buenos Aires.
Así quedaba demostrado que en países subdesarrollados, jóvenes y sumamente extensos como el nuestro, establecer una organización política a la europea, con una conducción y administración centralizada traería a esa incipiente sociedad más perjuicios que beneficios. La postergación de la potencial grandeza de nuestra Patria, su actual decadencia y los negros pronósticos para su futuro tienen su principal causa y origen en este pecado de su juventud, la desorganización política inducida y fomentada por la perfidia inglesa.
Opuestamente a toda lógica y geopolítica inteligente los unitarios optaron por el centralismo del poder político con asiento en el puerto de la capital dando prioridad a las actividades extractivas de materias primas para ser exportadas a la metrópolis inglesa sin ninguna elaboración agregada, impidiendo así la formación de polos de desarrollo en el interior, la integración de los pueblos indígenas y mestizos, sin considerar los manifiestos planes para reemplazarlos con inmigrantes de raza nórdica o sajona (ver pensamiento de Alberdi, Sarmiento, Mitre y otros).
Para entender a nuestra enmarañada historia hay que saber esto y entonces también comprenderemos que Caseros fue un batalla entre federales donde la fracción rosista, más ligada al puerto, termina por su inmovilismo chocando con los líderes del interior como Urquiza que, basados en los Pactos Federales, querían concretar y consolidar la organización política existente mediante una constitución federal con mayor apertura democrática, separación de poderes y alternancia en la conducción del Estado.
Y también entenderemos porqué la Constitución de 1853 que establecía una república federal con un gobierno descentralizado, democrático y respetuoso de las autonomías provinciales, después de la batalla de Pavón, fue totalmente tergiversada, con lo que sólo le quedó el nombre de “federal” pero que en realidad pasó a ser esencialmente “unitaria” hasta el día de hoy. ¿Cómo alguien puede pensar que existe federalismo en una nación donde los gobernadores deben periódicamente bajar a Buenos Aires, hacer cola para mendigar al ministro de Economía los fondos necesarios para sus gestiones de gobierno, o cuando en la elaboración de la importantísima ley del Presupuesto anual están ausentes los gobernadores?
En ese punto de inflexión de nuestra historia que fue la batalla de Pavón, se traiciona a la Constitución gracias al cruce de varios factores, entre los principales, la fuerte presión de la masonería inglesa, por lo que Urquiza, teniendo ganada la partida, se retira inexplicablemente del campo de batalla con toda su caballería intacta terminando finalmente dedicado a los negocios y traicionando a los líderes federales esperanzados en que él retomaría el liderazgo de la causa federal y se opondría a la guerra con el Paraguay restableciendo el respeto por las autonomías provinciales y la vigencia de los pactos federales.
Mitre, el mejor aliado entonces de los intereses británicos, se queda con el poder unitario y termina dirigiendo junto con Sarmiento un verdadero genocidio contra los hombres de la tierra, seguidores de los líderes federales del interior que, mientras esperaban vanamente el pronunciamiento de Urquiza, fueron masacrados en una sangrienta cacería donde las lanzas nada podían hacer contra las modernas carabinas Remington.
Lo curioso es que muchos de nuestros historiadores a este período que va desde 1853 hasta la década del 80 lo definieron como el Período de la Reorganización Nacional cuando fue en realidad un tiempo de verdadera desorganización del sistema federal donde se implanta el sistema unitario disfrazado, sistema antinatural, impostado y desconectado del país real, del verdadero ser nacional en beneficio de un sistema de dependencia del imperio sajón que desde 1810 nos sigue pasando sus facturas.
Ahora bien, al día de hoy, ¿nos queda aún alguna alternativa con la posibilidad de rectificar y/o cambiar la actual organización política y reimplantar un verdadero federalismo? Yo soy optimista y creo que a partir de octubre de este año habrá un brusco cambio de timón, optimo momento para convocar a una Constituyente que cambie esta vergüenza de Constitución de 1994, un aborto conjunto de Menem y Alfonsín que facilita la entrega al invasor inglés de nuestras más importantes y estratégicas riquezas y que merece el más profundo repudio y asco de los verdaderos argentinos.
Nota: La reciente posición del electo gobernador de Córdoba, Dr. De la Sota, es una incipiente, pero clara y saludable reacción federalista. Es de esperar que este ejemplo cunda y la Patria retome el rumbo correcto que fue traicionado en la batalla de Pavón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario