miércoles, 10 de agosto de 2011

La gran estafa

La dignidad es un valor moral cuya preservación es incompatible con la indiferencia sencillamente porque cuando a los miembros de una sociedad todo le da igual ya no importan las pequeñas o grandes claudicaciones personales de cada día ni la aceptación ovina de las trapisondas que se barajan en todas y cada una de las ramas del Estado.
Solamente sobre la premisa de que la indignidad es una impronta del ser argentino se puede entender que el próximo 14 de agosto millones de votantes se presten a convalidar a sabiendas la gran estafa electoral que Néstor Kirchner y sus secuaces de la justicia y el funcionariato elucubraron en las tinieblas de Olivos.
Porque a ninguna persona con más de un dedo de frente se le puede escapar el brutal falseamiento del sistema de reproducción de las autoridades de la República que configura el mecanismo de la ley “de democratización de la representación política, la equidad” etc., el que en los hechos configura una burla siniestra de la voluntad del elector, supremo bien que debe tutelar cualquier legislación electoral.
El acto más digno que podría protagonizar el ciudadano argentino sería quedarse en su casa a tomar mate el próximo domingo en señal de repudio al manoseo miserable al que pretende someterlo un gobierno desesperado por mantenerse en el poder sin miramiento alguno.
La afirmación hecha hace varios meses en esta columna acerca de la total inutilidad de estas internas abiertas hoy es ya reconocida universalmente. Sin embargo en un increíble acto de irracionalidad se sigue adelante para que “el pueblo elija”: ¡Candidatos que de hecho ya están elegidos! Y no por elecciones democráticas sino a puro dedo de los caudillos de turno.
La ley 26.571 fue tramposa desde su génesis, fue tramposa en su origen y fue tramposa en su ejecución. Y la primera y la última trampa fueron realizadas ambas por la viuda, la primera cuando “vetó” dos artículos, el 107 y 108, que habían sido acordados con algunos opositores para lograr su acompañamiento: directamente los estafó. Y la segunda cuando violó repetidamente el artículo 64 quater del Código electoral nacional autoelogiando su gobierno.
Todo fue orquestado para que gane el tradicional “caballo del comisario” pero además con la variante novedosa de manear a los demás equinos por las dudas. ¿Cómo se puede financiar una campaña electoral de sesenta días cuando los fondos públicos se entregan cuatro días antes de las elecciones?
¿Quién o qué partido está en condiciones financieras de bancar tres campañas presidenciales con su dinero o con las cuatro monedas que aporta el Ministerio del Interior? ¿Qué empresario está dispuesto a poner plata a título individual en campañas de candidatos opositores cuando desde el gobierno le amenazan con mandarles la AFIP y la UIF y se pone a la Secretaría de Inteligencia a espiar sus movimientos y detectar las “traiciones”? ¿Qué campaña se puede hacer sin plata si el candidato no es Mahatma Gandhi?
Es obvio que el principal objetivo de estas “internas abiertas” era desangrar a los contrarios del oficialismo que necesariamente deben reservar recursos para las elecciones generales y eventualmente el ballotage, mientras el gobierno usa fondos públicos a destajo para promocionar las candidaturas de la señora H2Cero y Eric Clapton (después de la artrosis falángica) que hace campaña con el mismo instrumento con que pretende explicar la política económica oficial, es decir, la guitarra.
¿Qué chance pueden tener entonces competidores que no gozan como el oficialismo de la cadena nacional, de las dos mil emisoras de FM y centenares de cables que cautivos de las pautas oficiales a lo largo y a lo ancho del país pasan todo el día como “noticias” los “logros” del gobierno kirchnerista más la lluvia de pesos que desparraman los “planes” sociales y la Cámpora, más el ejército cibernético pagado con fondos públicos para invadir Internet?
El resultado buscado por supuesto es que estas primarias fraudulentas convenzan a los millones de analfabetos funcionales que pueblan el padrón de que la viuda alegre es invencible para así fijar un “piso” que le asfalte el camino a la reelección en las generales.
Es cierto que en cualquier país del mundo el partido gobernante goza de un cierto “plus” operacional aceptado por la gente cuando de reelecciones se trata, pero este engendro tramposo digno de Macondo sólo puede funcionar en sociedades donde tanto los ciudadanos como sus dirigentes han perdido la dignidad cívica y aceptan resignadamente ser partenaires de un truco que en los hechos sepulta la base de la democracia que es la legítima voluntad del elector.

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