domingo, 27 de noviembre de 2011

Con el ajuste, el hiperpresidencialismo puede volverse en contra

Con el ajuste, el hiperpresidencialismo puede volverse en contra

La concentración de todos los resortes del poder político en manos de CFK fue la receta utilizada por el kirchnerismo desde el fallecimiento de su fundador. Este proceso de personalización del poder -de características inéditas- agravó el debilitamiento del rol de las instituciones del Estado iniciado en el 2003 pero, en cambio, le aseguró a la presidente gobernar sin aliados ni condicionamientos de ningún sector. Paradójicamente, el nuevo escenario del ajuste puede invertir el efecto, concentrando el desgaste en la figura presidencial. A un mes de que se iniciara la crisis generada por la demanda de dólares y el retiro de los depósitos en la misma moneda, la escasa talla de Amado Boudou y Mercedes Marcó del Pont hizo que CFK tuviera que hacerse cargo personalmente del problema, impulsando la intervención de Guillermo Moreno. A la inconsistencia del gabinete hay que sumarle que la CGT dio un paso al costado y no se muestra dispuesta a asumir los costos del ajuste, en tanto que la UIA aplaude con tibieza a la presidente, porque teme por la distorsión del tipo de cambios y las consecuencias del enfriamiento de la economía. Tampoco la línea de los gobernadores, corporizada en la conducción del PJ nacional, se muestra demasiada entusiasta en dar la vida por Cristina, y sus gestos de apoyo, como el reciente cónclave en Río Gallegos, parecen destinados sólo a cumplir con las formalidades. Es que la mayor parte de las provincias iniciarán el 2012 con sus cuentas en rojo -Juan Carlos Schiaretti admitió que no está en condiciones de pagar los sueldos de enero- y los gobernadores están esperando un compromiso de la Casa Rosada que les evite acudir a medidas de ajuste que podrían generar reacciones sociales.
En esta soledad que ella misma construyó, los apoyos entusiastas que a diario recibe la presidente provienen de sus incondicionales como La Cámpora, lo que le resta trascendencia a los mismos.
En una democracia que funcionara normalmente, un plan de ajuste obligado por la situación internacional implicaría cuando menos un mínimo nivel de acuerdo entre el gobierno y la oposición. Esto es lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Europa. Pero en la Argentina es imposible. En primer lugar, porque la oposición, a partir del 23 de octubre, carece de capacidad para controlar sus propios frentes internos. Le quedaría al cristinismo intentar algún acuerdo con Hermes Binner, pero esto no va con su estilo. Por otra parte, el gobernador santafesino, que anunció el 24 de octubre que iba a ser el jefe de la oposición, optó luego por un sistemático silencio, tal vez decidido a no pagar los costos políticos, sea por salir a apoyar las arbitrarias medidas del gobierno o por criticarlas. Que los efectos negativos del ajuste parecen cargar sólo sobre las espaldas presidenciales se vislumbró en el acto del jueves pasado en una supuesta inauguración de un hangar de Aerolíneas Argentinas en Aeroparque. CFK se hizo cargo personalmente de sostener al presidente de la empresa y la gestión de la misma, con lo cual también deberá asumir personalmente el deterioro ocasionado por el previsible fracaso. La inminente difusión de un recibo de sueldo de Recalde por 130.000 pesos mensuales podría implicar una derrota mediática para el oficialismo. Por supuesto que al gobierno le quedar la chance de instalar la discusión del ajuste en el Congreso, a partir de que se integre el 10 de diciembre su nueva composición, pero los indicios apuntan a que esto no ocurrirá y que la Casa Rosada sólo espera para imponer su número en las dos cámaras. Durante toda esta semana, tanto Agustín Rossi como Miguel Ángel Pichetto y Aníbal Fernández no dieron señales de vida en el Congreso. La razón sería que CFK no les dio señal alguna de que serán confirmados respectivamente como jefes de bloque y presidente provisional del Senado, por lo cual optaron por desaparecer para minimizar los riesgos.
Comparativamente con otros liderazgos, el actual grado de concentración supera cualquier antecedente. El mismo Juan Domingo Perón, antes de tomar decisiones importantes, consultaba por lo menos a los cuerpos orgánicos del peronismo y hasta Néstor Kirchner practicaba a su manera un sistema de consultas que hoy se dejó de lado.
La falta de opciones
Cabe preguntarse si CFK, sobreexpuesta como está, podrá de algún modo evitar que los previsibles costos del ajuste impacten decididamente en sus altos porcentajes de imagen positiva. Hoy por hoy, parece profundizar el camino inverso, es decir, asumir toda la responsabilidad, intentando así que el 54% que la votó un mes atrás se solidarice con su gesta solitaria. El resultado de esta apuesta es imprevisible pero explicable. Para el cristinismo, cualquier búsqueda de consensos o acuerdos sería equivalente a una irreparable pérdida de poder. No habría al respecto ninguna distinción acerca de que, lo que fue teniendo viento de cola, tal vez no sirva más con viento de frente. Claro está que esta decisión de no cambiar se combina con una fuerte maniobra de coacción a la sociedad. Ya que no existe la oposición y las instituciones funcionan anormalmente, la única opción -y más todavía en tiempos de crisis- sería entre Cristina y el caos. La falta real de opciones y hasta de críticas sería, entonces, al menos por ahora, la mejor fórmula del oficialismo para atenuar los efectos de un desgaste que aun así puede ser inevitable.
De continuar entonces el gobierno por la misma senda, el gabinete nacional que se estrenará el 10 de diciembre podría llegar a ser tan intrascendente como el actual, porque sus integrantes serían una vez más simples delegados presidenciales. El repotenciamiento que tuvo en las últimas semanas Julio De Vido significa justamente la extrema dificultad que aqueja al elenco gobernante para renovarse. En este tema, precisamente, se vuelve a mencionar que un miembro de La Cámpora podría ser ministro para mostrar un cambio generacional, y se menciona al Secretario de Justicia Julian Álvarez como sucesor de Julio Alak. En otros casos, como el Ministerio de Trabajo, hay señales de cosmética, ya que la actual viceministra, Noemí Rial, socia de Carlos Tomada, podría sucederlo en la cartera. Y Tomada aparece mencionado, como experto en conflictos gremiales, para actuar junto a Recalde en Aerolíneas.
No sólo Trabajo está adquiriendo, gracias al ajuste, una importancia que no tenía; Interior, una cartera que sólo se hace notar hasta ahora en los temas electorales, también se está revalorizando, porque se avecinan las crisis financieras provinciales y Randazzo podría llegar a continuar en su cargo.

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