miércoles, 29 de junio de 2011

¿Qué sucederá si Cristina va al descenso...?

Una de las preguntas más serias e inquietantes que todos se formulan se divide en dos partes. La primera es qué sucederá si Cristina gana los comicios de octubre, como ella parece creerlo; la segunda, obvia, es inversa: ¿y si pierde? En el medio queda el interrogante acerca de los porcentajes correspondientes a cada caso y, en un ensayo de flotación, el par de nombres que podrían corresponder al único perdedor para el primer caso y al ganador en el segundo. Las especulaciones son variadas y numerosas y vale la pena hacer una primera aproximación a cada uno de estos supuestos. En el primero, todo indica que la Presidente podrá alcanzar una mayoría formal pero que numéricamente estaría en minoría respecto del conjunto de votos sumados de quienes son opositores. Sin embargo -siempre en el supuesto ganador-, para no perder respaldo por el agotamiento de la economía, Cristina deberá de hacerse de liquidez de manera rápida y es aquí donde se plantea el problema: los recursos para mantener los subsidios y los llamados planes sociales estarán virtualmente agotados, con lo que surgiría el problema de la crisis social y el descrédito político. A esto debe agregarse el riesgo que suponen las organizaciones de izquierda, que ya mostraron los dientes al sentirse marginadas de las listas electorales y se encaramarían a las protestas para captarlas, dirigirlas y luego explotarlas políticamente.
De acuerdo con el perfil de los candidatos parlamentarios y los que se forzarán a sumarse según sea el resultado electoral en las provincias, Cristina tendría las manos libres para vencer cualquier resistencia que le permita contar con la suficiente liquidez hasta que esté en condiciones de lograr el montaje de otros instrumentos para conservar el poder: fuerzas armadas, de seguridad y policiales propias, que le respondan monolíticamente y acorde con la anunciada propuesta de “radicalizar el modelo”, algo tan impreciso como el “modelo” mismo pero prometedor de innovaciones complejas, agresivas y resistidas por quienes resulten afectados. Estos serán los integrantes del conjunto productivo a quienes se les reducirá drásticamente la renta para que el Estado adquiera artificialmente la liquidez que le permita mantener el sistema y sostenerse políticamente. Por lo tanto, no habrá reinversiones, la producción caerá drásticamente y se iniciará una espiral de consecuencias previsibles. Frente a la oscilante situación en que se encuentra el mundo, cuya evolución sí es imprevisible, y a las condiciones argentinas para desempeñarse en el difícil escenario de la economía, el interrogante se profundiza, se hace peligroso, las inquietudes suben varios escalones -sobre todo si la enfermedad no se lo lleva a Chávez- y los pragmáticos sobrevivientes a quienes se les suele llamar pesimistas, sólo les quedará repetir que tenían razón, pero nadie les hará caso. Ni siquiera estarán en condiciones para hacerlo.
A la inversa, si Cristina pierde, también es impredecible definir el futuro. Antes digamos que este escenario, el de la derrota, hoy es el más probable, pese al empeño propagandístico por demostrar que el triunfo está virtualmente asegurado. En medios diplomáticos del más alto nivel, ayer se manejaban números alarmantes para el kirchnerismo, pese a los millones y millones puestos en demostrar lo contrario. Esos números -con algunas variantes cercanas que apuntan a mejorarlos- están semiclavados en el 30 por ciento de los sufragios, y decimos semiclavados pues la tendencia muestra una inclinación descendente que no puede ser desconocida para la Casa Rosada ¿O se lo ocultan a Cristina? Lo interesante es que esta encuesta obtiene ese resultado cualquiera sea el oponente que se le enfrente, se llame Ricardo o Eduardo. Pero los temores oficialistas parecen salir a la luz. Según parece, ya existieron conversaciones ultrasecretas con grandes promesas al socialista santafecino Binner para ejecutar un mutuo respaldo llegado el momento y suceda lo que suceda. Lo mismo habría ocurrido con Juez en Córdoba, pese a los improperios de éste contra el Gobierno central, con su peculiar estilo chabacano. Los K quieren que gane en la provincia.
La conclusión es que, pese a los esfuerzos propagandísticos, los sucesos de River Plate, el teatro realizado en Olivos y los crímenes promocionados por la televisión no lograron desplazar los zafarranchos corruptores de Sergio Schoklender y las Madres de la Plaza de Mayo dirigidas por su jefa, Hebe de Bonafini. La gente todavía es reacia al narcotráfico, al lavado de dinero y a cualquier escala de la corrupción. Digamos que la moralidad innata en el sentimiento colectivo de la sociedad aún no ha sido doblegado y resiste los ataques.
Llegamos entonces a las consecuencias de la segunda alternativa: Cristina pierde. En este caso, como el kirchnerismo tiene una estructura endeble, prestada y sin historia, se encontraría desnudo, con su núcleo duro -el más peligroso- dispuesto a no aceptar la adversidad y hacer lo imposible para que el nuevo gobierno no pueda desenvolverse. Sólo lo apoyará en todo lo negativo que signifique defender el llamado progresismo: imponer “la justicia transicional”, que permita la retroactividad de las leyes, imponer los difusos “derechos humanos”, como valor excluyente y sometido a cualquier interpretación que haga factible las modificaciones de la sociedad, incluso la libertad religiosa, de opinión y de prensa. Si el nuevo gobierno se somete a estos dictados que inevitablemente serán sustantivos de la primera y supuesta alternativa de la victoria en octubre, el “progresismo” será magnánimo en la oposición. Lo fundamental, será oponerse -en ambos casos- a instrumentaciones al“Plan Ahora” que la derecha chilena ha puesto en marcha con críticas al Presidente Pineda, que prometió justicia y libertad para los presos políticos respondiendo, seguramente, a directivas superiores. Apoyará sólo a candidatos seguros. En el Uruguay se aprestan a hacer lo mismo ante la modificación de la actitud de Mujica de iniciar juicios a quienes triunfaron sobre el terrorismo. Todo parece responder a una idéntica directiva como la que se vive en la Argentina. Aquí, la derecha, que existe y es mucha, ya anunció que elegirá al candidato que ofrezca garantías comprometidas.

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