jueves, 28 de julio de 2011

Antropofagia, aislamiento, e ideología

1. Antropofagia, o cómo devorarse a sus aliados
Según la mitología romana, Saturno -el equivalente del dios griego Cronos- mantenía su poder absoluto devorando a sus hijos, apenas éstos nacían (hasta que su hijo Zeus, pudo evitar ese destino, derrocándolo y transformándose así en dios supremo). Se llama antropófago a quien come carne humana y filicida a quien asesina a sus hijos. Y podríamos denominar entonces como filífago a quien se los devora, como Saturno.
Desde su nacimiento, metafóricamente hablando, el kirchnerismo -esa especie de folie a deux, que se instaló como una prótesis dentro del peronismo en el poder- se caracterizó por su estilo antropofágico, devorándose a sus aliados, o desembarazándose de ellos, apenas evaluaban que podían prescindir de su sostén. Pensaban -piensan- como aquél gobernador a quien se le atribuye el dicho: “los hombres son como los forros, después de usarlos se tiran”.
Desde el ex-vicegobernador de Santa Cruz -en dos de los tres períodos en que gobernó Néstor Kirchner- Eduardo Arnold, hasta la muy reciente “ejecución” de Daniel Filmus, los Kirchner, sea por inseguridad o por paranoia, se desprendieron de sus principales aliados siempre que no se sometieran a sus formas humillantes y autoritarias. Esta actitud, grave para cualquier dirigente, es particularmente nociva si quien gobierna carece de relaciones sociales y de equipos técnicos que los sustenten. Dependen entonces de unos pocos colaboradores leales y de un grupo -más numeroso, por cierto- de obsecuentes, mercenarios y chupamedias, ninguno de los cuales brilla con luz propia. Por eso, la carencia de equipos humanos va agotando a esos sistemas políticos, y casi siempre terminan apoyándose en la persecución, el miedo, el espionaje o en la contratación de sicarios intelectuales.
Una de sus primeras y más destacadas de sus víctimas fue el presidente saliente, Eduardo Duhalde, a quien seguramente aquél le debió la candidatura y, algo mucho más importante: la derrota de Carlos Menem, hoy su patético y tragicómico aliado. A Duhalde, lo sorprendieron como a un ingenuo y no solamente se lo devoraron y lo despreciaron -llamándolo “padrino”- sino que le hurtaron los aderezos, muchos de los cuales están actualmente arrepentidos y que, como la hacienda baguala, buscan arrimarse al jagüel con la seca.
El caso de Daniel Scioli es increíble: su obsecuencia fue reiterada a través de estos ocho años. Sólo le falta decir lo mismo que Cámpora cuando Perón le preguntaba la hora: “La que usted diga, mi general”.Despreciado, humillado y desapoderado de atributos que formalmente le correspondían, se lo van comiendo a pedacitos, sin que él jamás ensaye la más leve crítica y, siempre genuflexo, está como esperando el golpe del final, escudado en el aval de sus incomprensibles pero contantes y respetables votos. “No te la creas pibe, vos sos un invento y nadie te respeta” es el mensaje, que le pasan una y otra vez.
El ex-gobernador de Santa Cruz, Sergio Acevedo, amigo incondicional, siempre disciplinado y obediente, tuvo la osadía de rebelarse para proteger su buen nombre. Se lo deglutieron igual porque quien no se corrompe puede, precisamente, manejarse con independencia, algo intolerable dentro del mesiánico universo kirchnerista.
El caso del ex-canciller Rafael Bielsa es similar moralmente, pero la acusación es distinta: “Adoramos tu discurso pero no tus pretensiones de sobresalir. Aquí, los únicos que podemos hacerlo somos nosotros dos”. No se lo comieron, pero lo pusieron en el freezer. Las personas cultivadas molestan a los rústicos barnizados, que carecen de brillo natural.
Su sucesor, Jorge Taiana, no osó sobresalir, peor que eso, osó discrepar. Quien los había salvado tantas veces -cuando pudo- de papelones diplomáticos, fue devorado de un bocado sólo por pensar, pues para pensar están -estaban- ellos dos. Taiana es de bajo perfil pero en su pasado terrorista fue un hombre de acción, por eso, tal vez algún día la Sra. de Kirchner lamente haberlo enviado al ostracismo.
La situación de Alberto Fernández es como la de Duhalde, pero fue condenado en forma más miserable todavía, porque aquél los apoyó desde el inicio de su modelo hegemónico. La constante cara de cemento y cinismo de Fernández, torna a su castigo algo así como mucho más merecido que el del caudillo bonaerense, quien fuera mucho más temido por este dúo con pretensiones imperiales.
Héctor Magnetto, el C.E.O. del Grupo Clarín, fue admitido -y usado- dentro de la diarquía como un verdadero capo, jamás como un capo di tutti capi. Cuando éste consideró conveniente relevar al kirchnerismo -proponiendo junto con Paolo Rocca, al Dr. Lavagna como sucesor- no se lo perdonaron. No se lo comieron, pero sí lo intentaron, apelando hasta del recurso perverso y fraudulento de pretender encarcelar de por vida a la mayor accionista, la Sra. de Noble, un verdadero producto de Magnetto antes que su empleadora.
La leyenda atribuye a Ricardo Jaime el haberse hecho cargo de un supuesto hijo no reconocido de Kirchner -con un gran parecido físico- y de ahí, la tolerancia que mostró en ex-presidente frente a las graves acusaciones judiciales hacia aquél. “Gracias por los servicios, pero arreglátelas como puedas”, pareció ser el mensaje de quienes en su diccionario no existe la palabra gratitud.
Convengamos que un aliado como Luis D’Elía puede resultar incómodo para cualquiera, pero el combativo dirigente -jefe de una fuerza compuesta por mano de obra pesada y barata, pero molesta por su locuacidad personal- fue quien más dio la cara frente la rebelión del campo, cuando hasta el sindicalista Hugo Moyano “se fue al mazo” antes de enfrentar a los piquetes agrarios. “Te alquilamos, Luis, y te pagamos muy bien, pero no te la creas, no somos socios”, le parecieron decir.
Uno de los últimos banquetes es el de la deglución -a medias- de Aníbal Fernández, un parlanchín que sin vergüenza alguna ataca y defiende cualquier cosa, siempre arteramente cuando no, encerrándose en el baúl del auto para escaparse de un juez. Un poquita cosa que ahora es considerado tal, hasta por la mismísima viuda. “Ya no necesito lenguaraces, ahora hablamos yo y la Cámpora, en ese orden”.
Con José Pampuro actuaron más sencillamente, no se lo deglutieron y simplemente lo dejaron pudrir. “Gracias, te llegó la jubilación. Te daremos un reloj y un goodbye-party”.Igual tratamiento que el brindado a Verna -siempre un comodín y socio temporario-, a quien despidieron con un “Nunca nos quisimos, ¿te acordás? Ahora, jodete”.
Y, por último, los casos Bonafini-Carlotto: Hebe de Bonafini: Que pasó de defender una causa humanitaria y justa a una causa penal por desmedidos afanes. Estela de Carlotto: Que de candidata al premio Nobel pasó a candidata a ser demandada en un juicio por calumnias. Menos mal para ellas, que no estamos en tiempos de la Revolución Francesa, porque si no eran seguras clientas de Monsieur Guillotin. “No les soltaré el brazo”, parece decirles la viuda (y si no que me crezca la nariz, mientras se le agranda como a Pinocho).
La antropofagia política constituye el método más idóneo para que un dirigente termine aislado, vilipendiado por casi todos y defendido por muy pocos. Cuando pasen los años, antes de lo que quizás ella imagine, la Sra. de Kirchner sentirá ese amargo sabor que ella llamará ingratitud y no será otra cosa que rencor por su manejo imperial y omnipotente del poder. En el mundo internacional, muchos líderes antropofágicos terminaron aislados, excepto los que se murieron antes de su caída, como Stalin afuera y Kirchner aquí.
2. Aislamiento: el orgullo de la decadencia
Sólo una gran actriz, que pone en su papel más pasión que inteligencia, puede equivocarse tanto en la conducción de la sociedad. Su estrategia de gobierno -elaborada por algunos pocos audaces más cercanos al delirio que a lo cuerdo- es, a nuestro juicio, suicida para mantenerse a la cabeza de un gobierno. Tener sólo fines pero sin aplicar escrúpulos en los medios, no persiste en el tiempo, pues agota el nutriente de sus propios seguidores, ahuyentándolos.
Como en el juego, en la política los participantes terminan -a la larga- mostrando su personalidad profunda. Un tramposo no puede jugar muy seguido en las mismas mesas. Necesita rotar entre ellas. Como dijo Abraham Lincoln: se puede engañar a unos pocos mucho tiempo; se puede engañar a muchos poco tiempo; lo que no se puede es engañar a muchos todo el tiempo.
Al cerrar 2010, en nuestros “Escenarios 2011”,sosteníamos que la gran derrota de la Sra. de Kirchner se habría de producir por la inflación y por la mentira pública. Por más abundante que sea y por muchos fondos que se apliquen a una campaña millonaria; por muchas trampas de encuestadores que sólo buscan forrarse y forrearnos; por más impactos de saturación que se lancen en las comunicaciones, el bolsillo de los votantes pesa por encima de todo. Sólo así se puede explicar la bronca que sustentó el voto que, en Tierra del Fuego, revirtiera en el ballotage los ocho puntos por los que perdía la gobernadora, una oficialista crítica pero interesada del kirchnerismo. Esta derrota -si bien en un distrito muy pequeño- refleja un sentimiento bastante mayoritario del resto del país. Y una buena parte del voto capitalino y santafesino reflejó la misma visión. Inflación y mentira, son las dos principales causas de estos dos fracasos del kirchnerismo.
Cuando se habla de voto-cuota y su capacidad para decidir electoralmente -como se demostrara en la reelección de Menem-, se suele olvidar que la estabilidad económica es un requisito imprescindible. Por eso la preocupación de Rousseff y Mujica, en sus respectivos países. Correr franjas de pobres al segmento de economía de consumo, es la base -aunque insuficiente- de la popularidad, se necesita, además, estabilidad para que haya realmente capacidad de ahorro o de capitalización. Reiteramos, la inflación de precios ha sido, a nuestro modo de ver, la causa profunda y silenciosa que está detrás de las derrotas kirchneristas de Tierra del Fuego, de la Capital y de Santa Fe. No es la única seguramente, pero es la más importante porque nos afecta a toda la población cualquiera fuere nuestro lugar en ella.
El otro aspecto vulnerable del gobierno de la Sra. de Kirchner, lo constituye la situación internacional. Se trata de una cuestión no controlable, ni por ella ni por nadie. Pero ponernos a contrapelo de la corriente globalizante; defendiendo el aislamiento internacional, el proteccionismo industrial y el default como políticas de estado; manteniendo incidentes propios de adolescentes con aliados cercanos; y desconociendo quiénes son realmente los estados que mejor pueden ayudarnos en transitar aguas que se están volviendo cada vez más turbulentas en el marco económico, sólo nos puede llevar a “provincializar” la nación, jibarizando su economía. Por ello, somos cada vez más parecidos al Paraguay, como decía Borges en El Otro.
Después de la segunda guerra mundial, ni el primer Perón ni la gran mayoría de los argentinos, supimos ver que el liderazgo mundial pasaba de Europa a los EE.UU. Llevó lustros revertir ese desacierto que, ahora, nos empeñamos en reiterar. Pero tampoco vemos el nuevo papel que está cumpliendo y cumplirá China, que es para colmo nuestro principal cliente. Lo cierto es que no sabemos negociar ni competir. El ego argentino nos incapacita para manejar sabia pero humildemente nuestros intereses, cuando chocamos internacionalmente. Lo sabemos, nadie nos va a regalar nada, pero no es con arrogancia y con pillerías con las que nos ganaremos la mejor voluntad de nuestras contra-partes.
La economía importa electoralmente, pero el gobierno cree o simula estar en el mejor de los mundos. Nosotros creemos que ello ocurre más por ignorancia que por ideología. Así, hemos vuelto a un tipo de cambio fijo con el dólar, con pequeñas devaluaciones del 5% o el 10% al año, mientras al momento de escribir estas líneas el convenio de sanidad reconoció un aumento del 37% en los salarios. La experiencia nos enseñó que la estabilidad de la convertibilidad, no pudo sustentarse. Vale recordarlo, ésta, no explotó por el exceso de gasto público o por el gran endeudamiento o, al menos, no solamente por eso. La causa fundamental fue que nuestra producción por persona ocupada era a fines del año 2000, de u$s 24.700 y la EE.UU. de u$s 108.500. Por otro lado, la productividad argentina es actualmente la misma que en 1973, mientras que la norteamericana es del doble. ¿Con tal diferencia de productividad, cómo un dólar pudo valer -realmente- igual que un peso? ¿Y cómo ahora puede éste sólo devaluarse un 5% ó un 10%, si hay una inflación del 30%?
El aislamiento internacional no tiene peso electoral, pero sus consecuencias influyen en la economía. Por defender la ocupación laboral en algunas empresas -aun cuando ello se haga con probidad, lo que no siempre ocurre-, no podemos arriesgar el comercio con Brasil, cuyo beneficio permite estas tasas de crecimiento que benefician a millones. Por defender el mercado interno de consumo, estamos desatendiendo clientes del exterior. Este concepto de exportar saldos y retazos, no nos asegura cantidad ni continuidad, y nos genera fama de proveedores no confiables. Hacer del “vivir con lo nuestro”un timbre de orgullo, es como mínimo una extravagancia. Pero así somos buena parte de los argentinos, y al que acuñó esa simpática frase, Aldo Ferrer, lo nombramos director de empresas públicas, o embajador en Europa (lo que no le impide ser director de la firma sueca Tetrabrik, pues los economistas nac & pop desconocen el conflicto de intereses).
3. Ideología: una cáscara vacía
Desde la Presidenta hasta el último “che pibe” de La Cámpora -pasando por intelectuales que siempre están colgados de la teta estatal-, repiten como loros que “hay que asegurar el modelo”. ¿Qué modelo? “El modelo de desarrollo con inclusión”, responden, sin ponerse colorados al ignorar que en estos 8 años no se ha incluido a ningún pobre ni indigente en ese crecimiento fenomenal (que es inferior al de otros países con economías como la nuestra). Es que siguen creyendo -como el banquero Heller- que un poco de inflación no molesta.
No hay tal modelo. Se trata de un título afortunado y marketinero, pero es una cáscara vacía. Es más, la cáscara está vacía desde que se hizo evidente la falacia marxista, y por eso cayó el muro. Los socialistas -los violentos y los no violentos- se han quedado sin discurso, porque el sistema pretendidamente más justo, se desmoronó sin ayuda externa, por anemia económica. El comunismo y el socialismo son incapaces de generar riqueza, sólo pueden distribuir la creada por el sistema capitalista. Por ello, Margaret Thatcher decía que el socialismo se acaba cuando se les acaba la plata.
Los progresistas como se autodenominan ahora para disimular su marxismo, se refugian entonces en banderas justas y simpáticamente bienvenidas para una parte significativa de la población (derechos humanos, ecología o costumbres sexuales), pero son absolutamente impotentes para crear riqueza, tal como lo comprendieron los líderes dictatoriales chinos.
Estos sustitutos utilizados por conveniencia para suplir el desmoronamiento del sistema económico inventado por Marx, los lleva a sostener posiciones contradictorias, las que muchas veces se transforman en un verdadero oxímoron. En primer lugar, aclaremos, estas banderas no son exclusivas de quienes se ubican a la izquierda, pues cualquiera de quienes estamos a la derecha del centro podemos o podríamos apoyarlas.
Veamos algunas de esas contradicciones: 1) el único que puede violar los derechos humanos es un funcionario estatal, pero nunca un terrorista; 2) muchos de quienes se dicen defensores de la naturaleza, no tienen ningún empacho en auspiciar el aborto (un acto con el que podemos estar o no de acuerdo, pero el que, convengamos, es antinatural); 3) defienden la economía estatal en grandes empresas para ubicar a los partidarios en los puestos de directorio, aunque pierdan fortunas (caso Aerolíneas Argentinas), en lugar de aplicar esos cuantiosos fondos en paliar la pobreza. Eso sí, son muy nacionalistas pero si pueden tener un pasaporte de Unión Europea lo aceptan volando (“Para no hacer tanta cola en los aeropuertos, ¿viste?”). Por eso, no pueden resultarnos extrañas las palabras de Fito Páez, un cantante que vive como María Antonieta -a costa del Estado- y piensa como Robespierre.
4. Conclusión
En nuestra forma de ver, estos tres factores encadenados han esmerilado el deslumbramiento que buena parte del electorado tenía con el matrimonio Kirchner. Se ha caído un velo sobre sus buenas intenciones, su sinceridad en los procedimientos y sobre su honestidad en la administración. Ya pocos argentinos les creen sus mensajes y, de esa pequeña parte crédula, algunos actúan exclusivamente por conveniencia personal, es decir, porque se están forrando para beneficio propio y de sus dos o tres generaciones siguientes.
La represión serial es una conducta censurable en cualquier padre o madre y, si ella se acompaña con trituración de la personalidad, se transforma en una actitud perversa. Así se han comportado los Kirchner con una buena parte de sus dirigentes aliados. El rencor que han sembrado, se multiplica a lo largo y a lo ancho del país. La mayor parte -sea el 60%, el 70% o el 80%-, les está mostrando su límite, pidiendo un cambio. El electorado hoy les ha dicho basta.
Y creemos que lo seguirá diciendo, porque ya piensan que está administración no está en condiciones de cambiar nada. La Presidenta es un bluff y los espectadores lo han descubierto. Por eso, Cabandié y Rossi han sido humillados por los votantes, como jamás le había ocurrido a un oficialismo peronista. La mayoría está harta, pide otra cosa y no parece querer que se profundice esta charlatanería política, aderezada con condimentos siniestros (¿O no es siniestro lo hecho con los Herrera Noble?). Y es probable que ese hartazgo se refleje en las elecciones del 14 de agosto.
Si la Presidenta insiste con sus trampas despóticas para asegurarse un poder omnímodo y llegase a tener éxito, porque los principales cordones de la provincia de Buenos Aires la llegasen a apoyar, se convertirá en la sepulturera del peronismo. Tal vez, un instante de lucidez les permita al gobernador de Buenos Aires y a los dirigentes del conurbano, leer con realismo el hartazgo del electorado y se rebelen a tiempo, para no terminar siendo sus cómplices del entierro. Así como Reutemann, de la Sota y otros peronistas ya lo tuvieron claro.

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