miércoles, 13 de julio de 2011

Fuerzas Armadas argentinas: Sin aviones, sin barcos, sin municiones...

“A veces me despierto sobresaltado, convencido de que existe una conspiración inmensa, llena de actores poderosísimos, para desarticular las Fuerzas Armadas de la Argentina (FFAA). Como el bolsillo es un órgano de pensamiento importante, eso me sucede las primeras noches después de cobrar mis haberes como general de división retirado.
La razón es a veces ingenua y tiende a inventar libretos donde sólo hay falta de letra, y a ver patrones de conducta donde sólo reina el desconcierto. Por eso algunas mañanas me digo que es necesaria no menos que una conjura de magnates y mandamases para que el gobierno nacional pueda incumplir (y sin consecuencias) la sentencia S. 301. XLIV. del 15/03/2011 de la Corte Suprema, que dictamina que a los militares se nos pague todo en blanco en lugar de casi todo en negro (verbigracia, una sumatoria de “haberes no remunerativos”).La misma sentencia indica que a los RE (verbigracia, “militares retirados”) se nos abone algo parecido a nuestro último y poco glorioso sueldo como activos, en lugar de menos de una tercera parte
Ese tipo de ideación me dura unos días, casi tanto como los haberes cobrados. El resto del mes, como lector aficionado de pensadores e historiadores, me veo obligado a admitir que muchos dirigentes y Medios en la Argentina, lejos de ser antimilitaristas diabólicos, son simples a-militaristas (perdón por el neologismo), y probablemente más ingenuos que yo.
El pariente pobre
Me explico: son a-militaristas los cuadros sociales que suponen que las FFAA no tienen razón de existencia, salvo para desfiles patrióticos, y las tratan como a un tema incómodo, parientes pobres con un pasado discutible a los que no se quiere en la casa, pero nadie se atreve explícitamente a echar. En suma, me digo, los dirigentes que toman decisiones y quien firma no leemos los mismos autores, y seguramente por ello jamás tropezaron con aquel viejo adagio romano: “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepárate para la guerra).
Pero basta leer los diarios para saber que Sudamérica, la parte más pacífica de la Tierra, se rearma a escape, que Chile invierte 3700 millones de dólares por año en su defensa, Colombia arriba de 4100, y Brasil ronda los 6000. Mientras aquí los pilotos de la Fuerza Aérea, el tipo de militar más caro y difícil de formar, abandonan la carrera porque no tienen acceso a horas de vuelo, ya que desde los Hércules de transporte a los Mirage de intercepción, el material está no sólo obsoleto, sino canibalizado. La Armada ha reconocido que de la flota de 60 barcos sólo 16 están en condiciones de navegar. Y el Ejército tiene munición y logística como para un día de combate.
Como parte de la misma historia, principalmente desde 2005, hay 100.000 militares activos cobrando cada vez más en negro. Y los despojados de sus retiros con la historia del “haber no remunerativo” ya son, 80.000. Demasiada gente como para afrentarla tan duramente si no se trata de un complot, dice la razón ingenua.
Pero cuando mi parte más racional, lectora, historiográfica, ingenieril y pensante retoma el control de mi cabeza, descubro con asombro que no existe ninguna conjura en contra de las FFAA, salvo la de los necios. Defino como tales a quienes creen que una Nación-Estado puede durar en el tiempo sin ese mal menor que somos los militares. Y vuelvo a definir “mal menor” en oposición a “mayor”, que es perder, como ciudadano, lo que uno tiene, sea mucho o poco, al caer bajo dominio o protectorado extranjero, y por no poder defenderlo, y así volverse un extranjero en suelo propio.
Y me debo repetir que no, no hay conspiración pero sobra necedad. Los militares caemos en la misma bolsa que los casi 5 millones de habitantes que viven en la cuenca del Matanza-Riachuelo, sistema hídrico que la Corte Suprema intimó a sanear a la autoridad correspondiente (el ACUMAR, organismo federal), con resultados a la vista. ¿Y cómo se puede tratar tan mal y obligar a vivir tan contaminados a ciudadanos que contribuyen a una gran parte del Producto Bruto Interno nacional, y además, votan? Y sin embargo, se lo hace.
A los maestros y profesores no parece irles mejor que a nosotros, aunque son los únicos que podrían devolverle a largo plazo a la Argentina sus viejos quilates de sociedad relativamente culta, técnicamente avanzada e industrialmente competitiva. Pero en cambio se los maltrata y se les paga en negro, aunque también votan. Y al personal de salud del estado, garante último del pacto social que nos vuelve nación, y que implica que la Argentina es responsable de la salud de los argentinos, tampoco les va bien.
Por lo tanto, si hay una conspiración es demasiado abarcativa: demasiados conspiran contra demasiados. La parte racional, lectora, historiográfica, ingenieril y pensante de mi cabeza entonces prefiere suponer que a los militares se nos trata como el tránsito urbano trata a los peatones, o como los conductores se tratan entre sí, y eso en un país donde el transporte genera muchas más víctimas anuales (17.000) que todas nuestras luchas civiles e incluso nuestra única guerra entre Estados (la de Malvinas).
En suma, no es una conspiración. Es simplemente un todos contra todos, el caos de los autitos chocadores en el parque de diversiones, estado amorfo, falta de ideas como sociedad acerca de cómo mejorar las cosas. Y sobre todo, no querer asumir los costos económicos y políticos de implementarlas.
Hipótesis de conflicto
Un ejemplo de todo esto es que nuestras FFAA ya no tienen, oficialmente, hipótesis de conflicto salvo dos o tres vaguedades sobre defensa de acuíferos. Hasta los años ‘85, las hipótesis que teníamos, a nivel inter-estatal, eran una fuerte agenda de temas limítrofes (con Chile e Inglaterra).
En los ‘90, y tras la derrota de Malvinas, reinó en cambio el concepto de la “Pax Americana”, con unos Estados Unidos todopoderosos que impedirían para siempre toda trifulca de vecinos.
Aunque no lo dice la dirigencia argentina se quedó en los‘90 y su mundo monopolar. Todavía no se enteró del mundo multipolar de hoy, donde la otrora pacífica Sudamérica se rearma masivamente y el planeta está brotado de guerras regionales de extraordinaria crueldad por asuntos de petróleo, minería, ríos, religión o límites.
Y en un mundo donde los precios de la comida subirán en flecha, tenemos uno de los tres mejores ecosistemas agrícola-ganaderos del planeta, la Pampa Húmeda. Y que en una economía global en la que se acabó para siempre la energía barata, nos volvimos de la noche a la mañana el tercer país del mundo según sus existencias de “shale-gas”, el gas natural atrapado en formaciones poco porosas, hoy accesible con pozos horizontales y fracturación (“fracking”)de la roca. Y que tras 20 años de exploración geológica a fondo, nos hemos vuelto la sexta reserva metalífera, y el precio de los metales sube a escape.
Y eso simplemente porque somos 7000 millones de personas en un planeta de recursos finitos, y competimos muy desigualmente por ellos.
Estos activos ¿se cuidarán solos? Como dueños de casa, podemos hacerlos muy accesibles a empresas extranjeras en el grado y proporción que queramos, o explotarlos únicamente nosotros, con o sin ninguna participación estatal. Hay muchos modos de ser dueños de casa, y tampoco los voy a aburrir con mis posiciones al respecto. Pero subrayo esto: el que fija el acceso es el dueño. ¿Pero qué pasa si le ocupan o embargan la casa?
Bien, Irak ya no se hace esa pregunta. Libia dentro de poco habrá perdido toda posibilidad de hacérsela durante décadas. Pero Brasil hace medio siglo que sabe la respuesta: tiene unas FFAA modernas, bien entrenadas, bien pagas y mayormente, auto-equipadas. De yapa, ya es el cuarto constructor aeronáutico mundial, y no bien descubrió que tenía entre 50 y 150 millones de barriles de crudo liviano “off-shore”, le anunció al mundo -de un modo sumamente civilizado- que desarrollaría su propia flota de submarinos nucleares, por si a alguien en el futuro tuviera dudas acerca de a quién pertenecían.
Esas dudas de a quién pertenece qué cosa aparecen toda vez que un Gobierno nacional con activos apetecibles se debilita. Y eso sucede con frecuencia, ya se trate de tiranías a las que sus ciudadanos empiezan a exigirles cuentas (como sucede hoy en parte del mundo árabe), o de gobiernos legítimos jaqueados por su propia mala administración, o aquejados por deudas heredadas, o simplemente embestidos por esas tormentas perfectas que generan las finanzas globalizadas, con su secuela mundial de bancarrotas.
También, rara vez, hayan existido tantos Estados que colapsan, devorados por amenazas internas, separatistas, sediciosas, mafias del narcotráfico o simplemente criminales, sectores mejor armados que sus propios ejércitos.
¿Quién dijo que se acabaron las hipótesis de conflicto, o que hay que inventarlas? Sólo le faltan a los Estados fracasados, a quienes ya han perdido -o están a punto de perder- todo…
La soberanía, compatriotas míos, no es gratis. Y no hablo de devolver a las FFAA atribuciones de Gobierno que nunca debieron tener. Hablo de darles la dignidad (entre ellas, la de cobrar en blanco), la educación, el entrenamiento y el equipamiento necesarios para cumplir su función primaria: la disuasión frente a otros Estados-Nación. Hablo de ponerlas no en el poder, pero sí en la agenda.
Finalizo con una cita del todavía vigente Ortega y Gasset: “…comprendo las ideas de los antimilitaristas aunque no las comparto... Enemigos de la guerra piden la supresión de los ejércitos. Tal actitud, errónea en su punto de partida, es lógica en sus consecuencias. Pero tener un ejército y no admitir la posibilidad de que actúe es una contradicción gravísima…”

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