lunes, 11 de julio de 2011

LA ESPADA DE DIOS

El mandato del Nuevo Testamento es claro: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Pero ¿qué pasa si el César pide, exige o hasta confisca lo que no es “del César”? ¿Si el Estado exige lo que no le corresponde? Lo cual nos lleva directamente a la pregunta esencial: ¿qué es lo que le corresponde al Estado?
Santo Tomás no se dedicó en forma intensiva a la política. No existe un tratado de política proveniente de su pluma con la extensión y la profundidad específica que tienen, por ejemplo, la Política de Aristóteles o La República de Platón.
El pensamiento político de Santo Tomás se halla esparcido por varios de sus escritos.
No cualquier medida política es lícita, no cualquier proyecto político es admisible, sea cual fuere su grado de legalidad formal o su nivel de consenso mayoritario.
Toda asociación humana ha sido siempre jerárquica y del buen o mal funcionamiento de las jerarquías ha dependido tanto la paz social como el desarrollo pleno y el bienestar de sus miembros.
El ser humano no es posible sin la sociedad y la sociedad no funciona sin gobierno.
En política hay, por lo tanto, al menos dos componentes en juego en forma simultánea: una teórica (el conocimiento) y otra práctica (la actividad), siendo que, en determinados casos, esta práctica se convierte en un verdadero arte.
Los bienes particulares, los egoísmos individuales, deben ceder ante el Bien Común; pero sólo ante el Bien y sólo si ese Bien es también Común.
El todo político de la comunidad no subordina el todo de la persona humana; solamente lo abarca. Todas las actividades de una persona se realizan íntegramente dentro del marco de la comunidad y, en la medida en que afectan o pueden afectar el Bien de dicho marco.
Tal como expresamente señala Santo Tomás: “(...) la ley humana no preceptúa todos los actos de todas las virtudes, sino sólo aquellos que son ordenables al bien común”.
La pregunta que en cuanto a qué es lo que le corresponde al Estado se resuelve así en el pensamiento de Santo Tomás de un modo claro y unívoco: al Estado le corresponde lo que hace al Bien Común.
El Estado tiene jurisdicción sobre lo que hace al Bien de la comunidad y tiene autoridad -incluido el poder de coerción- en todas aquellas cuestiones que se relacionan con ese Bien; principalmente en aquellas que hacen a las funciones del mantenimiento de la paz y la armonía internas, en aquellas que implican la previsión, la planificación y el aseguramiento del futuro comunitario, y en aquellas que resultan necesarias para el buen orden y el buen desarrollo de la vida comunitaria.
Y bien, cuando un gobierno no cumple con los preceptos del bien común tan bien señalados por Santo Tomás, cuando a contramano de esto miente a los ciudadanos, practica el ocultamiento, avanza sobre la sociedad civil, se convierte en gavilla para esquilmar los dineros públicos: ¿qué hacer?
El periodista americano Ambrose Bierce había definido este modo de hacer política como: “el manejo de los asuntos públicos, para obtener beneficios privados”.
El régimen instituido por el kirchnerismo es una perversión, donde la aspiración a una mayor justicia y equidad es solo una ilusión, que no entra en las lucubraciones del ciudadano.
Estamos ante una crisis de los partidos, que a su vez representa una crisis de la democracia.
Cuando los funcionarios que integran el gobierno e incluso los magistrados, dejan de cumplir con su deber, la ciudadanía parece quedar a la deriva: “…entonces Dios pone la espada en las manos del pueblo y Él mismo se convierte inmediatamente en su cabeza” (John Knox).

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