lunes, 11 de julio de 2011

EFECTOS COLATERALES DE UN TRIUNFO APLASTANTE

¿Le conviene a Macri un triunfo opositor?
Lo que le da un significado especial al triunfo de ayer de Mauricio Macri no es el resultado, totalmente previsible, sino los 20 puntos de diferencia sobre Daniel Filmus, que llevaron a una polarización del 74% de los votos. La nueva situación creada obliga a un replanteo a todos los protagonistas. Como pobre consuelo al fracaso de Filmus en conseguir una diferencia que le permitiera disputar con chances el ballotage, CFK bien podría pensar ahora que probablemente a su candidato preferido para competir con Macri, Amado Boudou, le hubiera ido mejor que a aquél. También la contundencia de los números le resolvió a la presidente el problema de tener que decidirse acerca de intervenir o no en apoyo de Filmus en el ballotage. El resultado decidió por ella, ya que sería absurdo desgastarse en favor de una causa perdida. Hoy por hoy, al gobierno sólo le queda disimular los efectos del desastre sufrido desarrollando el argumento que anoche adelantó la encuestadora oficialista Doris Capurro: el éxito de Macri exhibe también la debilidad de los presidenciables de la oposición, que no consiguieron acumular votos propios en ninguna de sus listas porteñas. El verdadero problema del kirchnerismo es descifrar qué impacto tendrá en el escenario nacional el aplastante resultado que seguramente Macri conseguirá el próximo 31, sumado a la expectativa de que Miguel del Sel obtenga el segundo lugar en la elección provincial santafesina del 24. Entonces, ¿Macri puede -y quiere- convertirse en el gran elector de la oposición empleando su esfuerzo para que Eduardo Duhalde o Ricardo Alfonsín consigan imponer un ballotage?
Hasta ahora, la idea central de la estrategia seguida por el jefe del PRO se basó en un principio sencillo: arriesgar lo menos posible. Cuando advirtió, tres meses atrás, que su aventura presidencial podía costarle que su candidata Gabriela Michetti perdiera la elección porteña ante Boudou o Filmus, no titubeó: abandonó el tablero nacional y se atrincheró para defender la Capital.
Luego -ya candidato porteño- tuvo la oportunidad de impulsar la formación de un gran frente opositor, autorizando que el PRO y el duhaldismo armaran listas conjuntas en todo el país. Pero una vez más eligió minimizar los riesgos. Para evitar un compromiso directo con Duhalde que podría costarle votos porteños, se inclinó por dar libertad de acción a sus dirigentes del interior.
Ahora, es decir, a partir de que triunfe el 31 de este mes, a Macri le tocará nuevamente tomar una decisión estratégica. Si retoma su rol nacional se vería obligado a trabajar frontalmente por la derrota del kirchnerismo en octubre. Entonces, en caso de ser reelecta CFK, el oficialismo tomaría revancha inmediatamente, haciéndole mucho más difícil el comienzo de su segunda gestión. Por el contario, si sigue mostrándose algo distante de la actividad de la oposición, le sería más fácil pactar la gobernabilidad de la Ciudad con la Casa Rosada, es decir, minimizar los riesgos de una confrontación abierta con el gobierno.
Pero tal vez la pregunta crucial para Macri es si realmente le conviene que en diciembre Cristina le tenga que colocar la banda a Duhalde o Alfonsín. En términos de conveniencia individual, Macri sería uno de los más perjudicados por el triunfo opositor. Hoy es un candidato obvio para ir por la Casa Rosada en el 2015, pero esto sólo si CFK es reelecta. Por otra parte, el macrismo podría especular con que el kirchnerismo llegaría al 2015 en pésimas condiciones, siendo presa fácil de una oposición armada alrededor de la gestión porteña. En cambio, con Alfonsín o Duhalde en el gobierno, el porvenir nacional de Macri se oscurecería. En este sentido, parecería obvio que el macrismo y el kirchnerismo tienen un interés común bastante importante, que está surgiendo del mismo veredicto de las urnas. No es impensable, entonces, pensar en un intento por volver a un mapa político similar al del 2008, cuando el kirchnerismo decía que la oposición debía ser conducida por el jefe del PRO.
Así es que no habría que extrañarse si Macri no se involucra demasiado en los movimientos de la oposición y mantiene una distancia lo suficientemente grande como para no ser el blanco central de los embates del kirchnerismo.
La vida de los otros
Con estas perspectivas, los presidenciables de la oposición tienen un problema común. Lo que está ocurriendo en Capital los puede convertir en macridependientes desde ahora y hasta octubre. Ayer, Elisa Carrió dio señales de captar este problema, al decir que el resultado mostró una mayoría ocasional que luego puede trasladarse a cualquier otro candidato. Lo cierto es que, en lo que va de la carrera electoral, el único triunfo opositor lo consiguió alguien que está fuera de la carrera presidencial. La excepción fue el agónico triunfo de Martín Buzzi, apadrinado por Mario Das Neves, en la elección complementaria de Chubut. Pero el kirchnerismo solucionó el caso cooptando a Buzzi, que le dio la espalda a su padre político.
Es obvio que Duhalde tiene por delante la oportunidad de crecer sólo especulando con que la gente interprete que Macri lo apoya, aunque sea calladamente. Para Alfonsín, el problema es más complejo: la UCR aparece marginada en el reparto de los votos porteños y en Santa Fe sigue siendo socia menor del socialismo. Para conseguir números que refuercen su candidatura, el líder radical debe apostar a que Oscar Aguad se imponga el 7 de agosto en Córdoba, lo que no parece demasiado probable. De no ocurrir esto, aumentaría la dependencia radical de Francisco de Narváez, el único que le da al viejo partido una expectativa importante en uno de los cuatro distritos grandes.

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