viernes, 1 de julio de 2011

Puro cristinismo, muchos gerenciadores y poco peronismo

Nunca se asistió a un personalismo falto de lealtad como el que está desplegando CFK, que se termina por contagiar a todos los demás estamentos de la política; esto encubre la subsistencia de una crisis de valores muy profunda. Esta discrecionalidad, que evita ceder autonomía política y poder, termina por espantar a propios y extraños, alejando definitivamente a los independientes y a los probos.
CFK logra relegar los récords anteriores -que le pertenecían a su difunto esposo- sobre concentración y personalización del poder y la política, alcanzando extremos difíciles de haber imaginado hace apenas una década atrás. Teatralizando un cinismo digno de un Maquiavelo perverso inauguró su campaña, que comenzó -ahora nos venimos a enterar- el pasado 27 de octubre frente al féretro del que era su “compañero de rumbo y de vida”; candor o cinismo o ambas cosas a la vez volviendo a aflorar sus peores costumbres y su inclinación malsana al autobombo, el desprecio por los adversarios y el abuso inconstitucional de las instituciones con fines bastardos y partidarios.
Sobre este accionar se volvió a sintonizar con intensidad plena la forma en que ella considera la política y el armado de la misma, convirtiendo la memoria del ex presidente, por obra de su exageración, en la de un dirigente casi con espíritu asambleísta -verdad a medias si aceptamos que aquel siempre hizo consultas cuando debió diseñar un mapa electoral-; el tono soberbio y el uso indebido de Olivos en el anuncio de “los vices” fueron más rayas de la misma cebra, aunque el nombre de estos contenga otros y diferentes significados. Fue verdaderamente sorprendente la ajenidad que tuvo el peronismo todo mientras “ella”, con la complicidad a medias de Zannini, digitó candidaturas de legisladores en todos los distritos, y hasta la del vice de un Daniel Scioli que fue vilipendiado, humillado y arrastrado por los pisos como un verdadero desperdicio.
El suyo fue un asunto difícil, contra su propia postulación que fue a “todo o nada” ya que un “no” liquidaba definitivamente el kirchnerismo, entre varias opciones viables para encarar la campaña, la continuidad en el poder, e incluso para intentar prolongarla más allá de 2015 como lo imaginaran en los albores del régimen, allá por el 2003; la opción elegida reveló el verdadero modo en que encarará esto y la decisiva cuestión de la decisión: con la más absoluta discrecionalidad. La selección de Boudou resultó absolutamente individual, ya que desde hace rato ella siente dilección por éste, incluso contra la opinión que sobre este mamarracho tenía Néstor; en su presentación llegó a elevarlo al rango de “gurú” equiparándolo a Krugman o Roubini. Seguro que no por lo que hace o dice, aquí o afuera, y mucho menos por sus antecedentes políticos o académicos.
Optar por un gobernador peronista -con ansias presidenciales- suponía asumir compromisos, y creaba un posible delfín difícil de controlar, que podía incluso llegar a frenar el fortalecimiento del “peronismo antikirchnerista”, la emergencia de otra figura o la eventual y muy presente reforma constitucional para habilitar nuevas reelecciones; implicaba en esencia ceder autonomía y generarse problemas tal vez más serios que los que tuvo con los radicales K. Algún día se sabrá, porque siempre se termina por saber, lo que sucedió con Capitanich, si él planteó condiciones inaceptables para ella, o si “la Jefa” lo usó para dejarles en claro a los peronistas que su dedo bastaba para elevarlos, o devaluarlos, como luego quedó absolutamente en claro.
Esto quedó definitivamente en claro a la luz de lo sucedido en Córdoba, Salta y a última hora con Buenos Aires, donde contra la opinión de todo el peronismo Scioli dejará de ser, para empezar, el “delegado”del PEN, pues para eso “ella” lo eligió a Mariotto, dejando en claro que el margen de treguas y simulaciones existentes hasta entonces daba paso a una verdad incontrastable, pues “ella” no le tiene ninguna confianza, como tampoco se las tiene a los caciques de la CGT, ni a los barones del conurbano bonaerense, que dejaron ver en los últimos días que negocian de la misma manera, y como enseñaba Vandor, golpean y negocian, se dividen el papel de romper y apretar desde distintos flancos, para seguir reinando sobre el jefe de turno.
Este claro endurecimiento transmitió varios mensajes: primero, el territorio se debe subordinar a las conveniencias del vértice; segundo, el kirchnerismo se sigue concibiendo como un proyecto de largo aliento con derecho a decidir sobre la orientación y destino del país y -por supuesto- del peronismo; tercero, las reglas formales de la vida interna y de la competencia interpartidaria se subordinarán totalmente a las dos premisas primeras. Daniel Scioli, deberá anoticiarse, si ya no lo hubiere hecho bastante, que la sumisión rayana con la humillación que se le exige no tiene límite alguno, pues encontró en Mariotto la respuesta más contundente a su muy tibia -debe aclararse- rebeldía de pactar con Massa, proponer a Álvarez Rodríguez o a Baldomero “Cacho” Álvarez y dar un mínimo aire a las resistencias de los intendentes peronistas.
Boudou y Mariotto representan cabalmente, junto a los mercenarios juveniles de La Cámpora, un clásico paso de distanciamiento del peronismo, aunque esto pueda espantar unos cuantos votos; “ella” evitó a cualquier gobernador y legislador partidario para afrontar su reelección porque descree de ese sistema, mucho más que del sindicalismo. Aquí interviene otro cálculo en esta estrategia principesca: la de dar prioridad a la competencia por los votantes juveniles, progresistas e independientes; prefiere beneficiar -aparentemente- a Duhalde/Das Neves que ceder posiciones ante Binner, Stolbizer o Alfonsín pues considera que estas fugas no es que serían mayores sino porque serían verdaderamente imposibles de revertir o de compensar para mantener en pie “el proyecto”.
Conoce y es consciente de la permisividad de las “migraciones poselectorales” de legisladores, gobernadores y dirigentes dentro del peronismo hacia los calores del poder de turno; “traición” solíamos llamarlo durante los gloriosos años de la resistencia peronista y las luchas internas de los posteriores años 70, ahora les llaman “migraciones o reposicionamientos”internos. Y aquí los ejemplos abundan desde Pampuro, pasando por Bancalari y Aníbal F., o Camaño, Scioli y hasta Reutemann, Marconatto y tantos otros dirigentes nacionales o provinciales a las menores pero no menos bastardas de los Mussa, Toma, Fariña, Pirotta, Herrera o Villegas. Este conocimiento -por ser personalmente utilizado- la alienta a temerle menos a la dupla peronista que al posible arrastre de Alfonsín hasta dentro de las derechas abandonadas por Mauricio.
Quizás sobrestime en el primero de los casos el número y valor de éstas pérdidas y en el segundo se subestime también al “votante centrista e independiente”, pues la elección de los vices y de esa seudo militancia que solamente “ella” reivindica como continuadora de aquellos jóvenes de los ‘70 y que a diferencia de éstos se forjaron en volanteadas, asambleas universitarias y obreras de alto voltaje verbal y otros duelos menos pacíficos -los de derecha y los de izquierda (según los parámetros equivocados de muchos analistas y peronólogos)-, y que resultan la contratara de la práctica ahora ejercida por estos jóvenes del tercer milenio que premia con puestos de elevadas remuneraciones dinerarias la supuesta lealtad, colocados ahora en puestos clave en las listas legislativas pueden terminar por espantar no solo a los votantes peronistas, sino además a votantes independientes e incluso jóvenes que no están tan desatentos a la capacidad de gestión como se piensa equivocadamente en Olivos.
Este estilo personalista está desnudando falencias a una década de iniciado el siglo XXI, primero una idea de la autoridad que se desliza peligrosamente hacia el autoritarismo; segundo, un desprecio acerca de la participación del peronismo, también la idea clara de que la “identidad” de éste no le agrada, y finalmente que el mismo kirchnerismo empieza a convertirse en tiempo pasado, pues sería la hora del autodenominado “cristinismo”. CFK pasó de alardear sobre la necesidad de un “tiempo político e institucional en la Argentina” al nuevo tiempo y, sobre todo tras la muerte de Kirchner, de un peronismo paralizado, temeroso y aplaudidor, una oposición incapaz de amalgamar alguna propuesta que combine, en forma simultánea, proyectos con liderazgos; ella siguió en su matriz el modelo legado por Néstor, uno en el que el poder y la política serían la misma cosa.
Una sola cosa y excluyente, donde no existe la política sin ese poder, y es con esta concepción que ella pretende encubrir la subsistencia de la crisis política, mientras aquel reconstruía el poder anclado en la idea que tenía al Estado como epicentro, ella parece ahora darle una nueva vuelta de tuerca, con la proyección de los jóvenes advenedizos y mercenarios de La Cámpora al primer plano dirigencial sin cuna peronista alguna pero poseyendo el imprescindible soporte estatal. CFK modela un estilo de mando menos solidario que el del ex, ella se exhibe con una referencia exclusiva en el teatro montado alrededor del relato oficial, su mayor fortaleza lo ancla en el “duelo”, sobre ese duelo intenta navegar desde octubre pasado, y es ese duelo el que le hace presumir la fundación de otro tiempo político que lleve estampado su nombre, antes que su apellido de casada
Cristina Fernández no puede evitar leer el mundo con anteojeras, y ellas le dificultan adaptarse a las condiciones en que se desarrollará sin lugar a dudas los tiempos por venir, que diferirán notablemente de los tiempos reinantes hasta hace apenas unas semanas. El desmadre interior de la inseguridad generalizada, la corrupción galopante en todas las áreas gubernamentales, una inflación que se come y fagocita los salarios de los que por suerte tienen trabajo, la verdadera sangría de la fuga imparable de capitales entre otras tantas realidades, sumadas a la salud de su “amigo”Chávez que pueden tener un efecto mortal para su propio régimen y anticipar lo que tarde o temprano afectarán a otros populismos personalistas berretas que carecen de mecanismos de sucesión.
CFK quiso mostrar indiferencias a esos mecanismos que le dificultan concentrar el poder el mayor tiempo posible, puede que le hubiere convenido curarse en salud, ya que el destino le puede deparar pasar de la omnipotencia a la total impotencia en un santiamén y a no muchos de sus conciudadanos puede agradarle seguir viviendo tan a merced de la suerte.

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