viernes, 1 de julio de 2011

Una polvareda y algo más…

La decisión de doña Cristina -nominar manu militari al Lic. Amado Boudou candidato a la vicepresidencia- tuvo un efecto ciertamente peculiar: sirvió como esas polvaredas de la antigua pampa que escondían a los indios en malón, a los ñandúes en disparada y de paso a las liebres y quirquinchos, con la ventaja de que la entrada en acción demoraba el alerta de los destinatarios del ataque. Aquí, fue la sorpresa que, pese a ser esperada entre otros, produjo que el Ministro de Economía, famoso por sus avances en el escenario de los rockeros, de pronto tomó la forma del “favorito”. Casi tanto como cuando Isabel I de Inglaterra un día presentó en la corte al Conde de Essex, al que llevaba 40 años de edad pero quien estimaba, pese a que el muchacho resultó un tilingo, no tenía la fibra de su antecesor, Francis Drake, y por eso un día subió al cadalso. Entre nosotros la selección hecha es más una incógnita que un premio, y acaso pudo ser peor.
Cuando se disipó la polvareda, siquiera en parte, los amigos del Gobierno K tomaron conciencia de que, en el ínterin, habían cambiado las cosas fundamentales. El Frente para la Victoria, que no pudo imponer Néstor, el finado, ahora (con esa u otra sigla) apareció resucitado merced a la batuta de mando esgrimida por doña Cristina que, vestida de negro, de pie ante cien aplaudidores, dejó en claro eso de “el poder soy yo”. Entonces el gobernador Scioli se notificó que era inapelable el segundo término para Gabriel Mariotto, el auto-presidenciable Hugo Moyano supo que a los sindicatos sólo les corresponden dos bancas en el congreso, y el consejo directivo del PJ recibió por e-mail una lista de legisladores donde los escuderos de La Cámpora son tantos como casi la mitad, mientras dos personajes de la Rosada (Aníbal y Zannini) oficiarán de factores de poder en los bloques legislativos.
Ha comenzado, pues, un nuevo ciclo del experimento. Los rezongos del iraní y ex concejal Luis D’Elía y las protestas del gremialista Julio Piumato, autorizado vocero de la cúpula cegetista que lidera Moyano, no parecen por ahora síntomas de resistencia o dispersión, pese a que expresan el dolor de lealtades que pueden resultar cristalinas. La dirigencia política del PJ -se dice- iniciará un examen de conciencia para determinar si dichas malas novedades denuncian un caso de ingratitud o, con mayor posibilidad, que se ha desnudado la realidad de una generación que, por los años y por los hábitos, padece de obsolescencia y esterilidad.
De manera que, si en octubre las cifras favorecen al oficialismo, no será el triunfo del peronismo que nació en 1945, aclamó a Isabel en 1974 y votó una y otra vez por Carlos Menem. No queremos anunciar el fin de ese movimiento que históricamente se integró por trabajadores, clase media y una porción de la alta, y que viene funcionando en brazos de una verticalidad que lo llenó de muchos peronistas y pocos ciudadanos. Aunque su veterana dirigencia subsista conforme, aferrada a los triunfos cuantitativos del pasado, en función de lo que Gustavo Le Bon llamó la “persistencia de las multitudes”, parece que semejante patrimonio requiere nueva chapa y pintura; acaso también un cambio de motor.
¿Hay posibilidad social y política de que surja un nuevo liderazgo al frente del peronismo, que sea lúcido, convocante, enérgico y decidido a conducir una renovada generación de argentinos donde los ciudadanos sean amplia mayoría respecto a los meramente subordinados? Un esfuerzo de esa calidad es fundamental, ante todo para entender que un peronismo superado, sin renegar de sus virtudes pero dispuesto a renunciar a sus carencias, es una necesidad de la sociedad toda. Y la sociedad reclama algo más y mejor que un “partido”que ya se llenó de hábitos comiteriles, esos que, precisamente, fue lo que en 1945 se dejó para la historia acontecida.
Hace falta, pues, un gran esfuerzo de re-inspiración. Por esa vía, y solamente por ella, le será factible marchar, doctrinariamente, por algo mejor que el primitivismo de la estatización burocratizante sin abandonar sus consignas de justicia social y de independencia económica. O sea, reconstruir y nuevamente construir el Estado social de Derecho.

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