martes, 9 de agosto de 2011

Bonafini, Carlotto, Schoklender y Zaffaroni: una incansable producción de falacias

La lógica oficial es una permanente productora de“relatos épicos”, donde se mezclan actos de corrupción desenfrenada, persecuciones ideológicas y faltas éticas y morales, todas ellas concatenadas por el hilo conductor de un pensamiento que corre tras el poder, y donde todas las variables son aceptadas como necesidades de esa construcción. El uso perverso de los DDHH, tras lo que esconden actos de corrupción o de persecuciones de aquellos a los que eligen como sus enemigos cuentan, cuando no son de “sus amigos” o colaboradores. El caso Zaffaroni es un ejemplo perverso de esta lógica.
Las denuncias acerca del robo de los dineros públicos a través de la Misión Sueños Compartidos de Schoklender y Bonafini -y que involucran directamente a las Madres de Plaza de Mayo- no fueron respondidas sino “interpretadas”, la caída de las falaces denuncias de la apropiación de los hijos de Herrera de Noble tampoco produjeron ningún tipo de retractación o de pedido de disculpas sino que también produjeron una “interpretación”, tanto de la Presidente como de Estela de Carlotto -quien llegó a desear que igualmente “fueran hijos de desaparecidos”-, ahora las denuncias sobre el patrimonio del juez de la Corte Suprema tampoco produjeron una respuesta-satisfactoria o no, eso no importa- sino que nuevamente produjo una“interpretación”.
El perverso uso de los DDHH para tapar actos de grosera corrupción se transformó en la interpretación oficial “de un formidable intento de vulnerar la política de derechos humanos y, con ella, arrasar un pilar de la cosmogonía del gobierno”; este sencillo y ramplón relato o interpretación maniquea pretendía imponer que si la Fundación Madres ha sido un bastión de los DDHH y éstos son un bastión del gobierno, quien ataque a la Fundación de las Madres ataca al gobierno, obviando que la cuestión era auditar los contratos, explicar por qué el gobierno tercerizaba sus obligaciones, indagar sobre los precios pagados, verificar si se cumplía o si se mentía tanto en los presupuestos, como en las ejecuciones de las obras, y aún si los precios pagados tenían relación con las ofertas de las demás empresas.
La transitividad del “relato”, distorsionaba hasta el grotesco, transformaba el delito en una “causa épica”, en una verdadera“bandera”, el denunciante del ilícito se transformaba por la interpretación en un verdadero emisario de la oscuridad y de las fuerzas reaccionarias del gorilaje y la derecha fascista y debía responder ante la sociedad y la historia por sus ocultas intenciones. Esta “interpretación” también apela al “respeto”que merece la lucha de éstas por los derechos humanos, mezclando corrupción con la “estatura moral” para dudar de ellas, una “verdadera atrocidad” si no fuera que esconde un gigantesco negociado, tal como el de Skanska, la valija de Antonini, la causa de la efedrina, el triple crimen de General Rodríguez y la causa de los medicamentos adulterados y truchos.
La historia de las Madres las pone a salvo de cualquier reproche, y las coloca -según esta interpretación oficialista- por encima del resto de los ciudadanos y mucho más allá de la misma ley. Este mismo mecanismo perverso se utilizó en el caso de las denuncias falaces del caso de Marcela y Felipe Noble Herrera, o en el del “relato” de Papel Prensa, donde se mancilló arteramente por prejuzgamiento falaz el buen nombre de Ernestina Herrera, y se trató como victimarios a las propias víctimas con la contumaz colaboración de la Presidente y de la titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, aplicándose en éste caso el mismo mecanismo de anteponer el “respeto” que merece la lucha de las abuelas por la recuperación de los nietos e hijos de desaparecidos, mezclando extorsión y persecución con la “estatura moral” para dudar de ellas.
El mismo mecanismo se ha puesto en marcha para “blindar”al juez Zaffaroni, complicado muy seriamente por las revelaciones de la ONG “La Alameda” dedicada a la lucha contra la trata de personas, sobre la propiedad de éste juez de la Suprema Corte de Justicia de seis unidades de departamento donde se ejercía y practicaba la prostitución y, posiblemente, el proxenetismo y la explotación de mujeres. Si Zaffaroni es miembro de la Corte Suprema, y ésta ha sido designada por éste Gobierno aquellas informaciones que“comprometen” su figura o su conducta, apuntan -según el relato y la interpretación- en última instancia a desprestigiar al cuerpo (la Corte Suprema) y a esmerilar al PEN.
Ni en las anteriores oportunidades, ni en ésta como se ve, está en juego la verdad, apenas un dato muy menor en la trama conspirativa, un simple ariete en la operación acoso y derribo, un pretexto para la demolición; el juez primero desestimó la importancia ética y dio una respuesta desaprensiva, más propia de un oligarca o aristócrata, que de un verdadero hombre de la democracia, “no tengo tiempo para administrar esas propiedades y como no soy una persona ávida de dinero -cobraba $25 mil por departamento-, ni mucho menos, prefiero pagar y que eso lo haga otro”, obviando que ese “otro”encargado de la relación entre el juez y la inmobiliaria es Ricardo Montivero, un hombre de su más absoluta confianza y cercanía, y con quien comparte hasta el domicilio. El dinero, ese del que él no es ávido, se reproduce sin esfuerzo, siendo casi un don.
Este juez, es el mismo que denunciara Rodolfo Terragno en 2003 al presentarse el pliego en la Cámara de Senadores por “haber sido un juez de la Dictadura que juró por el Estatuto del Proceso Militar”, esa Junta Militar sediciosa que asaltara el poder tras deponer al gobierno democrático de María Estela Martínez viuda del General Perón, y que fuera la generadora del genocidio que las Madres como las Abuelas tanto persiguen, defenestran y critican, y a la que esta Presidente permanentemente acusa por la violación de los derechos humanos. “Si bien no había dudas del buen nombre, honor e idoneidad de Zaffaroni; sí existían numerosas objeciones por su compromiso con la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos. La biografía de Zaffaroni mostraba una peligrosa inestabilidad porque había sido connivente o funcional a un régimen inconstitucional” explicaba el ex Senador Nacional.
“Zaffaroni fue nombrado juez nacional por Jorge Rafael Videla y al asumir el cargo juró por el Estatuto del Proceso que confirió el poder político a la Junta Militar, declaró caducos todos los mandatos populares y removió a los miembros de la Corte Suprema de Justicia… en 1980 Zaffaroni publicó un libro -explica Terragno en su alegato contra el nombramiento propuesto por Néstor y defendido enfáticamente por Cristina- sobre derecho penal militar, supervisado por Laureano Álvarez Estrada (primer Subsecretario de Justicia de Videla) y Ramón León Francisco Morel, ambos auditores del Ejército… Zaffaroni defendió circunstancias indefendibles como: derecho penal militar de excepción, circunstancias especiales, necesidad terribilísima, legislación por bandos, excepcional necesidad de dar muerte al delincuente y usurpar justificadamente la función pública” termina explicando Terragno.
Fueron las mismas Madres comandadas por Hebe de Bonafini, y hoy aliadas extremas de éste gobierno quienes presentaron una “denuncia criminal” contra 437 jueces del Proceso, en cuya lista figura el actual juez de la Corte Raúl Zaffaroni como acusado de ser partícipe necesario en los delitos de privación ilegítima de la libertad; apremios ilegales; sustracción, retención y ocultamiento de personas, y menores, entre otros. Es por éste motivo que la actual victimización a la que recurre tanto el juez, como el gobierno para defenderlo, carecen de total sustento, pues el objeto de la denuncia de La Alameda ahora, o la de Terragno en 2003 no era“desestabilizarlo” emocionalmente, y mucho menos conforman un complot contra él o el gobierno que lo nombró en esa posición.
A ninguno de ellos les molesta que sea él quien concurre, ahora, a foros internacionales para explicar que hay un organismo que afecta nuestra soberanía, ni que se meta en la cuestión del paco, ni que procese a los traficantes, no son precisamente ni sus fallos, ni sus batallas las que producen malestar; lo que perturba es que un integrante del Supremo Tribunal sea titular de departamentos donde se practica la prostitución, y que al ser denunciado por los vecinos y consorcistas, éstas denuncias hayan sido desestimadas por la autoridad competente, tan simple como eso. También molesta que habiendo sido juez nombrado por el Proceso de la dictadura genocida hoy integre el máximo organismo de justicia impulsado por quienes dicen“representar las banderas de la lucha por los derechos humanos”, y además molesta que este mismo funcionario de la Justicia tenga cuentas en paraísos fiscales, o en el exterior y no pague los impuestos correspondientes, alegando que “se olvidó de declararlas”, cuando la realidad indica que fue -en uno de los casos- el propio banco el que le exigió el cierre de la misma por tratarse de una “personalidad pública expuesta”.
Es el mayor exponente e ideólogo del cristinismo más abyecto, quien a contrapelo del más burdo sentido común realizó una interesante distinción entre la “realidad” y la “apariencia”, llegando a aventurar que Zaffaroni, un teórico brillante y “garantista”, una lúcida expresión del pensamiento liberal y al mismo tiempo, un ex juez de sentencia y ex titular de derecho penal en la UCALP durante la dictadura “no es acusado por lo que es sino por lo que representa” CELS y Verbitsky. Para completarla Horacio González -el mismísimo director de la Biblioteca Nacional e integrante de Carta Abierta- advirtió que “tanto las tempestades desatadas sobre las Madres de Plaza de Mayo como el oleaje que en estos días golpea a Eugenio Raúl Zaffaroni tienen como fin destruir el núcleo ético del kirchnerismo”.
Como antes lo hicieran con De Vido en el caso Skanska, o con Jaime en el caso de la corrupción en la Secretaría de Transporte, o con Néstor y Cristina en el caso del financiamiento espurio de la campaña de 2007 a través de aportes de los implicados en el triple crimen de General Rodríguez, la efedrina y la mafia de los medicamentos, o en el reciente de Schoklender y Bonafini, y también en el caso de la persecución de los chicos Noble Herrera, en éste caso del juez Zaffaroni el gobierno no propiciará ni apresurará ninguna decisión, aunque sabe y sepa que estos episodios tienen un efecto demoledor sobre su propio discurso y “relato épico”.
Lo único que hará, es renunciar a depositar en él y en“su prestigio profesional” la misión de impulsar el proyecto de modificación constitucional que habilite la posibilidad de un tercer mandato para CFK en caso de lograr superar el escollo, hoy ya muy importante, de las elecciones presidenciales de Octubre. A diferencia de otras personalidades verdaderamente éticas, nuestros funcionarios no están persuadidos de que después de los escándalos que los ponen en evidencia, y que minan la confianza en las instituciones de la república y del Estado, deben saber dar las explicaciones adecuadas y tras ellas dar el correspondiente paso al costado, simplemente porque su “honor” y la “seguridad del Estado” están por sobre las personas. Primero la Patria, luego el Movimiento y por último los Hombres nos enseñara el General Perón, ese estadista tan ocultado y tan ausente por este gobierno.
Al igual que con las Madres y las Abuelas, el caso del juez de la Corte Suprema ha generado una actitud excesivamente cautelosa por parte de la oposición y los mismos medios masivos de comunicación, esta prudencia suena a prescindencia y a estar detrás de los acontecimientos. La idea de la batalla por la transparencia no debe quedar en un simple eslogan que se saca a la luz cuando soplan vientos de campaña, sino que debe ser una actitud permanente y cotidiana si pretendemos una patria con justicia social, independencia económica y soberanía política, todo ello asentado en una verdadera cultura nacional, regida por la ética y la moral

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