sábado, 20 de agosto de 2011

LAS BATALLAS LAS PIERDEN LOS DIRIGENTES; LAS GUERRAS, LOS PUEBLOS. EL ELECTORADO SE NEGÓ A PERDER LA GUERRA

El 50,07% que se convirtió en el 35,5%, o una mirada seria y respetuosa del mensaje de las urnas
Las PASO clarificaron ciertos interrogantes políticos, a la vez que dejan abiertos otros; por un lado el “relato oficialista” del “ya ganó” y por el otro el que surge de las infinitas denuncias de fraude, manipulación de telegramas y llenado de urnas realizadas a la vista de todo el mundo y mostradas omnipotentemente en la página oficial del Ministerio del Interior.
Con las primarias realizadas el domingo la Argentina ha estrenado un nuevo sistema electoral, pensado originalmente -cuando se ideó durante el mandato provisional de Eduardo Alberto Duhalde- para cumplir una función de naturaleza diferente a la que finalmente tuvo tras la re-sanción de la Ley en 2009 luego de la derrota de Néstor, y aún más modificada al ser reglamentada por CFK a la muerte de éste. Lo que debía haber sido un sistema para que el pueblo pueda elegir los candidatos presidenciales y legislativos nacionales de cada partido, terminó siendo una compulsa de intención de voto sobre candidatos y fuerzas políticas definidas de antemano.
Esto empezó por quitarle legitimidad e importancia a este inédito acto comicial, ya que se transformó por el imperio de las situaciones existentes en una “compulsa” más parecida a una “encuesta” que a una elección, y si además tomamos nota de que ya a las 21,30 horas del domingo 14-A un canal -C5N- emitía informando que CFK se imponía por el 51% de los votos, tuvimos los primeros indicios de lo que se venía. La falta de fiscales de la totalidad de los partidos opositores y la presencia “religiosa y militante” -mercenaria- de los fiscales oficialistas, más ciertas autoridades de mesa de dudosa capacitación para ejercer el cargo nos mostraron un combo que no podía dar un resultado diferente al que hoy se está empezando a constatar.
Las gravísimas denuncias de ciudadanos que emitieron su voto y al consultar las planillas vía Internet publicadas por el Ministerio del Interior comprobaron que se los había timado, o la del intendente de la localidad bonaerense de Pergamino -Héctor Gutiérrez- entre muchísimas otras más, denunciadas por el mismo jefe de campaña de Frente Popular no muestran que aquello que empezara a las 21,30 por C5N y se propagara como reguero de pólvora hasta terminar con que el mismísimo Ministerio del Interior y su Director Electoral, Alejandro Tulio, publicitara ante la algarabía de los jóvenes K y el cristinismo en general apenas pasadas las 24 horas del 14-A que “ella” había obtenido un 50,07% de los votos sobre un 77,82% de votantes que habían concurrido a expresar su voto.
Extrañaba enterarse mientras la televisión pública y privada -oficial, de los amigos y hasta los del multimedios Clarín- machacaba con esos guarismos e informaba que estos surgían de computar el 96,84% de las mesas, que los compañeros fiscales generales de las escuelas de la provincia de Buenos Aires (específicamente del conurbano 2º y 3er cordón) aún se hallaban abocados al recuento de votos, hecho que duró hasta pasadas las 6 horas del lunes 15, llegando en algunos casos a cerrarse el escrutinio en algunas escuelas de Quilmes, La Matanza, Merlo y José C. Paz recién a las 11 horas de ese lunes de Agosto.
Cuando se verifican las planillas entregadas por los fiscales generales tanto del FP como de UDESO se llega a la conclusión de que la cantidad de votantes estuvo en la media típica de éstos últimos 10 años post crisis 2001, o sea arañando el 63 al 65%, muy lejos por cierto con la cifra engañosa del oficialismo que habla de que rozó el 80%; los resultados publicados tienen, del mismo modo, particular importancia a la vista de tamañas desprolijidades, engaños y falsedades pues permiten fijar una fotografía, sin los “retoques”, “maquillajes” o “deformaciones” impuestas desde el Ministerio de Randazzo del estado de opinión con el que el pueblo argentino encarará las elecciones presidenciales de Octubre.
Si computamos que existió un 68% de votantes como máximo, venimos a descubrir que 9.233.010 argentinos -por un motivo u otro- se expresaron por el no o el ni ya que no concurrieron a convalidar la pantomima a la que nos obligaba el cristinismo, que dicho sea de paso así como les exigió un diezmo a los empleados del ANSES (¿y a cuantos otros?), obligó o instó al voto masivo de sus adherentes; si a esto le sumamos que 1.057.390 ciudadanos votaron en blanco, impugnaron o anularon su voto nos encontramos que 10.290.400 argentinos votaron NO, o como mínimo ni al oficialismo siendo este porcentaje de votantes casi la misma cantidad que aquellos que, más allá de las trampas, las irregularidades y el fraude votaron por CFK.
Las cifras oficiales nos “cuentan” que con el 96,84 de votos escrutados Cristina obtuvo 10.363.319 votos (existiendo una diferencia en más de apenas 72.919 votos con los no votantes o los votantes que anularon de alguna manera su voto), si sumamos los votos válidos de la oposición -luego de las perrerías oficialistas- encontramos que 10.336.344 argentinos se expresaron rotundamente contra el oficialismo K, mostrándonos una paradojal situación de que las cifras obtenidas por CFK más las de la oposición, y las de los votos anulados, impugnados, blancos o de aquellos que directamente se negaron a votar casi se reparten en partes iguales, desmitificando el relato del “ya ganó” que pretende imponernos el oficialismo y la totalidad de los medios de comunicación masiva sin distinción de banderías.
Aquel supuesto porcentaje publicitado se transforma por obra de las matemáticas más serias en un 33,44% o a lo sumo si eleváramos el presentismo al 72% esta cifra no lograría superar el 35,5% del electorado nacional mostrando a todas luces el porqué de la falta de euforia de las huestes K y el discurso más que conciliador de la Presidente. De ser el “partido único” al que aspiraban, se transforman vía una falsa humildad presidencial en el partido gobernante a nivel nacional y CFK encontraría despejado el camino hacia su reelección junto a Boudou en octubre, sin necesitar de una segunda vuelta; lo hace exponiendo sus propios méritos, justificando déficits y desgastes y aprovechando la ausencia de una alternativa creíble, con una oposición que no logró mostrar hasta aquí suficiente capacidad para articular una oferta más atractiva y convincente.
Es cierto que ella concita un fuerte respaldo, basado en distintos grados de conformidad con la marcha del país y con el sentimentalismo de un pueblo que vio a la mandataria sufrir estoicamente la pérdida de su marido y jefe político; esto no significa que a la hora de hacer su balance, tales evaluaciones olviden u omitan las serias distorsiones, desatenciones y deudas sociales que siguen lastimando luego de nueve (9) años de crecimiento continuo el tejido social y obstruyen las potencialidades de la Patria. Quienes intenten interpretar este respaldo significativo a la “continuidad” del modelo kirchnerista con un cheque en blanco se equivocan e intentan imponerle a la sociedad un relato equivocado, ya que ese 35% es apenas una evaluación racional de la realidad, una voluntad de no perder lo que se ha logrado y una aspiración mayoritaria a que sobre esa plataforma se puedan construir pilares más consistentes de autoestima individual y colectiva, previsibilidad, institucionalidad republicana y calidad democrática.
La gran distancia existente asimismo entre ella y sus más inmediatos opositores, si no tomamos como válidos los guarismos que tanto UDESO como Frente Popular manejan y que hablan de que se les ha birlado entre un 5 y un 8% a cada uno de ellos en beneficio del “inflado” oficialista, que arracimados apenas obtienen un porciento similar nos demuestra que a la oposición le hace falta un liderazgo claro y un discurso-relato que deje de ser balbuceante para convertirse en uno de opción creíble para ese pueblo ávido de un cambio y que lo saque tanto del neoliberalismo que destruyó la riqueza nacional privatizándola a mansalva, como de este seudo socialiberalismo populista berreta que discursea por izquierda mientras enriquece a los funcionarios y sus amigos.
¿Por qué a una década de la crisis del 2001 seguimos inmersos en un fracaso tan rotundo? Aún perduran las consecuencias de aquel desastre a nivel del sistema político, el colapso de los partidos organizados con la instauración de la democracia en el 83 y la posterior entronización del peronismo -o de sus variantes con desviaciones ideológicas incorporadas- como fuerza predominante de un sistema partidario desequilibrado por la pérdida de los apoyos del espectro no peronista, transformando aquella fuerza dominante en una fragmentada, alimentada por la proliferación de partidos minoritarios o creados ex profeso para captar y contener al votante peronista expulsado por una partidocracia centrífuga y excluyente, hoy cooptada por el cristinismo como hasta hace poco lo hiciera el kirchnerismo.
El crecimiento económico y el auge del consumo sostenido cuasi artificialmente por el Gobierno no alcanzan a explicar los resultados de esta elección, a ellos se debe sumar la muerte repentina de Néstor que trajo aparejada la revalorización de su liderazgo impulsado incansablemente por el relato oficialista y el mensaje épico de la Presidente. La atomización de la oposición y del propio peronismo no K contribuyeron a la desarticulación de las estrategias opositoras, la imagen de “ella” en duelo, pero aparentando energía para conducir el gobierno, le insuflaron simpatías por una parte importante de la sociedad conmovida.
El peronismo como movimiento político dio paso a una serie de grupúsculos desmembrados y atomizados, a lo que contribuyeron casi por igual las dirigencias políticas internas, los sindicalistas y particularmente Néstor y Cristina desde la asunción misma de ellos en 2003, culminando este desmembramiento con la aparición desembozada del cristinismo tras la muerte del caudillo en 2010, y particularmente con las candidaturas impuestas a dedo por CFK en todos y cada uno de los distritos, salvo los honrosos casos de los seudo oficialistas Urtubey y De la Sota y de los opositores Das Neves y Rodríguez Saá. La imposición de los jóvenes camporistas en los lugares más destacados de estas listas trajo aparejado la renuncia del Senador Verna a la candidatura a gobernador por La Pampa y las derrotas consecutivas en Tierra del Fuego, Neuquén, Capital, Santa Fe y Córdoba.
Las internas anticipadas y fallidas del radicalismo y del peronismo no K desgastaron la imagen de su dirigencia, luego las internas -PASO- establecidas por Ley, que muchos presumieron letra muerta, desataron una danza de idas y vueltas entre candidatos que contribuyó a debilitar aún más la imagen de los partidos y de sus líderes, sobre ello, las listas colectoras -impedidas de existir en la ley votada por exigencia de NCK y apañadas por su consorte- llevaron agua al molino dispersivo pensado por “La Jefa” y la política partidaria se transmutó en política electoral, con partidos circulando alrededor de un candidato, y las estrategias se definieron de acuerdo con los cargos a elegir. Dos pusieron a la gestión como telón de fondo de sus campañas con suerte dispar, y Duhalde intentó mostrarse como el “piloto de tormentas”que la sociedad requería en 2001 pero no en el 2011, donde aparentemente las cosas andan bien.
Son muchos los equivocados que no perciben tormentas en ciernes y aprecian una mejoría relativa en sus propias vidas, mientras Cristina presentó un futuro blindado ante la crisis internacional -algo que ya se demostró inadecuado y falaz en la crisis de 2008/9-, la oposición no supo explicar cómo evitar los problemas gravísimos que se avizoran y que el Gobierno disfraza con las cifras del INDEC o con el silencio cómplice de los medios que dejan traslucir apenas los desfasajes de la balanza comercial, el déficit de cuenta corriente, la merma de las reservas del BCRA por la suplantación de papeles del Tesoro o por bonos de deuda interna emitidos para achicar el circulante monetario desmadrado por una equivocada política monetaria.
La asimetría de recursos de un Gobierno confundido con el Estado y la oposición, también contribuyó a engrosar la desinformación popular, estas internas lograron, eso sí, una asistencia similar a la de las elecciones generales -y no la fantasiosa cifra publicitada por Cristina del 77,82%-, pero perdieron su significado original: antes que instrumento para la democratización de los partidos, fueron el expediente para renovar liderazgos a costa de trampas, fraude y llenado de urnas -todas practicas muy viejas de las internas partidarias- e intentar definir un “sucesor” en el peronismo, o en esto en lo que el cristinismo intenta definir como peronismo, de la misma forma que en los 90 del siglo pasado el menemato lo intentara desviándolo al neoliberalismo.
¿Podrá la oposición fragmentada y desordenada hacer en esos 70 días que restan hasta octubre lo que no supo o pudo hasta el pasado domingo 14-A? Esta es la verdadera cuestión, luego de la falacia del relato del“ya ganó” impuesto en los medios queda una realidad inexorable que es que un 65% mínimo de argentinos no acompañó a CFK, ni al oficialismo; de la capacidad y patriotismo de los cuatro posibles candidatos opositores que aún quedan en posible carrera depende que esa nítida mayoría de argentinos pueda expresar en las urnas el descontento y el descrédito que sienten por el “modelo K”.

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