lunes, 8 de agosto de 2011

¿Renunciar por las mancebías?

Mojigatamente, como ya es su inveterada costumbre, la sociedad argentina se ha conmovido con la grosera historieta de un consigliere de la Suprema que entendió que debía hacer algo por su futuro y como idea luminosa se le ocurrió alquilar algunos de sus “derpas” más pequeños, alrededor de seis, como mancebías al paso.
¿Por qué hizo tal desbarre?, chi lo sa, quizás porque después de tantos años de retozar en defensa de los delincuentes quiso, mínimamente, transgredir la ley; quizás porque decidió no perderse la ola de indecencia e impunidad sobre la que “surfean”desde hace ocho años, en pingües negocios, los acólitos del poder o quizás porque sobran madamas en las esferas oficiales. La respuesta solo la tienen Dios y él, y es probable que nunca la sepamos. Lo que importa es, ¿Cabe tanto alboroto porque un consigliere de la Suprema alquila sus departamentos como corrales de fornicio? Al fin y al cabo, aunque el consigliere supiera el destino de sus cotorros, sólo ha trozado, una a una, las páginas de la ley 12.331. ¿Qué es esto, para él, que desde que fue ungido consigliere de la Suprema ha colaborado con decisión en darle destino de albañal a la Constitución Nacional?
Todo este barullo sería justificable en un País en serio. No es nuestro caso. Somos lo que nosotros hemos decidido ser. Somos los amansados de y por el bolsillo, ni siquiera mansos de corazón lo que sería un logro ante Dios Nuestro Señor, sino que nuestra mansedumbre deviene del hecho que somos cagones de alma y por eso mismo, por sumisos, nos han sacado la tierra, que es, ni más ni menos, la Patria.
Hoy se santiguan hasta los ateos frente al despropósito de los bulines del consigliere, pero todos esos que hoy se rasgan vestiduras y echan cenizas sobre sus cabezas nada dijeron de los desatinos jurídicos o de las ofensas al estado de derecho que elconsigliere junto a sus scagnozzi urdieron para mayor gloria de sus patrones.
Acá prima la cobardía. Nadie quiere quemarse del todo. Crucifíquenlo primero que nosotros nos encargamos del último lanzazo. Los políticos al hablar del consiglieretodavía se pelean por ver quién más cerca de Dios lo ubica, porque ni siquiera se animan a ponerlo cerca de una presunta culpa, con la misma irresponsabilidad con que, en su momento, pedían la canonización de la madre Bonafini o el Nobel para la abuela Carlotto. Nadie de los que hoy sobre el papel, en la radio o en la televisión intentan aleccionar a este estúpido pueblo sobre las inconveniencias erótico-inmobiliarias cometidas por el consigliere y su administrador jamás han dicho una palabra de lo que verdaderamente es vergonzoso, sino criminal, en los hechos negociados por esa camarilla infame que integra la Suprema Corte y a la cual el consigliere pertenece. Porque durante ocho años se han callado la boca sobre la vergüenza que son en sí mismo los tribunales federales devenidos en tribunales revolucionarios donde es sistemáticamente violado el principio constitucional de presunción de inocencia, donde se imputan delitos que no existen en el Código Penal ni en la Constitución Nacional, donde se juzga a los procesados con leyes que no existían a la fecha del presunto delito y donde cualquiera puede decir cualquier cosa y ser testigo si pertenece a la querella.
Ninguno de estos alarmados ciudadanos ha dicho una palabra de lo que antecede. Cobardes o pagos han mirado hacia otro lado. A ninguno de ellos les preocupó jamás -como tampoco a los consiglieri de la Suprema- que con la fábula de presuntos excesos de guerra en los penales federales haya militares y policías que sin haber sido procesados nunca llevan más de cuatro años detenidos. Como siempre, estos medrosos plumíferos, están prestos para lo minúsculo. Es mejor pegarle al supremo por sus presuntos intereses alcahueteriles que por la gravedad de sus acciones contra la Constitución Nacional.
Hoy, este coro de timoratos dice que el consigliere debe renunciar. Que si bien no configura delito lo cometido por él, por la “dignidad” que conlleva su cargo debería hacerlo. ¿Por dignidad?, no jodamos, hace ocho años que la dignidad, la decencia, la honra fueron asesinadas por el mandato intelectual de un desquiciado que se encaramó al gobierno de la usual manera que suceden estas cosas en Argentina. “El” dio esa orden y prestos prepararon sus dagas los esbirros a quienes convenía en grado sumo borrar de la vida nacional esas actitudes. El consigliere de la Suprema fue uno de los primeros en empuñarla, pero también otros que es menester no olvidar: Rossi, Pichetto, Menem, Balza, Garré, Fernández, Vendini, Milani, Godoy, Pozzi, y tantos más que celebraron con alegría el deceso de lo que otrora fueron llamadas virtudes republicanas.
El consiglierede la Suprema por el que se ha hecho tanto ruido se llama Eugenio Raúl Zaffaroni. No me mueven -para opinar sobre él y sus bellaquerías- ni sus preferencias sexuales ni me dejo llevar por los presuntos mails que han salido a luz. Creo que lo que he dicho precedentemente lo define como una de las personas más miserables de la República y si ascendió a las alturas en las que hoy se encumbra en este gobierno es sólo por su condición de “progre” siempre listo para cometer cualquier ultraje que se le encargue.

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