jueves, 24 de noviembre de 2011

Una hábil maniobra

Una hábil maniobra

Hace pocos días, en estas columnas planteamos la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner haya resuelto dar un vuelco a su posición ideológica como consecuencia de la grave situación en que el famoso modelo colocó al país y que, después de su conversación con el presidente Barack Obama, tomara otro rumbo a caballo del éxito electoral y las apretadas circunstancias económicas en que estaba colocada, para modificar así el contenido de su gobierno. Hablamos de varias señales, de los créditos que se le habían cerrado, de la escapada del dólar y, sobre todo, de la ausencia de futuro. También dijimos que los plazos se le acortaban y que además del factor económico quedaban abiertas otras variables ideológicas graves y contundentes, que van desde lo cultural hasta la alteración de los usos y costumbres de la que había sido una de las sociedades más pujantes y fuertes de la región. Desde Buenos Aires -agregamos ahora- hasta México, la presencia Argentina a través de su música y literatura, sus actores y artistas, sus comidas, la Universidad a la que venían los alumnos de otros países de habla española, eran algunos de los elementos que servían de orgullo para una República que construía, como corresponde, un poder militar y grandes mercados para sus productos que comenzaban a adquirir fama. Después -dijimos más de una vez y volvemos a reiterarlo ahora-, nosotros mismos nos encargamos de demoler poco a poco esos éxitos y virtudes hasta apenas vivir de su recuerdo.
Esto último vale para nuestra generación, pues a las nuevas, una perfecta maquinaria se ha encargado de ocultarles esa realidad histórica, a la par que fomenta el resentimiento y la mentira. Concurrentemente, hablamos de una de las tantas consecuencias de la Guerra Revolucionaria, consecuencias que transitan por la inversión de los valores y la perversidad manifiesta en la etapa posterior que vivimos.
Tal vez esta introducción sea excesiva para lo que vamos a informar ahora, pero todas las oportunidades son buenas para insistir sobre una verdad que a la larga o a la corta prevalecerá sin dudas. Entonces, vamos a señalar que finalmente y pese a las dudas que planteamos después de ese artículo que comentamos, ahora la Presidente -con e, como corresponde- comenzó por definir su opinión acerca del derecho, de la propiedad y de la capacidad de producir riqueza, al rechazar de plano el proyecto moyanista de participar de las ganancias empresarias y, por supuesto, nunca de las pérdidas. Las palabras presidenciales todavía no han sido valoradas en toda su magnitud, excepto entre unos pocos, por el mismo Hugo Moyano que, ni corto ni perezoso y rápido de reflejos, disintió, pero al mismo tiempo expresó su apoyo a la Casa Rosada. Simultáneamente, la justicia parece que aflojó las presiones sobre el tema de los medicamentos y las Obras Sociales que tenían a mal traer al camionero, y todo parecería indicar que el fin de año llegará con cierta tranquilidad en este problemático flanco.
En la alta política las cosas no son simples ni sencillas. Por supuesto, esto no es alta política, sino apenas una partecita, aunque a la larga contribuye. El caso es que la conversación entre Cristina y Obama tuvo contactos previos y, sin querer ser indiscretos, podemos acotar otra vez que el norteamericano tenía necesidad de recomponer la situación latinoamericana, donde apareció el imponderable, ese factor que siempre irrumpe en el momento menos pensado. Así, la cruel enfermedad de Hugo Chávez comenzó a sacarlo lentamente pero con firmeza de la escena, dato que no llegaba solo: por un lado, los hermanos Castro ya ingresaron en el declive irreversible dictado por la biología y el fracaso; Evo Morales comenzaba a ser arrinconado por el indigenismo que divide a su sociedad, convertida en pueblos que fueron llevados a una difícil convivencia, y Correa, en Ecuador, ya era -y es- algo así como un pequeñín de la política que gesticula en el vacío. Para Obama, más importante es satisfacer los reclamos internos que pesan en la política norteamericana y llegar adecuadamente a las futuras elecciones de su país... y que eventualmente perderá.
En estas condiciones Cristina se encuentra al comando de una Argentina que aún conserva una posición física estratégica por su ubicación geográfica, su superficie, su unidad étnica, que aún no ha sido destruida, su fortaleza religiosa, a la que se combate a diario, su reservorio de riquezas de todo tipo, su capacidad de generar alimentos y la posibilidad de recomponer decisiones junto con un Brasil poderoso. Por supuesto, existen falencias de todo tipo, en especial políticas e institucionales, pero aún se estaría a tiempo de revertir el proceso de destrucción que avanza. Seguramente Cristina repara más en lo económico, con su carga llena de angustia inmediata, pero habría que conocer el tenor de las conversaciones previas que llevaron a la reunión del G20 en Francia para poder abrir un juicio más ajustado.
De todos modos, se sostiene que el vínculo con los Estados Unidos podría recomponerse y que para ello se contaría con la colaboración de técnicos comunicacionales vinculados con el equipo político de otro demócrata como Bill Clinton, cuya mujer es nada más y nada menos que Secretaria del Departamento de Estado. Consecuentemente, sólo cabe esperar que los hechos se ubiquen en el tablero, que todos se hagan cargo de sus posiciones y que en este verdadero límite, que continúa con el arrastre de dólares fuera del país, se coloque en su lugar junto con el contenido de todo aquello que supera lo económico. No queremos pecar de ingenuos ni de excesivos optimistas pero hay elementos tangibles al alcance de la mano. El razonamiento y la información permiten estas reflexiones y aferrarse aunque a una tenue sobre de responsabilidad. Habrá que esperar.

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