viernes, 22 de julio de 2011

LACRA EXECRABLE

Amalia Lacroze de Fortabat -15 de agosto de 1921- y Ernestina Herrera de Noble -7 de junio de 1925-, son las empresarias más poderosas y encumbradas del país. La segunda, con sus casi 86 años a cuestas, el 3 de mayo abandonó el país, refugiándose en los Estados Unidos de Norteamérica. Diez años atrás, una abogada llamada Alcira Ríos presentaba una denuncia con la firma de Estela Barnes de Carlotto, ante el Juzgado Federal Nº1 de San Isidro, a cargo de Roberto Marquevich. En el escrito se solicitaba una investigación judicial sobre la filiación de los hijos adoptivos de la Directora de Clarín. Diez años de vejámenes; procedimientos atentatorios a la dignidad de las personas, y persecución política, fueron necesarios para precipitar su decisión. Hoy, 16 de julio del 2011, se ha determinado que tanto Felipe como Marcela Noble no son hijos de desaparecidos. Sobre el tema y con lujo de detalles, ya han comenzado a pronunciarse analistas políticos, periodistas de valía y políticos de distintas corrientes. En lo personal, me pregunto qué es lo que queda para uno, cuando los Derechos y Garantías contemplados en la Constitución Nacional se hacen añicos en aras de una persecución política llevada a cabo con tan tremendo ensañamiento, al punto de vulnerar la mismísima dignidad de una persona. ¿Qué queda para uno, cuando la señora Ernestina Herrera de Noble tuvo la posibilidad de recurrir a sobresalientes especialistas en la materia, esos a los que uno jamás podría acceder?
Enriqueta Estela Barnes de Carlotto -22 de octubre de 1930- es una activista de derechos humanos en la Argentina, y Presidente de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Amparada en la impunidad de la que evidentemente gozan quienes dicen formar parte nada menos que de los DDHH, acometió, avalada por un Gobierno “tuerto” y corrupto como jamás hubo otro, contra una anciana y dos jóvenes, convirtiéndoles los últimos diez años de sus vidas en un verdadero escarnio. ¿Qué queda para uno?, me vuelvo a preguntar. ¡No existe forma ni manera de resarcir a un ser humano de semejante afrenta! Evidentemente, la abuela de Caperucita fue devorada por la irracionalidad y el odio del Lobo Feroz.
Hebe María Pastor de Bonafini -4 de diciembre de 1928- es una activista argentina por los derechos humanos, y una de las fundadoras de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, de la cual dependen una universidad nacional ilegítima e ilegal, un periódico, una radio, una casa cultural, una librería, y la administración de un centro cultural donde antes funcionaba la ESMA. “Avanza la descomposición”, escribió Carlos Manuel Acuña, habida cuenta de una serie de hechos delictivos que la comprometen más que seriamente, no obstante “su apertura de paraguas” presentándose como querellante de una Asociación Ilícita de la que forma parte y dirige -se lo dije en su momento-, más la actuación salvaje y bárbara de integrantes de La Cámpora, donde aparece la figura del candidato a Vicegobernador que La Señora le impusiera al siempre complaciente Daniel Scioli. El que se quema con leche, ve una vaca y sale corriendo, ¿no, Daniel?
Ahora, a las puertas de las Elecciones Nacionales, surgen los políticos de pacotilla, dispuestos a sacar rédito de semejante ignominia. Me saco el sombrero, en cambio, ante aquellos que siempre tuvieron una mirada y un pronunciamiento crítico sobre el tema. Y me saco el sombrero ante periodistas de real valía y huevos como Jorge Lanata y Luis Majul, por nombrar a los más populares y expuestos, así existan entre ellos profundas diferencias ideológicas.
¡Se terminó la Copa América, señores! Y debo confesarles que tengo sensaciones encontradas, que poco y nada tienen que ver con las sensaciones del Ministro Jefe de Gabinete, pieza inamovible de un gobierno al que representa cabalmente. Por un lado, la frustración por tantos años sin conseguir el trofeo deportivo. Por el otro, el que quizá precipite la toma de conciencia por parte de un pueblo sumido en el letargo que hace posible la continuidad en la conducción del país de tan execrable lacra.

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