martes, 2 de agosto de 2011

“ROCK FUERTE EN EL PUTICLUB”

Muchas cosas deberán cambiar a partir de Octubre con la caída del régimen.
Nunca más al desorden y a la corrupción generalizada.
Pero también el cambio deberá ser dentro del ámbito de lo social y público. Aquello que no cambia con las elecciones.
Debe de decirse basta a todo lo que se está transformando en agresión contra la familia, la vida, la dignidad y la justicia.
Especialmente contra lo que se muestra a diario y a toda hora por la televisión abierta, como una forma de desacreditar sistemáticamente los más sagrados valores humanos y cristianos, con esa cotidiana agresión contra la familia y las buenas costumbres.
Esta televisión a través de programas escatológicos (en la verdadera acepción de esta palabra: relativo a excremento), en donde se degrada la dignidad de la mujer, en donde se hace casi una apología de la prostitución y la pornografía a las que se las exhibe con total desparpajo, casi con simpatía.
Ahí tenemos lo último en promociones: el videíto porno.
Es así que la prostituta mediática exhibe su narcisismo a través del video, en el que muestra sus cualidades físicas y habilidades manuales y bucales, para regocijo de los anhelantes cibernautas.
Como también a través de algunos programas televisivos llamados “del espectáculo” o de “chismes”, se puede observar la liberación de la representación del sexo.
En ellos la prostituta que se presenta con veleidades de vedette, se presta al confesionario grosero que le impone un lascivo presentador/conductor.
El guiso nauseabundo televisivo también incluye besos entre dos señores mediáticos, peleas de “chongos” y prostitutas con ínfulas de “luminarias de la calle Corrientes”, homosexualismo histérico, ramplonas historias de dramas íntimos ventiladas para regodeo del espectador débil mental.
Porque es evidentemente que hay que padecer dicha patología para consumir estas muestras de destrucción neuronal.
La televisión abierta es una forma de aniquilamiento moral, que deja en el cerebro del espectador un desierto intelectual trágico.
No se nos debe escapar que todo este circo aberrante está sustentado por esos mercaderes productores/conductores muy conocidos, que logran amasar fortunas con la basura diaria que vacían en los hogares argentinos.
Hacen desfilar cada noche por la pantalla toda clase de banalidades y porquerías, que por otra parte están sustentadas por el rating que les otorga cierta clase de espectadores, individuos que padecen de una deserción espiritual que los hace frágiles de entendimiento, no alcanzando a comprender el vacío existencial que limita sus vidas.
Llegamos a este estado de cosas por esa tolerancia propia de lo postmoderno que significa falsificación de la verdad, indiferencia, despojo de los valores; que promueve ineptitud al “no” o al “si” cuando representan un imperativo ético.
Asistimos al auge de la cultura anal que se expresa a través del cuerpo femenino convertido en lenguaje de seducción.
El espectador queda irremediablemente atraído por un par de voluptuosas asentaderas femeninas, exhibidas por revistas de espectáculos en kioscos, estimuladas por los “mass media” para potenciar los sueños de fama y gloria de su descerebrada poseedora.
(A propósito, nunca entendí por qué se dice que cuando nos va mal, nos va como aquella parte destacada del cuerpo femenino).
Pero tampoco entiendo esta civilización visual donde ante el cuerpo femenino convertido todo en un culo, ya no es necesario el concurso de la imaginación ni el misterio seductor de lo oculto.
Y por otra parte no todo se reduce al espectáculo pseudo artístico/televisivo.
Por el lado de la justicia las cosas no andan tan éticas.
Algunas conocidas “Señorías” también profesan sus gustos por “chongos” y el “puticlub” privado al mejor estilo bacanal romana.
¿Queda algo más por ver? ¿O la lo vimos y padecido todo?
De la corrupción gubernamental ya se ha dicho tanto y tanto está expuesto, miles de litros de tinta se han utilizado para desenmascararla, que resulta un lugar común hablar de la asociación ilícita del kirchnerismo.
Algún día la justicia habrá de poner las cosas en orden.
¿Y si no, quién?

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