viernes, 16 de septiembre de 2011

Acomodaticios, corruptos y votados

Acomodaticios, corruptos y votados

Lo peor que le puede pasar a un país, es que su dirigencia sea acomodaticia, que su gobierno sea corrupto y que su pueblo los vote porque, además, les cree.
Esta es, generalmente, la ecuación que mueve a la Argentina.
Comparar a este gobierno con los de la Edad Media, parecería un incorregible error. Sin embargo, hubieron por aquella época, gobernantes que, pese a su aureola de todopoderosos y casi divinos, como los Emperadores Romanos o los Faraones Egipcios, debieron concurrir a los Parlamentos, a explicar sus actos, sus proyectos, e incluso a pedir el presupuesto necesario para concretar sus obras.
O sea: la Edad Media no fue totalmente -contra lo que se cree- un período oscuro, regresor, de estancamiento, con las libertades individuales conculcadas y en el que, la delincuencia, prácticamente no existía.
Los salteadores, eran pocos y estaban sólo en los caminos. Actuaban, mientras no encontraran a custodios armados acompañando a los viajeros.
Ahora, los salteadores, como una muestra que la regresión y el oscurantismo están hoy instaurados en nuestra moderna y cibernética sociedad, y en pleno florecimiento. Los encontramos en las calles y avenidas de nuestro país, en las plazas, en las escuelas, en el accionar de la Justicia, en la Casa de gobierno y en algunos Ministerios, en el Banco Central, etc., etc., etc.
Se dice que para conocer cómo se vivía en la Edad Media y cuáles eran los conceptos morales de aquella época, deberían leerse los famosos Cuentos de Canterbury.
Ahora tenemos otros cuentos, como los que escuchamos y vemos cada vez que hay cadena nacional. La pequeñez, la ingenuidad y los miserables placeres de la vida dan paso al aplauso y a la alegría temporal, de un pequeño grupúsculo de acólitos y de los pobres que, por ignorancia (o sea por desconocimiento) agradecen las migajas que la solidaridad oficial les entrega para que sigan tomando mate el resto de los días del mes.
Hoy nos oprime la presencia del gobierno absolutista como la monarquía de Luis XVI empecinado en recaudar solamente, por propia decisión de una persona, sin Asamblea de Notables ni Estados Generales. Esto ocurría entre 1774 y 1787.
Pero que ocurra en este siglo XXI, es verdaderamente una nuestra de regresión no sólo histórica sino que sólo ha mutado el ser humano en su conformación física porque, en sus actitudes, añora su vulgar, sucia y maloliente caverna.
Nosotros, como parodiando a aquellos tiempos de la Edad Media, mostramos que no hemos avanzado nada y, mal que nos pese, hemos retrocedido políticamente.
Nos llenamos la boca de democracia, de vida republicana, de derechos humanos, de transparencia… de palabras altisonantes y todo es solamente maquillaje dialéctico.
La democracia no es el gobierno de la mayoría, sino el gobierno consensuado entre la mayoría y la minoría a la que también hay que escuchar.
En la República, impera la Ley y la igualdad ante ella. Significa que mayorías y minorías tienen los mismos derechos. El cumplimiento a“rajatabla” de la Ley, obliga al gobierno de turno a respetar todas las voluntades y evita el abuso de poder, porque, a pesar de ser menos, la minoría paga los mismos montos de los impuestos y cargas públicas que los aportantes de la mayoría. No hay impuestos más baratos para la minoría, porque -recordemos- que “todos somos iguales ante la Ley”.
Actualmente, de modo absolutista, (quizás normado por la ley divina y no por la Ley de los hombres) el gobierno actúa libremente, sin consultas previas, para manejar los fondos públicos de los que extrae, por ejemplo, para regalar a los piqueteros que responden al Estado, a quienes no los contempla, en esa condición, “ninguna ley aprobada por el Congreso nacional”.Los dineros que alimentan a estas huestes, sale de nuestro bolsillo sin que la autoridad, que dice ser republicana, nos haya pedido permiso en el Congreso y los mantiene sin ponerse colorad todo el tiempo.
El uso del dinero de la ANSeS y su destino, debía haber sido autorizado por el Congreso nacional. Pero tampoco tuvimos suerte ya que el poder político, absolutista por cierto, se apropió de esos fondos destinados a los jubilados por Ley Nacional, para entregarlos a los empresarios amigos del gobierno, “sin autorización de ninguna Ley”. Decidió que los jubilados esperen, que tengan “la santa paciencia”, O sea, todos somos iguales ante la Ley, a excepción de la glamorosa señora presidente que, pareciera actuar con displicencia en todo y con impunidad absolutista. Actitudes oscurantistas, por cierto.
Tampoco el ex presidente Néstor Kirchner, pidió permiso al gobierno nacional para desaparecer los dineros de Santa Cruz, cuyo destino, hoy, sigue en la más absoluta nebulosa.
Esta manía de hacer “lo que les parece”, debiera ser frenada mediante la Justicia, pero, como el poder de la autoridad máxima es “absolutista”,también maneja a la Justicia, la cual no actúa sino por imperio no de la Ley sino de los mohines y caprichitos de la bella y apropiadora dama acompañada de un séquito de personas de origen divino.
Si nos atenemos a la acepción del término “corrupción”,advertimos que refleja claramente el manejo de ciertos funcionarios políticos, algunos de ellos muy encumbrados, a los que el término corrupción, les calza como un guante.
Porque ellos hacen un mal uso público del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta, subrepticia (que se hace ocultamente y a escondidas) y personal.
Sin embargo, todos ellos consumen horas, minutos y saliva, para remarcar la “transparencia” de todos los actos de este gobierno.
Transparencia en el manejo de los dineros públicos, transparencia en las elecciones, transparencia en la contratación de proveedores del Estado, transparencia en las licitaciones, transparencia pura, casta e indiscutible.
Cuando este Poder habla de “vida republicana” debiera cuidarse mejor de mencionar que impera en la Argentina, porque es una república aquella nación que tiene leyes que se cumplen, sin tapujos, o sea, sin engaños ni reserva, sin disimulos para ocultar su aplicación. O sea: la verdad es verdad y en los países republicanos, los jueces, actúan sin presiones, ni miedos, ni susurros en los oídos aplicando la Ley, como corresponde y sin dudar.
En una república, se protegen los derechos fundamentales de la gente y las libertades civiles de todos los ciudadanos.
Aquí, no ocurre esto, porque si así fuera, muchos funcionarios de todas las escalas estarían veraneando largo tiempo en Villa Devoto

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