sábado, 1 de octubre de 2011

Metodología vampírica de Alberto

Metodología vampírica de Alberto

Duhalde se muestra silenciosamente impotente ante las descalificaciones, arbitrariamente programadas, dirigidas, de Alberto Rodríguez Saa. El promisorio Artista Plástico, del Estado Libre Asociado de San Luis.
En su rol de relativo opositor, Alberto ya dejó de opositar.
De pronto, el aún no valorado Artista Plástico, se transformó en el animador excluyente del lapso entre-electoral.
Es el periodo que se extiende entre la paliza del 14 de agosto, y la paliza del 23 de octubre (motivo del seminario, muy próximo a concluir).
A esta altura, como la clase obrera (en la concepción marxista), Alberto nada tiene para perder. Ni siquiera tiene su “fuerza de trabajo”.
Según José María Vernet, el Pensador Positivista, y bastante desaprovechado compañero de fórmula, hoy “Alberto desdramatiza”.
El Artista Plástico parece divertirse, incluso, hasta con la letra desopilante de Los Wachiturros.
“El Alberto es una masa/ te da una casa”.
Desarmaderos de Warnes
Y planifica crecer, expandirse, a través de la denigración sistemática de Duhalde.
Le extirpa entonces, al cristinismo, al adversario otrora principal. Se lo expropia.
Aquí Alberto aplica, en el fondo, probablemente sin saberlo, la metodología vampírica.
Con más olfato de indio, que encuestas de Poliarquía, Alberto percibe la magnitud de la negatividad que arrastra, injustamente, el pobre Duhalde. Accede entonces a la “piedra libre” para el agravio. A la irradiación de los rencores personales. Acumulados, durante una década. Que lo sumergen, junto al adversario Duhalde, en el ridículo.
Pero Alberto, como puntualizamos, nada tiene para perder. Abusa entonces de la licencia para injuriar.
No olvidar tampoco que, para la interpretación histórica de “los hermanitos”, fue Duhalde quien generó, en el 2001, la salida presidencial de “El Adolfo”. Episodio grotescamente maldito. La posteridad va a registrarlo como el Golpe de los Caceroleros. La rebelión de 25 conspiradores de pantalón corto. Y en ojotas.
Al atacar frontalmente a Duhalde, la apuesta perversa de Alberto consiste en transferir, la instalada negatividad del adversario escogido, en positividad hacia la candidatura propia.
Mientras arroja, en simultáneo, cordiales líneas de complicidad hacia “La Presidenta, a la que felicita”, reiteradamente, por el éxito electoral. Y le fulmina a Duhalde, el adversario compartido.
Desarmaderos de Warnes

Es una escenografía de repentina complacencia. Despierta las desconfianzas -a veces fundamentadas- de los pintorescos sobrevivientes de la civilización duhaldista. Que se extingue, irremediablemente.
La metodología -para Oximoron- le resulta a Alberto antipáticamente eficaz. Hoy el Artista Plástico disputa el segundo puesto con Hermes Binner, el Hombre Quieto, socialista de aparato.
Por su parte Binner, El Hombre Quieto, un John Wayne situado en la segunda (y muy distante) colocación, desplaza a Alfonsín. No le hace falta recurrir al vampirismo para superarlo. Dejarlo en un costado del camino. Abandonado, a la desgracia de su suerte. Al que parecía ser el aliado natural. El Menoscabado.

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