sábado, 1 de octubre de 2011

UN NUEVO TRIUNFO DE CFK

La negación de la crisis, otra claudicación opositora
El voto de EEUU en organismos de crédito internacionales contra el otorgamiento de créditos a la Argentina y la importante devaluación del Real son dos hechos graves que ningún candidato presidencial pareció registrar. La agenda electoral se muestra por el contrario impermeable al avance de la crisis. La anterior crisis financiera del 2008 y el conflicto entre el gobierno y el campo crearon las condiciones para la derrota kirchnerista del 28-j del 2009. Ahora se da un proceso inverso; el nuevo escenario recesivo está llegando muy tarde como para tener efecto electoral. Paradójicamente, antes de las primarias del 14 de agosto, la crisis internacional no daba señales de afectar a la Argentina pero, sin embargo, la oposición hostigaba al gobierno con la expectativa de que hubiera segunda vuelta. Ahora, con CFK encumbrada en las primarias, la conducta opositora es la opuesta: los efectos de la crisis están llegando al país, pero la casi totalidad de los candidatos opositores se hacen los distraídos. La mayor parte de los consultores que asesoran sobre marketing electoral explican este fenómeno argumentando que el electorado rechazaría a cualquier candidato que le hable del inminente fin de fiesta de modelo K. El resultado está a la vista en los nuevos spots de campaña de los presidenciables. En los mismos predominan las promesas de un futuro mejor y -con excepción de lo que dice Eduardo Duhalde- casi no hay críticas a la corrupción, la inseguridad, el aislamiento internacional, la baja calidad institucional, etc. En efecto, hay una especie de consenso tácito entre el gobierno y la mayor parte de la oposición para no explicarle a la sociedad que se aproxima el ajuste y la reducción de los altos niveles de consumo actuales. Todo esto contribuye a fortalecer la ficción oficial de que la economía está blindada y es, por tanto, inmune al tembladeral global. En otras palabras, que el gobierno, ayudado en buena medida por la complacencia opositora, está consiguiendo instalar la idea de que después de las elecciones todo seguirá más o menos igual y que no habrá medidas confiscatorias. Sin embargo, esta ilusión no hace mella en los miles de compradores que a diario se abastecen de dólares dando un claro contramensaje.
Las pocas encuestas que se conocen no muestran, sin embargo, que contemporizar con el gobierno mejore significativamente la intención de voto de, por ejemplo, Hermes Binner y Alberto Rodríguez Saá. A estos fracasos se les suma que tampoco prosperó la idea de hacer campaña con el argumento de que hay que fortalecer los bloques legislativos para contrapesar al kirchnerismo, bandera que intentó levantar la UCR. Es que el Grupo A es mayoría en la Cámara de Diputados desde el 3 de diciembre del 2009, sin que haya logrado en lo más mínimo contener los avances del oficialismo.
¿Y después qué?
Después de las elecciones podría producirse una nueva paradoja, porque es muy probable que el gobierno ponga en marcha medidas de emergencia. Entonces la maltrecha dirigencia opositora, luego de verse apabullada en las urnas, intentaría reposicionarse criticando a la Casa Rosada. La reciente intimación de Amado Boudou a los bloques opositores para que aprueben rápidamente el presupuesto porque si no “la presidente tomará medidas”,es apenas un anticipo de lo que ocurriría luego del 23-o.
Esto nos lleva al otro componente del escenario político post-electoral. En la UCR, por ejemplo, ya está claro que está a punto de iniciarse una profunda crisis interna donde Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz son acusados de firmar con Francisco De Narváez una alianza con malos resultados. Y ni que hablar del tembladeral que coloca cerca de la disolución al Peronismo Disidente y la Coalición Cívica. Esta situación, como es obvio, ampliará todavía más el margen del gobierno para moverse con absoluta discrecionalidad.

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