jueves, 18 de agosto de 2011

La Argentina sin conducción ni oposición

El enorme error político de la ley Sáenz Peña.
La Argentina no tiene una verdadera conducción política, desde hace más de noventa años, porque a partir de la reforma electoral de Sáenz Peña, se crearon las bases de una democracia de masas, o populista, que transfirió el poder soberano a una mayoría que no tenía la necesaria cultura política para el ejercicio de ese poder.
Este error político no lo cometió EEUU, Gran Bretaña, Francia ni ninguna de las democracias más inteligentes y avanzadas de la época, porque se entendió que el ejercicio del poder dependía de la capacidad para ejercerlo. Por lo tanto la incorporación de la población al cuerpo electoral se produjo en un término que en los EEUU duró 200 años, partiendo inicialmente de niveles superiores de cultura comparados con los de la Argentina.
De ahí que la Argentina mientras mantuvo, a partir de la Organización Nacional, un gobierno representativo, pero de una extensión limitada, alcanzó record de desarrollo en materia económica y social, así como de estabilidad y calidad institucional.
Al mismo tiempo que en el orden internacional se afianzaba como una potencia regional y global, en el orden interno operaba una transformación social de gran apertura respecto de los sectores de la inmigración así como respecto de los sectores sociales autóctonos, con todas las dificultades para estos últimos derivados de sus estadios culturales muy en desventaja para competir en el mundo moderno.
Se construyó una formidable infraestructura de transporte y comunicaciones y se alcanzó un desarrollo de todas las actividades, industriales, comerciales, de la banca, de la construcción y de las actividades primarias. Al mismo tiempo se disminuyeron las desigualdades sociales a través de una educación pública, que nunca tuvieron después el mismo nivel de calidad y exigencia.
La calidad institucional propia del período 1860-1916, se quebró con las atribuciones multiplicadas del Poder Ejecutivo.
El primer efecto de la ley Sáenz Peña fue la aparición de un nuevo caudillo político de un poder personal que no tenía precedentes en ninguno de las nueve presidencias que se habían sucedido desde 1862 hasta 1916.
En consecuencia se modifico la base republicana del gobierno, por el predominio del poder personal del Presidente de la Nación, en desmedro de los otros poderes del Estado. Esto dio lugar a una degradación institucional que iba a tener consecuencias muy graves de largo plazo.
El Presidente elegido no respetó la autonomía política de las provincias en tanto no coincidían con su orientación, haciendo uso de la facultad constitucional de intervenirlas -que no conoce la constitución de los EEUU-, con lo cual se rompió con el federalismo y con el principio de la democracia.
En definitiva la reforma de la ley Sáenz Peña reemplazó la Republica Federal y representativa, que rigió de 1862 a 1916, con estabilidad política y gran calidad institucional, más un extraordinario progreso económico y social, por la Republica Democrática o de Masas, que habría de originar un largo período de inestabilidad, y de grave retroceso político, económico, cultural y social de la Argentina en el mundo, desde 1916 hasta el presente.
La regresión se produjo con lentitud en un principio, pero se aceleró después. A partir de 1930 se comprometió la continuidad constitucional del Gobierno, lo que habría de repetirse en 1944, 1945, 1955,1962, 1966, 1976, 1989, 2001,2002 y 2003, afectando a todo el gobierno o sólo a la sucesión del Poder Ejecutivo.
La reacción de 1930 fue personalizados por los sectores afectados por el personalismo antirrepublicano de Irigoyen, y que habría de repetirse en 1955, 1966 y 1976 contra el personalismo antirrepublicano del peronismo. Las crisis del 2001, 2002 y 2003, fue por la incapacidad del nuevo régimen para superar sus propias debilidades.
La institución de la democracia populista o de masas se configuró en un proceso que duro 30 años.
La definición de la democracia de masas se fue configurando sin que fuera un proceso deliberado para instituirla. Surgió como una prueba de laboratorio conducida por manos inexpertas, pero conforme con una secuencia de rigurosa lógica. Se inició con la ley Sáenz Peña y se termino de formar en 1945, en la plaza del 17 de octubre.
Una de las características propias del proceso fue que impidió la formación de las clases dirigentes, es decir con autonomía para pensar el país sobre la base de sus verdaderos intereses, porque la base de la autoridad residía en quien no es capaz de discernir sobre los intereses generales de la Nación, y el derecho de una facción aunque fuere mayoritaria.
La característica de estos procesos es que no saben establecerse sus propios límites y por lo tanto implican fuertes inseguridades para el otro 50% o 49% o menos de la población, con todas las derivaciones que ello implica. Rige como la ley suprema la voluntad de la mayoría, sin derechos de las minorías o de las personas individualmente consideradas, que se deben respetar.
Las transformaciones originarias se hicieron esperar porque faltaban las ideas que habrían de nutrir estos procesos y que fueron surgiendo en el mundo con diversas doctrinas. Y el proceso fue impulsado por acciones y reacciones de la sociedad, a veces contraria a la dirección de la mayoría, acentuándose las contradicciones, lo que fue creando una incertidumbre sobre el destino final de la Argentina. Es decir surgió un horizonte totalmente diferente al del Centenario y la Argentina dejo de ser un país de la Esperanza.
La distribución de la riqueza como idea central de la política económica.
Las mayorías populares argentinas, que no tienen la cultura del trabajo de las sociedades europeas o asiáticas, porque en nuestro país, la mayor parte de la población que vivía en la campaña no necesitaba trabajar para vivir, disponiendo de la riqueza del ganado cimarrón que no tenía dueño, como tampoco la tierra, y debió cambiar sus hábitos con la introducción del alambrado y la marcación de los ganados, de pronto, a partir de 1870/80, cuando se enfrentó con una realidad desconocida.
Aquella experiencia y la riqueza generada por el sistema de la Organización Nacional, le generó como idea central de la política económica nacional, que la distribución de la riqueza existente era suficiente para alcanzar un bienestar aceptable y justo.
No fue una idea tomada del marxismo, cuya doctrina las mayorías argentinas no conocen, sino otra profundamente autóctona y local, formada sobre la experiencia y la observación de la realidad.
No afecta la propiedad de los medios de producción, pero si implica múltiples limitaciones a su uso, como pretender vender en el mercado interno a los precios internacionales los productos de la tierra, o a los precios del mercado los productos esenciales en los demás sectores, como los productos industriales o agroindustriales, o de la minería o de los servicios esenciales, como el del transporte. Así nace el intervencionismo estatal en el mercado.
El aislacionismo argentino.
Se ha hablado mucho del aislacionismo norteamericano, pero en realidad el único aislacionismo en el mundo es el de la Republica Argentina como se probó en las dos últimas guerras mundiales, con la Tercera Posición, o con las débiles relaciones que mantiene actualmente dentro del G20 o con sus vecinos, o dentro del FMI.
La Argentina dentro de este modelo se aísla del mundo, porque dentro de sus fronteras conserva toda lo que necesita, y puede sobrevivir dentro de un mediocre bienestar, que es el único que conoce. Es decir es autosuficiente, en parte porque es rica y en parte porque no conoce los niveles superiores de confort.
Alejada como pocos países de los centros de los grandes conflictos, en un rincón cerca de la Antártida, se encapsula imaginariamente en sus fronteras, que no pueden ser más permeables, y llega a prescindir totalmente hoy de las exigencias de su defensa, en una pavorosa ignorancia de la globalización del mundo y sus conflictos de alcance mundial.
A su alrededor Chile estalla bajo la explosión de sus volcanes y tiene el mejor ejército de Latinoamérica, para asegurar su supervivencia a costa de sus vecinos como ya lo ha demostrado. O sin ver la amenaza derivada de las dos superpotencias más pobladas de la tierra, en cuyas manos se encontrará el destino de estos países, que se hallan lejos de sus fronteras, pero muy vinculados por su comercio, en un mundo en que las distancias han dejado de tener importancia. Para confirmar su falta de visión política agrede innecesariamente a EEUU, que es la única potencia que puede salvaguardar su independencia, llegado el caso.

Estamos dentro de una contingencia internacional que podrá aprueba la economía argentina.
En este mes de agosto se ha desatado la reiniciación de la crisis del 2008, de difícil apreciación en cuanto a la intensidad de los efectos que puede producir, pero que sin duda llegaran a afectar el crecimiento y el comercio mundial.
Toda la política del “cristinismo” se pondrá prueba, porque afectara sus exportaciones y los ingresos fiscales, y por tanto sus dos talones de Aquiles que son el superávit comercial y del presupuesto nacional. Esto afectará la capacidad del Estado para sostener sus políticas de subsidios, es decir el corazón de la política de bienestar del gobierno nacional.
Con la ventaja de un período sin oposición política organizada.
Con los resultados de la elección del 14 de agosto la oposición ha sido autodestruida por falta de programa y objetivos. En realidad no constituían una parte de la clase dirigente, que como hemos dicho no existe, y su falta de representación y contenidos trascendentes ha quedado evidente en los grandes vacíos de sus programas.
La pobreza de la propuesta opositora no podía ser más evidente. Por una parte el requerimiento y la oferta del dialogo sin precisar las materias y soluciones; la propuesta de unidad, sin un proyecto nacional; la coincidencia en muchos órdenes de la política oficial, y sólo una propuesta de mejor gestión; una crítica severa a la corrupción pero con una gran debilidad en los demás aspectos de la política nacional; el ejemplo de una provincia bien gobernada, pero sin un plan para resolver los problemas nacionales.
La derrota fue tan grave que la oposición tal como se la conoció no se podrá reconstituir y será sustituida por otra que se deberá formar.
Un período librado al unicato de la conducción oficial. Sucumbirá por implosión.
Los gobiernos de la democracia entre 1983 y el año 2002, es decir en los primeros veinte años de vigencia, provocaron sucesivas crisis, y lograron un crecimiento del 3% entre 1983 y el 2002. Es decir un verdadero caso para el índice Guinness, de record internacionales, como ejemplo de estancamiento general y gravísima pérdida de crecimiento por habitante. De 1983 al 2011, en 28 años creció un 77%, es decir con una tasa menor al 3% anual. Mucho mejor, pero nada de lo necesario para superar el largo estancamiento argentino.
La Presidenta de la Nación tendrá un parlamento mayoritariamente adicto es decir sin límites para imponer su propio criterio. ¿Qué hará? Profundizará el modelo, dentro de los límites que le permita la crisis internacional.
El modelo distribucionista no podrá demostrar una eficiencia de largo plazo que no tiene, ya que en la prosperidad general de principios del 2011 ya hacía agua. Fracasó en 1955 y 1975. Ahora sucumbirá por implosión, sin alternativas. Como el comunismo soviético. La oposición no jugara ningún papel porque no existe realmente.
Dentro de esta perspectiva hay que prepararse trabajando en un nuevo proyecto nacional.

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