miércoles, 7 de septiembre de 2011

La clase magistral

La clase magistral de Zaffaroni

Hace décadas, Ortega y Gasset recomendó: "Argentinos, a las cosas". No hacer ¿tiene cura?
-Fernando Savater: Eso es algo que me llama la atención: la resistencia a lo práctico que muestran. Recuerdo que en lo peor del "corralito" me llamaban desde radios argentinas y me hacían preguntas con las especulaciones más insólitas. Yo decía: "No, vea, esto es un problema práctico y no filosófico". Daba risa.
-¿Es para reírse o para llorar?
-Fernando Savater: Dentro de lo que uno puede reírse en estos casos, me hace gracia la tendencia a convertir en abstracto un problema que es básicamente de falta de honradez, por un lado, y de desacierto económico, por el otro. Si algo es evidente es que no se trata de algo que tuviera que ver con el ser y la nada.
No imaginaba Savater que años más tarde un Juez de la Corte Suprema de Justicia argentina iba a convertir en clase magistral de Filosofía del Derecho un hecho concreto del cual se lo acusaba: el funcionamiento de prostíbulos en cinco departamentos de su propiedad. La realidad (que tanto nos cuesta asumir a los argentinos) es la siguiente: se ha comprobado la existencia de un delito o de una violación al Código de Faltas y a los Reglamentos de Copropiedad (funcionamiento de actividades prohibidas) o de una transgresión al Reglamento de la Justicia (los jueces deben conservar el decoro, etc.).
Eso es un hecho probado. Lo único que había que esclarecer es qué grado de participación tenía el Juez Zaffaroni en ello, si ha obrado con dolo (yo no lo creo, adelanto mi opinión), o con culpa (no vigilar, ser negligente en cuanto a su apoderado, etc.), o han (él y/o su apoderado) violado los reglamentos de copropiedad o si el Juez podría haber actuado en violación de los Reglamentos de Funcionamiento de la Justicia Nacional. Salvo el grupo de aplaudidores oficiales presentes en el acto, la gran mayoría de la sociedad esperábamos una explicación de los hechos y de la participación del magistrado. Pero no. En lugar del descargo que esperábamos (y muchos deseábamos) el Juez nos propina… ¡una clase magistral! Sobre criminología mediática.
El Juez-profesor acusado, o mejor sospechado, de un hecho concreto (y creo, del cual fácilmente podría despegarse) eleva su problema concreto a especulación pseudo filosófica.
“Para no confundir los hechos con el marco, he preferido elegir como tema para esta clase inaugural un análisis detallado del hecho (se refiere al hecho de los cinco prostíbulos que lo tiene como protagonista) en el marco de lo que en varias publicaciones vengo denominando criminología mediática”, dice Zaffaroni en el inicio de su magistral clase.
La clase magistral fue pronunciada en el Aula Magna de la Facultad de Derecho (¡nada menos!) completa, con gente parada y en los pasillos. Lo escuchaban en primera fila un grupo de Madres de Plaza de Mayo, entre las que estaba Hebe de Bonafini (una de las más aplaudidas), el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, el más alto representante del Gobierno en el acto (Amado Boudou volvía de Córdoba y no llegó, dijo uno de los organizadores). Los primeros oradores del acto fueron el rector, Rubén Hallú, y la decana de la Facultad de Derecho. Compartieron el panel con Zaffaroni, y con representantes de los organizadores del acto, la Asociación de Abogados de Buenos Aires, la Asociación Americana de Juristas, el Observatorio de la Justicia Argentina, la Asociación de Profesores de Derecho Penal y la Asociación de Abogados Laboralistas.
El auditorio, que lo ovacionó de pie varias veces, incluía a los legisladores kirchneristas Diana Conti y Héctor Recalde; a los jueces federales Sergio Torres, Ariel Lijo y Daniel Rafecas; al legislador Aníbal Ibarra; al premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y a varios profesores de derecho penal, como Julio Maier y David Baigún.
“Esta será, pues, una clase en base a un caso práctico (seguramente el “caso práctico” era la existencia de cinco prostíbulos en inmuebles de su propiedad). Le agradezco a nuestra querida y distinguida Decana la oportunidad que me brinda de ensayar este método en nuestra Casa de Estudios”, dijo Zaffaroni.
Casa de Estudios -digo yo, y de paso- en los cuales se ha podido escuchar a profesores de la dimensión de Fontán Balestra, Sebastián Soler, Guillermo Borda, Héctor Alegría; en fin, para qué seguir… con las dolorosas comparaciones.
¿Y cuál es el método que Zaffaroni estaba ensayando?: lo que Savater dice que no hay que hacer: elevar a abstracto un hecho concreto que requiere otro tipo de explicaciones.
No es nueva esa impunidad en la que se ampara Zaffaroni. Ya cuando le imputaban haber actuado durante la dictadura como Juez, se amparó en algo similar: no sabía lo que estaba pasando, no me imaginé la represión brutal de la dictadura, etc. Al igual que en esto de los prostíbulos cuando se le imputó su colaboración con la justicia de Videla transformó en análisis histórico un hecho concreto: “Esto nos tocó hacer a los que vivimos aquella época.
Asumo la responsabilidad generacional. Comparto [esto] con toda mi generación. [Yo] no era un militante político. Era un abogado, un juez, un funcionario. Lo tomábamos como una profesión. Toda la gente de mi generación [estaba habituada] a ver como normal lo que era anormal”. Conclusión: Zaffaroni juró por los Estatutos del Procesos CON TODA UNA GENERACIÓN…
Da lo mismo que mientras valientes abogados como Conrado Ortigoza Antón ponían Hábeas Corpus (el primer Hábeas contra la dictadura a favor de su socio abogado desaparecido Dr. Sinigaglia) otros abogados, del otro lado del mostrador, como jueces, rechazaban esos Hábeas sin investigar en lo más mínimo. Es conocido el caso Ollero.
Sorprende (y duele) que gente como Pérez Esquivel se presten a ser parte de una claque entregada y complaciente para con un Juez que formó parte (aunque fuera partícipe secundario) de una dictadura que lo mantuvo en prisión y por lo cual le dieran el Premio Nobel de la Paz.
Para concluir: es ciertamente grave el haberse quedado como juez durante la dictadura militar o evitar su declaración de impuestos por una cuenta en Suiza. Pero mucho más grave (y es lo que más indigna), es que pontifique sobre los derechos humanos y vaya por la vida como un defensor de esos derechos que fueron conculcados cruelmente. Cuando no lo fue en el momento y en el lugar en que había que serlo. Y, cerrando el círculo de la irrealidad, tenemos a los que aplauden de pie al orador… Orador aplaudido por una progresía poco exigente para con los suyos pero inflexible cuando no se trata de“nosotros los progres”.

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