miércoles, 30 de noviembre de 2011

La hora de la sintonía gruesa: dólar, movimiento obrero y gasto

La hora de la sintonía gruesa: dólar, movimiento obrero y gasto
Oponiéndose a la “sintonía fina” anunciada por CFK en la UIA, las actuales medidas y el “discurso-relato” que ella impone confirma que el “modelo en profundización” del que hablan está en francas dificultades. Es muy auspicioso que por fin ella advierta que el “círculo virtuoso” necesita reconocer errores, falencias y correcciones que ponen sobre el tapete los problemas excesivamente visibles que enfrentan la economía y la política nacional. ¿Es así?

Invitados que fuimos a debatir es -por lo menos eso hizo público durante el discurso de la UIA-, un gesto, en teoría, que podría enriquecer las fórmulas que el actual círculo áulico que la rodea -Zannini y Máximo- vienen negando, pues nos ofrece a los ciudadanos la posibilidad de marcar errores y caminos de corrección a este nuevo escenario económico y político al que se enfrenta la Patria. Más allá, de la permanente tendencia docente y autorreferencial que conlleva cada intervención presidencial, podría implicar aquellas palabras cierta voluntad, al menos, de abandonar el discurso blindado y vertical impuesto desde el poder. ¡Habrá que ver para creer!
La enumeración de los problemas y su evidencia más descarnada en los números y en los tarifazos impuestos, así como en los conflictos tanto últimos, como los por venir -Korralito, AA, pedido de quite de personería gremial, avance sobre las cajas de las obras sociales, etc.-, llevan a pensar que lo que se está haciendo es en verdad “sintonía gruesa” y en algunos casos notorios (Korralito cambiario, quita de subsidios y tarifazo y AA) “sintonía gruesísima” pues impactan directamente sobre el bienestar popular argentino. El déficit fiscal, que burdamente se disimula con auxilios al Tesoro de parte del BCRA, la ANSES, el BNA, y el déficit comercial que ya es una realidad palpable son las verdaderas causas de éstas medidas.
A los déficits fiscales y comerciales se los pretende enfrentar generando turbulencias con el dólar y su cotización, con un desdoblamiento concreto aunque paulatino del mercado de cambios, y con una verdadera y lisa “persecución” del chiquitaje popular -jubilados, empleados, cuentapropistas, etc.- por parte de la AFIP apoyada en la “represión cambiaria”por la PFA, la Gendarmería y la Prefectura Naval, un obvio y verdadero despropósito digno de las épocas más oscuras de la dictadura genocida que impuso definitivamente el desguace de la industria nacional, terminándonos de sumir en la más abyecta dependencia.
El caso de la inflación, nunca antes mencionada y menos reconocida por ella y sus acólitos, requieren seriamente de una atención completa y global -y no sólo de pedirle prudencia a los dirigentes sindicales-, pues éste histórico fenómeno argentino impuesto desde fines de los 70 del siglo XX y exacerbado tras la burda manipulación impuesta mediante la intervención del INDEC de principios de 2007, implica más que una “sintonía fina” de claras y sofisticadas medidas políticas y económicas. Y sostengo “sofisticadas”porque, para éste “modelo-relato K”, las correcciones políticas imprescindibles trascienden el ámbito de la admisión presidencial del problema y se enancan con la tozudez y la soberbia no sólo de “ella”, sino la de sus adláteres más conspicuos (Boudou, Moreno, Echegaray, Zannini, Giorgi y De Vido).
Es en este marco referencial, donde las palabras presidenciales se dan de boca con las medidas adoptadas, pues el retiro de los subsidios a los servicios públicos -sumados a los aumentos tarifarios ya explicitados en luz, gas y posiblemente en agua-, más los incrementos en los impuestos-tasas de ABL (en el caso de la CABA) y de los impuestos provinciales (rentas Buenos Aires, etc.) tendrán una muy importante repercusión directa sobre el bolsillo del pueblo, la insistencia de que el cuadro tarifario no ha sido modificado y por eso, no puede llamarse tarifazo, es una gigantesca mentira. De nuevo, como en otras cosas, el escamoteo de palabras busca ocultar lo que realmente e inexorablemente va a terminar por ocurrir.
Ese es el “costo político que deberá pagar”, como lo viene haciendo con el Korralito y el desdoblamiento del mercado cambiario, cuando las facturas comiencen a llegar con los nuevos valores, y se acabe la mentira o el ocultamiento, la realidad se va a terminar de imponer; estaban tan desacostumbrados a un mensaje de estas características que empresarios, operadores y hasta sindicalistas intentaban sacar conclusiones. El discurso de CFK, además de mencionar la palabra “inflación”, puso sobre la mesa las bases para el inicio de su segundo mandato, que dejando de lado el “fulgor” del relato-discurso de otros tiempos, implica hablar de restricciones y del deseo oficial de compartir ahora los costos.
Inició con mieles para los empresarios: explicando que no avalaba lo solicitado minutos antes por Hugo Moyano y la CGT, ni tampoco -lo que sus funcionarios vienen realizando abiertamente- restringir el giro de utilidades al exterior de las multinacionales; pasó luego al tema dólar y allí ella le “contó las costillas” a las empresas que, habiendo recibido créditos de la banca oficial a tasas bajas o subsidiadas, compraron dólares hasta por montos superiores a los préstamos recibidos. Allí quedó en claro que el Korralito cambiario llegó para quedarse y forman parte de la “táctica”implementada para frenar la fuga, un verdadero disparate por donde se lo mire, aunque sí les expresó que descarta la posibilidad de una “devaluación” brusca del peso.
Y aquí se esconden dos mentiras, una fue cuando aclaró que “por informes que ella tenía el dólar no estaba atrasado”, y la otra que dijo es que “no iba a haber una devaluación brusca del peso” pues ambas se contradicen, si no está atrasado para que devaluar brusca o lentamente el peso, y allí fue cuando les adelantó que si “querían un dólar más alto deberán sentarse a hablar de las consecuencias sobre los precios” salteándose el tema de la inflación que estas medidas irremediablemente provocarán, explicitando con claridad meridiana que ella usó al dólar como ancla antiinflacionaria. Si sube el dólar, suben los precios de los productos y eso presiona la suba de los sueldos que, ayuda a un retraso cambiario y así sucesivamente. O sea lo que hasta hoy viene sucediendo.
Lo que ocultó es que en el inicio de la rueda hay pocos inocentes y el rol fundamental del Estado ausente, el Gobierno K viene sacándose de encima las responsabilidades acusando a empresarios y obreros por la suba inflacionaria, mientras los primeros acusan a los segundos, la puja siempre termina perjudicando a aquellos que cobran un sueldo fijo y aún más a quienes lo hacen en negro o están desocupados. El Gobierno sigue pretendiendo hacerse el distraído, pero viene sentando las bases del proceso inflacionario, un gasto público creciendo por arriba del 30% anual y una emisión que ya implica una masa monetaria aumentada en un 70% son elementos lo suficientemente contundentes para justificar las inflaciones de cerca del 25% anual de éstos dos últimos años.
Pero volvió a recalcar que entre bajar la inflación y mantener el sentimiento ficticio de opulencia -crecimiento, según sus palabras- optaba por esto último, olvidándose que Argentina creció muy fuerte entre 2002 y 2007 con baja inflación y en situaciones de viento de cola internacionales muy similares a las existentes hasta ayer apenas; poner en segundo plano la inflación implica una apuesta muy fuerte y cercana al auto suicidio. La “sintonía fina de la que habla implica sentarse a dialogar sobre inversión, cuestiones salariales, inflación y subsidios”, en medio de un período de duras negociaciones con la CGT y los gremios opositores o díscolos, encaminar estas variables económicas (sueldos, jubilaciones, gasto público, masa monetaria) en un sendero menor al 20% anual es un duro y muy difícil camino por esta vía del autismo.
Todo quedó mucho más claro cuando expresó “no miren lo que digo, sino lo que hago”, pues allí está verdaderamente la clave: el debate no existe, se hace lo que ella quiere.

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