lunes, 22 de agosto de 2011

La Sonrisa del Soberano

Dramatismo e impotencia. Tal vez sean los términos que mejor expresan la vivencia real e íntima de los candidatos de la oposición tras la derrota en las primarias. Por esto, las líneas que siguen se proponen restituirles a cada uno la calma y renovarles la esperanza, a través del siguiente original y brillante análisis que les propongo...
Para ello, lo primero que hay que considerar es que las últimas elecciones acontecidas hasta ahora, no pueden ser leídas en forma individual. Dadas las circunstancias, conviene -más bien- mirarlas a todas bajo la perspectiva de un conjunto, y tratar -sin hacer futurología- de encontrar algunos denominadores comunes a todas ellas. Desde los comicios porteños hasta las del catorce de agosto, pasando por las de Santa Fe, y Córdoba. Juntarlas y conformar con ellas un único escenario, a pesar de las notables características que diferencian a cada uno de los distritos.
Desde esta perspectiva, lo segundo a considerar es que, en cada uno de estos comicios, el gran común denominador fue la sorpresa y el desconcierto, a contrapelo de la sabia opinión de los políticos, de las consistentes afirmaciones de los analistas y de los indubitables números de las encuestadoras.
Por ejemplo.
En las elecciones porteñas y en las primarias, “se sabía”que en una ganaba Macri y en la otra Cristina, respectivamente. Aquí, la sorpresa y el desconcierto para ganadores y perdedores, no vino por el resultado final sino por la abrumadora diferencia de puntos entre el primero y el o los segundos. Dicen las malas lenguas que en la intimidad, tanto en el círculo más próximo a Macri como al de la Presidente, y tras conocerse los resultados, la pregunta que se comenzó a repetir una y otra vez era: “De todo lo que hicimos ¿Qué es lo que tanto le gustó a la gente como para que nos haya votado con tanto entusiasmo? Hay que averiguarlo de inmediato...”.
Algo similar pasó en las de Santa Fe y Córdoba.
Rossi, en Santa Fe, tenía dudas sobre si iba a poder desplazar a Bonfatti, pero descontaba -en todo caso- que tenía asegurado el segundo lugar. Ser relegado por Del Sel es algo que no lo pudo entender. “¿Qué le vieron a este paracaidista? ¿Tantos lo votaron? ¡No se puede creer!...”.
En Córdoba, De la Sota -más allá del discurso mediático- escondía temores importantes. No ser acompañado por el oficialismo nacional implicaba riesgos considerables. Tenía varias preguntas sin respuestas. Tal vez, la más importante se refería al temerario acto de desafiar implícitamente a Cristina: “¿Habrá servido de algo negarme a que me impongan la lista de legisladores?”. Vaya a saber cuántas veces se preguntó lo mismo.
Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, él también participó del “efecto sorpresa”, cuando -pocos días antes de los comicios- distintos referentes del cristinismo comenzaron a acercarse para manifestarle su apoyo. Encima, algunos militantes kirchneristas le anticiparon que estaban dispuestos a ser fiscales de mesa. ¿La razón? Simple, en realidad. Al fin y al cabo, “todos somos peronistas”, le dijeron por lo bajo. Y entonces, la sorpresa creciente comenzó a sentirse acompañada por la certeza de un éxito rotundo en las urnas. Conociéndolo, sabía que el gobierno nacional -salvo raras excepciones- no acostumbra a dar “puntada sin hilo”. De modo que sin atender ya a la “sorpresa inicial” dio riendas sueltas al regocijo del momento. Los detalles se arreglarían después de las elecciones....
Mientras tanto, los referentes del campo y los medios de comunicación aseguraban que habría en agosto un castigo al gobierno por parte de los productores. “El campo no olvida. ¡Ya van a ver el 14!”
Pero llegaron las primarias y el kirchnerismo ganó en casi todos los distritos productores. Referentes rurales, periodistas y analistas quedaron -nuevamente- desconcertados y no podían salir de su asombro.“¿Hasta el campo la votó a Cristina? ¡¡Esto no tiene sentido!!”, dijeron, molestos y confundidos. El periodismo entrevistaba a los líderes del campo y les preguntaba: “Dígame, ¿Dónde está el voto del campo molesto con el gobierno?”.Por supuesto, nadie supo qué contestar, y se inclinaron -más bien- por puntualizar aclaraciones que solo oscurecían más.
En fin. Como sea, estos pocos ejemplos sirven para sacar algunas conclusiones que pecan de ser “comunicacionalmente incorrectas”, por lo cual nadie les debe prestar atención.
La primera de ellas tiene que ver con una especia de humor negro por parte del electorado. Antes de las primarias, el pueblo se encargó con cada sufragio, de advertir al gobierno de que “No se crean que ya ganaron”. Al mismo tiempo y ante estos hechos, la oposición -de un modo u otro- se dijo a sí misma: “Y parece que es verdad, no más... Todas las condiciones están dadas para ganarle al kirchnerismo”.
Claro. Ese entusiasmo duró muy poco. Apenas algunos días después, en las primarias, el mismo electorado le dio una abrumadora cantidad de votos a Cristina. “¡Insólito!”, dijo un sorprendido que recibió la noticia en frío. Y por supuesto. Esta vez el mensaje era para la oposición y la gente del campo: “Tampoco ustedes crean que ya ganaron...”. En fin. Una de cal y una de arena.
De este marco -finalmente- parece devenir algo de esperanza para la oposición, porque da la impresión de que “el soberano” está haciendo de las suyas, que todavía no tiene una posición “determinada” ya asumida y que -en el poco tiempo que queda- verá si sus alumnos -los políticos- aprendieron algo de todos estos episodios contradictorios; y recién entonces definirá su voto “en serio”, de caras a las elecciones de octubre.
Dicho de otro modo: en los principales comicios realizados hasta ahora, el electorado hizo lo que quiso y siempre sorprendió y desconcertó; o porque se pronunció en un sentido opuesto al esperado, o por la diferencia de puntos que marcó entre los candidatos. Por ello, si siguiera con esta misma lógica, un tanto risueña y caprichosa, “no debería sorprender a nadie” que en Octubre “vuelva a sorprender a todos”...

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